Capítulo I: La flor

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Algunos meses antes de la partida del pilar de la serpiente y el pilar del amor. En un légano y pacifico verano, de esos que no volverán, la joven Shinobu Kocho se mantenía encerrada en su estudio, el cual le servía como consultorio médico para los cazadores que lograban evadir a la muerte y necesitaban de su ayuda.

Le acababa de llegar una carta del pilar del amor anunciando un malestar creciente en la garganta que era acompañado por fiebre por lo que le pedía ayuda para mitigar el malestar, en la carta había redactado que Iguro Obanai iba a ir al mediodía para recoger la medicina.

Pero había otro motivo, uno más interesante que un simple resfriado, por el cual la cazadora se encontraba encerrada.

Le había llegado un cargamento con varias plantas, raíces y flores que usaría para hacer medicamentos y nuevos venenos experimentales, mientras revisaba el cargamento de esta resaltó una planta exótica, una que ella no recordaba haber pedido, era de hojas verdes con borde acerrado y una flor amarilla como una corona.

Shinobu estiró la mano y tomó uno de sus libros de botánica medicinal, indagaba buscando la fotografía de aquella flor, había deducido que aquella extraña flor se había colado en el cargamento, al ser un planta extranjera era difícil dar con ella, hasta que en un libro de herbolaria de América central y el sur pudo reconocer la flor en una fotografía.

Debajo de la fotografía había una pequeña descripción.

"La damiana, una planta con efecto afrodisiaco. Algunos estudios apuntan que la damianina y otros de los principios activos presentes en la planta muestran una acción similar a la testosterona, lo que despierta la libido y la respuesta sexual, aunque también entre sus síntomas esta la sensación de euforia y desenfreno de los instintos más carnales."

Al terminar de leer esta descripción, en los labios de la joven se formó una picara y malévola sonrisa, siendo arrastrada por algún impulso desconocido cerró las piernas con fuerza, no podía negar el sentirse un poco curiosa y a la vez excitada por aquella descripción, después de todo era una mujer joven que por causa de su trabajo no había podido vivir su juventud con naturalidad.

Shinobu tomó la planta con delicadeza y se la llevó a la cocina en donde la puso a hervir en una tetera. Al cabo de una hora el agua se había tornado en un castaño claro, como la manzanilla, y de la tetera emanaba vapor con un dulce aroma que hacía cosquillar a la joven.

Con una sonrisa, tomó una pequeña calabaza hueca, de las misma que usaba para entrenar los pulmones, y vertió el agua en su interior tapándola finalmente con un corcho.

Shinobu caminó por la finca teniendo la calabaza guardada en su Haori mientras andaba pensaba en quien podría experimentar con este nuevo mejunje, por su cabeza paso el pilar de la serpiente, era consciente de los sentimientos que él tenía por su amiga así que pretendía darle un pequeño empujón, tal vez así se animaba en hacerlo, y luego ella escribiría sobre sus efectos en aquel libro que estaba haciendo.

Salió al jardín con la vista en el árbol de cerezos, caminaba sin hacer ruido hasta el tronco, la nostalgia la abordo, pensando en su hermana, que hubiera sido de ella si aun seguirá con vida, quizás a estas alturas hubiera formado una familia, dándole la posta a ella, para seguir como pilar.

Entonces, la muchacha sintió unos pasos tras de ella que hacían crujir la maleza, alejándola de sus pensamientos.

― Kocho, necesito ayuda.

Era una voz suave y algo áspera la que escuchaba, y solo había una persona que hablaba con un tono de voz tan inexpresivo y apático.

― Tomioka. ― Exclamó la joven sin girarse―. ¿Qué paso esta vez?

Un ligero empujónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora