Andrés estaba en el hospital. Sergio había llegado hacía escasos minutos, avisado por los médicos. Caminaba rápido, asustado, parecía tener dificultad para respirar. Su aspecto era el mismo que tiene un atelta tras haber corrido durante un buen rato dándolo todo. Pero al llegar al pasillo y ver todas las puertas que daban paso a las habitaciones de los enfermos, algo le hizo parar en seco. Le vinieron a la mente los recuerdos. Los recuerdos de su madre. De sus últimos días de vida. Los recuerdos de cuando era niño y estaba en el hospital. De cuando su hermano pasaba las tardes con él entre aquellas cuatro paredes tumbado en la cama. Esos recuerdos estaban entrando en la cabeza de Sergio como entran las balas en el cuerpo de alguien que está siendo abatido a tiros. No podía quitarse aquello de la cabeza. Se apoyó sobre la pared y se frotó la cara con fuerza, cerrando los ojos para tratar de olvidarlo todo, mientras suspiraba, retomando poco a poco la respiración que le aportaba la calma que necesitaba. Era alguien nervioso. Siempre lo había sido. Y aquellas situaciones eran superiores a él. Tras varios minutos, tomó la decisión de retomar el paso.
No tardó en encontrar el número de la habitación en la que habían ingresado a Andrés. Caminaba hacia allí. Pero nada más llegar a ella se volvió a parar. Acercó su cabeza al marco, asomando la cabeza para descubrir si era de verdad su hermano. Era él. Estaba tumbando. Medio dormido. Tapado. Tranquilo. Con la templanza que le caracterizaba, pese a ser un momento delicado. Sergio sacó la cabeza al pasillo. Se recostó contra la pared y, finalmente, entró. Lo hizo muy despacio. Como con miedo. Con sutileza y muchísimo cuidado. Se acercó a sus pies. Puso las manos sobre ellos y rompió el silencio:
-Andrés...
-¡Sergio, hermano querido! --exclamó Andrés con una gran sonrisa, aunque con cara de cansancio y aspecto débil--.
-¿Qué ha pasado, Andrés?
-No lo sé. Al parecer me he desmayado. Estaba haciendo deporte y noté un pinchazo en las piernas. Me senté en el suelo, bajo la sombra de un árbol y ya está. Ya no recuerdo nada más.
-¿Has comido bien? Tal vez te faltan calorías, te ha bajado el azúcar... ¿Qué has desayunado? Toma, come algo--dijo Sergio sacando un bocadillo de la mochila--.
-Sergio, por favor --dijo Andrés riendo--, por supuesto que he comido. Estoy alimentado. Me sé cuidar.
-¿Entonces? ¿Qué te han dicho los médicos? Tal vez ha sido un golpe de calor.
-Dudo que haya sido un golpe de calor, Sergio... De todos modos, me han dicho que me lo dirán cuando esté acompañado.
-Me han llamado hace poco rato. He venido lo más rápido que he podido.
-Anda, Sergio, siéntate aquí --dijo dando golpes, aunque con movimientos lentos, con la mano derecha a la silla que tenía al lado--, a mí lado.
Sergio obedeció las órdenes de su hermano. Se sentó con una media sonrisa.
-¿Cómo estás? --dijo Sergio mientras bajaba la cabeza algo nervioso y se subía las gafas--.
-Bieeen... no te preocupes.
Dijo aquellas palabras mirando a su hermano, que le miraba con una preocupación real. Una preocupación que Andrés sentía como grande.
Pasados algunos segundos, Andrés agarró la mano izquierda de su hermano Sergio, que no paraba golpearse de forma involuntaria contra el reposabrazos de la silla. Se la tocó con una caricia, apretó sus dedos con los de su hermano y la mano nerviosa de Sergio dejó de golpearse.
-Hermanito... No te pongas nervioso, por favor.
-Andrés, no comiences...
-Solo me he desmeyado, Sergio. No será nada --dijo Andrés muy convencido con una sonrisa--.

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JUNTOS
Genel KurguEsta es la historia de Andrés de Fonollosa y Sergio Marquina. Unos hermanos que han vivido con muchas dificultades a lo largo de su vida, pero siempre, pese a los problemas, han estado ahí. El uno para el otro. Juntos. Esta es una historia de amor...