Capítulo VII

1.1K 187 19
                                    

Thor, el Dios del Trueno, el mejor Vengador (o al menos eso le gustaba pensar él) veía a una mujer pequeñita y a una hombre que hacía no sé cuántas preguntas detrás de una pantalla. La mujercita pidió amablemente si la podían dejar pasar con la mejor sonrisa que tenía preparada.

—¿Que dices, Jarvis? ¿Los dejamos pasar? —preguntó a la I.A, para después meterse un puñado de palomitas.

—El señor Stark claramente ordenó que nadie entrara en la Torre sin su autorización. —respondió la I.A—. Lo más sensato es hablar con él de inmediato para…

—Yo digo que los dejemos pasar.

Esa tarde, la mayoría de los Vengadores estaban dispersos. En un país Europeo surgió un gran terremoto y tuvieron que acudir para tratar de salvar a la mayoría puesto que el equipo médico estaba igual de destrozado que cualquier cosa de allí. Otros estaba cumpliendo misiones en solitario y el único libre era Thor, que no solamente estaba cuidando la Torre, sino también a los nuevos.

Antes que alguien pudieran decir algo, Thor abrió la puerta.

—Lo siento, pequeña mujer, pero no queremos galletas —lo pensó un momento—. Bueno, en realidad sí quiero, pero no tengo esas cosas que ustedes se dan y hacen una especie de trueque.

—No tengo galletas, pero sí dulces. Tenga —le entregó una bolsa que a distancia se veía llena.

Thor aceptó, y sacó de allí un chocolate para luego comérselo de un bocado.

—¿Podemos pasar? —preguntó Cassie.

El dios hizo un ademán para que pasaran dentro de la Torre. La niña, emocionado, idealizó cientos de explosiones y hombres haciendo cosas científicas que ella aún no comprendía, pero que esperaba entender cuando fuera mayor.

Cuando veía a su padre, agotado por el arduo trabajo que tenía día a día, de verdad quería socorro gente en peligro como él lo hace. Llegó una vez que se lo dijo, que estaba dispuesta a hacer cualquier cosa para ayudarlo.

Y el padre, bromista como siempre, dijo:

—Entonces come tus vegetales y sé una buena niña.

—¡Hablo en serio, pa'! —exclamó Cassie, ligeramente herida.

Scott rió, sin ninguna pizca de burla. Por dentro estaba orgulloso de su pequeña, que quería ser útil sin saber que, con verla detrás de la puerta sana y salva, estaba haciendo suficiente.
Él se acercó lo bastante cerca de ella para abrazarla, y le susurró a su oído que es lo mejor que le había pasado.

Escuchó unos sartenes caerse en la cocina, y al estar tan ensimismada con sus cosas dio un pequeño brinco del susto, poniendo alerta a Luis de su cuidado. Se causó, prácticamente, un efecto dominó.

—¿Sucede algo, Cassie?

La nombrado balbuceó incoherencias. No sabía bien qué decir, pero sí sabía lo que sentía. Se sentía agobiada por todo lo que hizo, lo había engañado y bien su padre no se había enterado. Y si se enterara probablemente se sentiría decepcionado de ella.

No se dio cuenta en qué momento comenzó a llorar. Era un llanto silencioso y cargado de miedo.

—Tío Luis quiero ir a casa —dijo con voz quebrada.

No obstante, Luis ya no estaba cerca de ella, se encontraba en la cocina compitiendo con Thor en saber quién podría tener más malvaviscos en la boca.

Fue con pasos ligeros al cómodo sillón y se sentó, aún sollozando. Poco después, escuchó a lo lejos “Come and Get Your Love” siendo cantada por un hombre, mientras daba unos pasos de baile graciosos ante la niña. Comenzó a reír.

Así pasaron unos minutos, para después comenzar a tararearla.

—¿Sabes la letra? —inquirió el mayor—. ¡Y creí que ya no tenían buen gusto en la música!

—He bailado esta canción con mi papá —dijo Cassie—. ¡Hemos tenido grandes conciertos en la sala y...!

—¿Y la han cantado frente a tus peluches y tíos? —cortó él.

—¿Cómo lo sabes? ¿Eres un mago?

Él negó, divertido.

—Nop, ¿eres hija de Scott Lang, verdad? —la pequeña asintió—. Habla mucho sobre ti, te adora.

—¿Si?

—Sí.

La niña mostró la inmensa felicidad que le causó. Y antes de poder seguir en su tristeza, el mayor le ofreció bailar con ella en el cuarto en donde estaba con demás cassette's de otras canciones.

—¿Puedo ir?

—¡Claro! Pero pídele permiso al sujeto ese antes que se desmaye por tantos malvaviscos.

Cassie afirmó, llena de euforia fue con Luis para poder ir con el señor del cassette. Se dio cuenta de algo importante, ¡no sabía su nombre! Así que fue con él de la mano de Luis que seguía algo aturdido por una posible asfixia de bombones y le preguntó:

—¿Señor, cómo se llama?

—Soy Peter Quill —sonrió, eternecido—. ¿Lista para bailar?

「Cool Dad. 」  StarAntDonde viven las historias. Descúbrelo ahora