IV - Adrien

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     Ayer, Adrien Agreste tuvo, tal vez no terrible, pero definitivamente no tuvo un gran día. Ser sacado de la cama en plena madrugada para una sesión de fotos sorpresa, después de estar despierto media noche poniéndose al día con la tarea del día anterior, lo pondría de mal humor. Y no mejoró su estado de ánimo el llegar a la escuela para encontrar un caos en la clase debido a algún tipo de drama, y a una de sus amigas más cercanas expulsada del salón por el resto de la tarde y en detención por el resto de la semana. Y, por supuesto, este nuevo drama había dejado a la clase dividida sobre el supuesto cambio de carácter de dicha amiga.

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     Menuda sarta de chorradas.

     La gente no cambia así como así. No realmente. Y Marinette no era el tipo de persona que "fingía" ser agradable solo para poder salirse con la suya acosando a otra persona. Marinette no era una matona, punto.

     Y, bueno, tal vez no conocía a Marinette tan bien, al menos como Adrien, pero sí sabía lo suficiente como Chat Noir para darse cuenta de que el único cambio de carácter por el que valía la pena preocuparse era la presencia de un mentiroso en su clase empeñado en hacer las cosas miserables.

     Esto se estaba yendo de las manos.

     Él le recomendó a Marinette hacer la vista gorda porque, hasta entonces, habían sido mentirijillas inofensivas, meros intentos de hacer parecer que la nueva chica era más importante de lo que realmente era. Una forma equivocada de hacer amigos en un lugar nuevo. Podía simpatizar con eso.

     Claro, algunas mentiras no fueron tan inofensivas: diciendo que era la mejor amiga de Ladybug solo conseguiría buscarse problemas, pero estaba seguro de que más pronto que tarde aprendería que ponerse a sí misma en el punto de mira cuando un terrorista mágico estaba por ahí fuera era una mala idea.

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     — ¡Hey, Adrien!

     El modelo gruñó por dentro, reprimiendo lo mejor que pudo poner los ojos en blanco.

     "Hablando del diablo..."

     No era así como había querido pasar su raro almuerzo en la escuela, presenciando un drama de nada menos que la mentirosa del lugar. Pero, antes de que pudiera moverse, tomar un bocado, recoger un libro, cualquier cosa que indicase que estaba demasiado ocupado para darle siquiera la hora, Lila Rossi se había colocado en el sitio de al lado, invadiendo su espacio, acurrucándose tan cerca que solo podía considerarse acoso sexual.

     — ¡Hay alguien que quiero que conozcas! –cantó alegremente, demasiado contenta dada la guerra civil que había causado en la clase.

     Si Adrien no se hubiese concentrado tanto en los gritos de auxilio en su cabeza, tal vez habría notado a la otra chica de pie ante él con una presencia que, una vez reconocida, exigía atención.

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     — Hola, Adrien. Un placer conocerte –la desconocida sonrió, con algo destelleando en sus ojos que él captó, pero que no entendió–. Bueno, oficialmente al menos –ella se rio para sí misma de algún tipo de broma personal.

     El modelo observó a la chica un rato. No le sonaba de nada, pero él trabajaba y conocía a un montón de gente todo el tiempo.

     — Disculpa, ¿nos habíamos visto antes?

La importancia de comprobar las fuentesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora