Capítulo VI: Pureza de sentimientos

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Una belleza inconmensurable, esa mujer era perfecta ante los ojos de él, y ahora, se encontraba recostada de lado sobre el futón. No obstante, Iguro sentía como su corazón aceleraba con cada segundo que la veía, ahí, inocentemente dormida, el joven no lo comprendía, era la primera vez que sentía esto por verla.

Sus manos temblaban a la par que sudaban, y sus ojos permanecían fijos en ella, y pese a que trato dejar de mirarla, se le hizo imposible hacerlo.

Iguro avanzó cauteloso, abrazándose a sí mismo, sintiendo como el calor recorría todo su organismo, con paso ligero se paró al costado del futón, se dejó caer en silencio sobre sus rodillas, postrándose a su lado.

Kanroji estaba somnolienta, como si acabara de beber licor y estuviera teniendo una resaca. Sentía la mirada punzante de Iguro por lo que abrió los ojos viendo al pilar de la serpiente que no dejaba de observarla, como si la admirara con devoción y locura.

― Iguro. ― Susurró ella estirando su mano para tomar la de su compañero.

Obanai solía sonrojarse cuando ella lo tocaba, ya bien sea un ligero rose de su mano o sentir su cálida piel en un abrazo, él la amaba, pero no se sentía digno de ella, pero esta vez era diferente, algo ocurría en el joven, como si aquellas barreras del pudor y la moral se estuviera derrumbando, Iguro dejó que ella tomara su mano, es más, él la apretó con firmeza, después de todo era su amada Mitsuri.

― ¿Sí? ― Respondió inclinándose para escucharla mejor.

― Tengo calor...― Comentó con una sonrisa e inflando sus pequeños mofletes.

― Es por la fiebre. ― Obanai acarició la frente de la joven―. Parece que ya te está bajando. ¿No te sientes mejor?

― Sí, gracias, pero aún tengo calor...― Aclaró ella, y después de una pausa en la que parecía examinar sus siguientes palabras, dijo―. Y algo más.

El joven se preocupó al escuchar esas palabras. << Tal vez siente algo peor que una fiebre y dolor de garganta >> Pensó amargamente.

― ¿Qué más sientes? — Preguntó preocupado.

Kanroji rozó sus piernas la una con la otra, avergonzada, pero a su vez decidida, mordiéndose el labio dio una atrevida pregunta.

― ¿Quieres recostarte conmigo? ― La joven se sonrojó notablemente―. Solo échate a mi lado.

Algo estalló dentro de Iguro, como si un volcán hiciera una erupción o se derritiera un gran glacial agitando los mares, el joven apretó sus puños.

— Claro. — Dijo imprudentemente.

Kanroji se acomodó a un lado del futón, Iguro se despojó de su Haori dejándolo a un lado, quedándose con solo el uniforme. << ¿Qué? ¿Qué estoy haciendo? ¿Qué fue lo que dije? Yo no soy ese tipo de hombre vulgar y atrevido... Pero me invito a acostarme con ella, lo correcto hubiera sido rechazar su propuesta... Pero ahora, ahora estoy compartiendo el mismo futón con ella.>> Iguro se había echado de lado frente a Kanroji, la cual no dejaba de verlo con esos hermosos ojos esmeraldas.

Ambos jóvenes poseían la misma mirada ansiosa, esperando que uno de ellos se animara a dar el primer paso, una caricia, un susurro, un beso atrevido, lo que sea con tal de que dieran el pie a lo que ambos deseaban con pasión.

Mitsuri tenía sus manos cruzadas sobre sus pechos, podía sentir como su pecho se levantaba con frenética locura, su respiración era acelerada al igual que sus pulsaciones, una ligera tensión en los hombros que se extendían hasta su espalda haciendo que los músculos se sintieran rígidos hasta el punto de sentir incomodidad. << Es la primera vez que me acuesto con un hombre... Sin contar esas veces que dormía en medio de mis padres cuando tenía una pesadilla, pero esto es diferente, ya soy mayor... Iguro también, ambos sabemos que cosas hacen dos adultos en una misma cama. ¡Qué vergüenza! ¿Por qué dije que se recostara a mi lado?>> Kanroji cerró sus ojos con fuerza y negó confundida con la cabeza.

Un ligero empujónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora