Pasadas ya varias semanas de la muerte de su madre, Andrés y Sergio quedaron para tomar un café como cada dos días desde el desgraciado acontecimiento. Andrés quería hablar con Sergio. Necesitaba verle de nuevo y dedicarle palabras que nunca fue capaz de decirle.
Ya en la cafetería, Andrés estaba mirando su teléfono, esperando la llegada de Sergio.
-Andrés...
-Sergio, hermano...
Cruzaron sus miradas y se abrazaron durante varios segundos. Se sentaron en una mesa y pidieron lo que a su madre le gustaba pedir en aquel bar todos los sábados por la tarde. Se trataba de un café con un par de pastas.
-¡Cómo le gustaba a mamá pasar los sábados así! Aquí. Con nosotros. Con un café y unas pastas. Dsifrutando de la compañía.
Sergio esuchaba las palabras de su hermano con admiración y nostalgia, mientras, según le hablaba, se dibujaba una sonrisa en su tez que iba acompañada por una mirada que se iba conviertiendo en cristal.
-¿Lo recuerdas? --Preguntó Sergio--.
-Lo recuerdo. Por supuesto. Y recuerdo la otra etapa...
-¿Qué otra etapa?
-La tuya. Cuando venía solo con mamá. Cuando tú estabas ingresado...
-¿Veníais sin mí?
-Si te parece íbamos a dejar de venir por un niñato...
Se preodujó una carcajada unísona entre ambos.
-Yo no quería. Porque tú no estabas, claro. Pero mamá... mamá insitía. Siempre decía que, pese a no estar los tres, era positivo para ella y para mí, porque durante un rato podíamos desconectar de la realidad. Sentarnos aquí e imaginar que todo estaba yendo bien. Por unos momentos, por lo menos. Ser un poco felices durante un rato. Para estar mejor.
-Algo así me dijiste el otro día.
-Esto intentaba. Recoger las palabras de mamá para ayudarte.
-Siempre estuvieron en mí, ¿sabes?
-Por eso me sorprendió tu rechazo. Era tu lema de vida. El de mama. El mío.
-Es --dijo Sergio marcando el verbo con su voz-- mi lema de vida. Nuestro lema de vida.
-Te admiro, Sergio.
-Sin motivos. No digas tonterías.
-Con motivos. No es ninguna tontería. El otro día. Tu endereza.
-Estaba al borde de un ataque de ansiedad.
-Pero sabes estar. Aguantaste.
-Por dentro estaba roto.
-¿Y yo? Tirado en el suelo como un niño de 3 años con un rabieta monumental. Fue vergonzoso... --dijo cabizbajo--.
-Había motivos, Andrés --le dijo agarrando sus manos--.
-No, pero da igual. No supe estar. Además, te hice daño con las palabras que te dije. Me porté mal contigo ese día.
-No. Tenías toda la razón.
-No...
-Sí, Andrés... Andrés, mira, ese día me sentí a salvo gracias a ti. Estuviste conmigo. Me abrazaste para animarme, me besaste, me diste ánimos, me obligaste a estar mejor, me sacaste la tontería de las playas... En fín, me hicistes mucho bien. Sentí refugio en tu corazón. Gracias a ti y a tus palabras.
Las miradas de los dos estaban penetradas. Una en la otra. Una miraba a la otra, ambas protegidas por una capa de lágrimas a punto de desprenderse.
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JUNTOS
Ficción GeneralEsta es la historia de Andrés de Fonollosa y Sergio Marquina. Unos hermanos que han vivido con muchas dificultades a lo largo de su vida, pero siempre, pese a los problemas, han estado ahí. El uno para el otro. Juntos. Esta es una historia de amor...