Rápida, ágil y letal.

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     Me despertó el sol que daba directamente a mi globo ocular, me sentía exhausto y mi cuerpo dolía, me removí en mi cama y miré a mi hermana dormida a mi lado, en ningún momento recuerdo haberme acostado junto a ella.

     Tal vez se pasó a mi cuarto mientras yo dormía. Miré la hora, 9:39 am.

     Dormimos muchísimo, y aún así me siento soñoliento, me levanté y mi cabeza dió un vuelco, me mareé y mis náuseas se apoderaron de mi estómago, corrí a tumbos hacia el baño y vomité bastante, mi estómago ardía y mi garganta me picaba, sentí gases intentando salir por la parte baja de mi cuerpo. Pero no eran gases.

     Me senté en el inodoro y una explosión de líquidos comenzó a salir de mí frenéticamente, jodida diarrea, nunca me había dado de tal manera desde hace muchísimo tiempo, mi cuerpo actuaba por sí solo, deshidratándome por completo, ahí estaba, al menos unos treinta minutos estuve sentado allí, defecando... Pensando.

     Cuando salí de el baño me ardía el estómago y mi ducto trasero, me lavé la cara y bajé a la cocina, no pensaba comer absolutamente nada, esperaría a que mi estómago estuviese en condiciones, sólo tomé agua, muchísima agua, ya que mi deshidratación estaba comenzando a afectarme, aluciné un poco, pero no fué nada que no pudiese controlar.

     Son las Diez y media de la mañana, por fin pude desayunar algo extremadamente ligero, me dirigí a la sala y divisé a mi pequeña hermana mirando la televisión, sumida en sus pensamientos, quién sabe qué estaría pasando por esa dorada cabecita. Me senté a su lado, mirándola, me dirigió una sonrisa y me dió los buenos días, se recostó en el sofá y cambió de gesto, por uno pensativo, movió sus labios unas pocas veces, buscando las palabras adecuadas

     —¿Me enseñarás a usar armas? Deberías hacerlo hoy, corrección, VAMOS a hacerlo hoy, porque lo quiero y porque lo prometiste.—

     Lo pensé un corto tiempo, mi consciencia muy rápidamente de dió la razón a la pequeña.

     —¿Y ese tono tan ácido? ¿De dónde lo sacaste?— Pregunté con cierta seriedad mientras la miraba intrigado.

     —No es nada, ¿Vas a enseñarme? —

     —Por supuesto, vamos a el patio, todo está preparado ya.—

     Nos levantamos y caminamos hacia el patio, que daba a un gran lago natural rodeado de enormes pinos. Había una vieja mesa de madera, repleta de todo tipo de armas, que conseguí por una persona del ejército que me debía un favor.

     —¿Ves esos objetivos? La cabeza es la manera más rápida de matar a alguien, usualmente es instantáneo, pero ojo, no siempre, el cuerpo es mucho más seguro porque la superficie es mayor, por lo tanto la oportunidad de fallar se reduce drásticamente.—

La pequeña me miraba con ojos decididos y llenos de atención.

     —Comenzemos con lo más básico, una pistola, nueve milímetros, normalmente usada por policías, es rápida, ágil y letal. Además, se esconde fácil. —

     Tomé el arma y se la entregué, dudó bastante en tomarla, pero finalmente se decidió, acomodándola una y otra vez en su mano hasta sentirse cómoda, le entregué el cargador con las balas y le mostré cómo era el procedimiento para prepararla.

     —Presta atención y mira mis manos.— Le dije para posar mis manos sobre las suyas.

     —Insertas el cargador hasta que escuches un chasquido, la idea es hacerlo con rapidez y cierta fuerza, para así tener mucha más agilidad a la hora de recargar, luego quitas el seguro, es este pequeño gancho de aquí, lo deslizas hacia abajo y ya está, sólo falta poner la bala en la recámara. Lo haz visto muchas veces, sólo jala la parte superior hacia atrás con fuerza, cuando oigas el chasquido característico, lo sueltas.—

Balas Y LágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora