Capitulo 4: La lluvia trae sorpresas.

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Cerré la puerta de la cerca de casa y camine a la entrada de la misma.

— ¿Eres tú, hijo? — gritó mi padre y luego la puerta fue abierta.

— llegué — hablé bajito

— Necesito tu ayuda, debo ir a hacer unos pedidos, necesito que te hagas cargo del lugar mientras no estoy — me dijo y me lanzó unas llaves.

— ¿Me darás dinero? — pregunté dudativo.

— Está bien — respondio cansado.

Asentí y jugando con las llaves salí de el patio y camine un poco más para llegar a la avenida. El local frente a mi tenía el cartel de cerrado por lo que abrí la puerta de vidrio y gire el cartel que ahora decía abierto.

Mi padre es dueño de dos pequeños supermercado, uno de ellos es administrado por mi hermano mayor y su familia, mientas que mi padre administraba este, alguna tardes libres y aburridas, venía a trabajar aquí para conseguir algo de dinero o simplemente matar el tiempo, este es el más pequeño, aunque justo ahora está comprando un local para una nueva sucursal.

— Puta existencia — susurré mientras caminaba mi franela por el uniforme del lugar y me colocaba la gorra con visera.

Dejé mi bolso cerca de mis pies y me senté a esperar mientras leía una revista.

"El clima parece estar un poco húmedo, o no, Margaret?"

"Si, Jhon, parece que en cualquier momento comenzará a caer un fuerte tormenta"

"¿Deberíamos llevar paraguas desechables?"

"Si,mete un par, no quiero mojarme, recién salí de la peluquería"

Bufé tratando de ignorar a la pareja que hacía fila para pagar, le di su cambio a el hombre que compraba para atender a la ruidosa pareja. No pude evitar mirar a la puerta de cristal, y no era mentira, el clima tenía muy mal estado, sinceramente, no sería apropiado salir.

— Gracias por su compra — les despedí cuando salieron.

Parece que el clima empeorará, debería llamar a mi padre y preguntarle si cerraba el lugar.

Mientras hablaba con mi padre sobre si cerrar o no, se escuchó el caer de la lluvia fuertemente, eso si era inesperado.

— ¡Wow, no pensé que lloveria tan deprisa! — susurré sorprendido.

— Si, es bastante extraño una lluvia tan fuerte — respondio mi padre por el teléfono.

— ¿Debería cerrar? — pregunté aún viendo la lluvia.

— Espérame, apenas termine de subir la mercancía al camión, iré para allá y cerramos — habló mi padre.

— Vale — respondí y luego colgué.

Mientras la tormenta se hacía más fuerte, los paraguas desechables se iban vendiendo con más rapidez, era de suponerse, nadie esperaba lluvia luego de meses con una ola de calor y sequía.

La campanilla de entrada sonó y sin deja hablar a quién llegó dije;

— Paraguas desechables, último pasillo a la derecha —y seguí mirando atentamente la revista.

Quién llegó no hablo así que supuse que como los demás, vendría por un puto paraguas. Cuando estaba por cambiar la página se escuchó la voz de una pequeña niña.

— Quiero una paleta — dijo la voz de la niña.

— Con tal frío y cómo estás de mojada no puedo comprarte una paleta — le respondió una voz de chica que no distingui muy bien pero se me hacía conocida.

— ¡Pero yo quiero un paleta!

— No necesitas una paleta, necesitas una toalla.

— ¡SI NECESITO UNA PALETA!

— ¡JODER! Está bien,  pero te callas.

— Joder

— No repitas lo que digo o te quedas sin paleta.

— Eres mala, tía.

— Y Tú hablas mucho, Lou.

Los pasos se hicieron por lo que fingi leer la revista para que no notasen que estaba escuchando. La chica dejó los productos sobre el mostrador mientas buscaba algo en una de las neveras de bebidas.

— Hola.

Me susurró la niña, bajé la revista y la miré, no parecía de más de 3 años, pequeña, nariz redondita y regordetes mejillas. Tenía una sonrisa alegre y movía su manito.

— Hola.

Respondí imitando su acción mientas comenzaba a registrar los productos en la computadora.

— Lou, te dije que no hables con extraños —hablo la chica dejando un jugo de manzana y una Coca-Cola en el mostrador.

Continué con mi trabajo hasta que me gire a decirle:

— Son 25,700

Apenas ví a la chica no pude evitar reaccionar sorprendido. Ella me miró y su rostro se volvió sorprendido e incrédulo.

— Eres tu.

— Me tienes que estar jodiendo.

— Sin dudas eres tú.

Reí bajito mientras ella me miraba con fastidio y un poco de asombro, sin despegar la vista me incliné y miré directamente sus ojos sin titubear con una sonrisa ladina.

Besos FugacesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora