Capítulo VIII: Despertar de un nuevo día

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La luz del sol entraba por una pequeña franja en la cortina, cayendo de lleno en el rostro de la joven, por reflejo se tapó los ojos y se giró hacia el otro lado, pero sintió que alguien la acompañaba, abrió los ojos topándose con la cabellera larga de su compañero, por impulso se tapó la boca y se apartó moviendo las sabanas y dándose cuenta de su desnudes, volvió a taparse con las sabanas y miro por toda la habitación, su Haori estaba envuelto junto con su uniformo en una esquina.

Kocho se pasó la mano por detrás de la oreja, acomodándose el cabello, los recuerdos poco a poco volvían a su mente.

***

Shinobu se movía con velocidad por las calles, brincando por los tejados y de poste en poste, acelerando el paso para llegar a la morada de su amiga.

Cuando estaba brincando y saliendo a un claro del bosque, pudo divisar al joven con el Haori mitad y mitad recostado en una habitación, dentro de una residencia en la que solo había mujeres.

Abrumada por la preocupación de que el pilar del agua, Giyu Tomioka, hubiese colapsado por los efectos secundarios del brebaje, siendo que ella había sufrido un colapso acompañado con fiebre, tal vez el joven no tuvo tanta suerte y perdiera el conocimiento en las calles y no en su finca.

Kocho Shinobu se infiltró en aquella finca, moviéndose por los pasillos hasta llegar a la habitación en la que el joven dormía.

— ¿Tomioka? — Preguntó la joven, remeciendo al pilar del agua— ¡Giyu! ¡Despierta! —. Gritó preocupada, un nudo se formó en su garganta—. ¡Por favor! ¡Despierta!

Pese a los intentos de la joven el cazador no se despertaba. Kocho estaba preocupada y sentía una profunda culpa en lo más profundo de su ser que penetraba hasta los huesos.

Pegó su cabeza al pecho del joven pudiendo detectar unos leves latidos, colocó dos de sus dedos en la arteria carótida el pulso era débil pero constante.

— ¡Tomioka! ¡Reacciona! — Kocho se desespera, comenzó a dar pequeñas palmaditas en las mejillas del joven.

Shinobu pego los labios, frunciendo el ceño y agachando la mirada, maldijo en silencio, y tomó al joven en un intento por cargarlo sobre su espalda, pero su tamaño y fuerza le jugaban en su contra. Chirrió los dientes y hundió su rostro en el pecho del joven soltando pequeños sollozos.

— Despierta...— Murmuró entre lágrimas—. Despierta Tomioka, por favor, despierta.

De detrás de la joven, aparecieron tres señoritas vestidas con kimonos negros con dibujos de rosas blancas y rojas, alumbrando con un Chochin o farolillos de papel.

— ¿Quién está ahí? — Preguntó una de ellas.

Kocho se giró con fuerza, viendo al grupo de mujeres que la iban rodeando poco a poco, ella, se puso ligeramente a la defensiva.

— ¿Cómo entraste? — Una de las muchachas se acercó, viendo más de cerca a los jóvenes—. ¡Quién eres!

Shinobu se postró ante las tres mujeres, pegando la frente al suelo y controlando sus sentimientos, dijo.

— Pido que me disculpen por mi intromisión a su residencia, pero les pido por favor, ayúdeme... Él es un colega, por favor. — Dijo Kocho, dejando su orgullo de lado —. ¿Qué le sucedió?

Las tres mujeres, que eran hermanas, se acercaron a la joven, si bien dos de ellas estaban intranquilas al ver a la joven extraña en su finca, y sobre todo al percatarse de la espada que la joven tenía, la hermana mayor se adelanto y exclamó con voz solemne.

Un ligero empujónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora