All the good girls go to hell

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Al principio trató de ser cauta. No podía dejar de estar pendiente de él, le llamaba la atención como la luna llena en la noche. Lo escuchaba hablar con otras diosas y se sorprendió no solamente mirando, sino que también era interesante escuchar lo que decía. Y no solamente por el hecho de que tuviese una voz profunda en la que detectaba casi un cierto ronroneo que tocaba directamente a sus partes más sensibles. No podía evitar imaginar esa voz hablándole en situaciones más privadas, cuando le dijo que conocerla era un placer la había dejado temblando, pensar en él usando esa palabra en otro contexto. 

Quitando el efecto excitante que tenía en ella era muy interesante también en todas sus palabras, la soltura con la que se manejaba hablando con Atenea y Hestia, hablaba como si fuera un experto en los campos de los demás pero sin imponerse sobre ellos y dejando claro que sabía que los expertos eran los otros, incluso admitiendo su falta de cocimiento por puro deseo de llenar esas lagunas. Sabía que era mucho mayor que ella y un rey cuyos dominios se extendían más allá de los de los otros dos reyes juntos y era el último juez. Quizás además de admirar su portentoso exterior debería fijarse en su interior, mientras ella se dedicaba a comérselo con los ojos él estaba manteniendo conversaciones interesantes y profundas.

No sabía como ganar su atención, no sabía que decirle para ello, hasta que se le ocurrió un método efectivo. 

Había escuchado a escondidas hablar a las ninfas sobre como llamar la atención de un hombre y el fingir torpeza para acabar en los brazos del amado era uno de los métodos favoritos. Funcionó sorprendentemente bien la primera vez, fue precioso ver como se preocupaba de que aun estando salvándola de caer al suelo no estuviese incomoda. 

Lo siguió usando quizás más veces de las que debería, creyó que al final iba a pensar que tenía algún tipo de problema de motricidad, pero Hades pareció entender perfectamente lo que estaba intentando y no tuvo ningún problema en seguirle el juego prolongando cada vez más sus contactos aún dentro del decoro. 

Lo vio alejarse de la gente pero de vez en cuando mirando hacia atrás con disimulo y sonriendo victorioso al ver que ella le seguía. La sonrisa estaba cargada de promesas que creía conocer, pero algo le decía que iba a descubrir cosas nuevas que estaba espectante por conocer. Reconocía la dirección que estaba tomando, una pequeña laguna rodeada de vegetación que no solía tener ocupantes. 

Por un momento se detuvo a pensar, ¿estaría bien seguir caminando en esas dirección? Se suponía que iba a casarse, que Ares sería su esposo y eso era sagrado. Puede que solamente quisiera hablar, claro, no tenía porque hacer nada más. No es que seguirlo quisiera decir nada más que hablar, ni que sus intenciones fueran otras. 

Lo vio esconderse entre la maleza que llevaba al lago y tuvo una clara advertencia al ver su inconfundible túnica oscura cubierta de pequeños diamantes colgada de una rama. Si pasaba sabía que lo iba a encontrar desnudo y ni en su poca experiencia se atrevía a pensar que algo inocente pasaría.

Un suspiró se escapó de su boca, ¿a quien quería engañar? Quería estar con él de una manera que a penas podía contener. Justo iba a empezar a despojarse de sus propias ropas cuando una mano en el hombro la detuvo.

-Koré, mi pequeña y perfecta flor, ¿que estás haciendo aquí tu sola? Menos mal que mamá ha llegado.

****

La reina de los dioses descansaba un poco alejada de los demás, puede que fuese una fiesta preboda, pero no estaba contenta con esta en concreto. No solamente es que le estuviesen restregando por la cara el fruto de una infidelidad con la que no había podido acabar, sino que encima se iba a casar con su quizás un poco necio pero favorito hijo. Claro, ganarse ese título era fácil, el otro directamente le era repulsivo. Las chicas estaban bien, suponía.

Lo más divertido había sido ver llegar a Afrodita y el consiguiente enfado de Deméter. No es que fuese especialmente amiga de Afrodita, pero en general le caía bien. Su marido la había culpado muchas veces de sus escarceos y con verguenza tenía que admitir que lo había creído no pocas veces, con el tiempo acabó asimilando que su marido simplemente era lo peor, al menos el realismo la ayudaba a no romper ninguna ilusión sobre él, ya no se hacía ninguna. Además, le habían cargado el peso de ser la esposa de Hefesto, cualquiera que hubiese aprendido a lidiar con él de una manera tan inteligente se merecía no solamente su respeto, sino incluso su envidia por controlar así a un esposo odioso. 

Por eso es por lo que a pesar de estar alejada disfrutando de la tranquilidad no se sintió molesta al ver que Afrodita invadía su espacio con el mismo poco respeto con el que entraba a todas partes.

-Saludos Hera, no te había visto antes y quería avisarte antes que a nadie -tomó asiento sin esperar ningún tipo de permiso para ello- La boda no va a realizarse.

La reina simplemente sonrió mientras se llevaba la copa a los labios y la miraba por encima de esta. Afrodita deslumbraba con su belleza como siempre, pero había aprendido a ver más allá de eso, no solía decir cosas en vano. Era una diosa inteligente y poderosa como para hacer una afirmación tan tajante sobre el dominio de un dios con seguridad. 

-Supongo que una explicación un poco más detallada no vendría de más, querida.

-Por supuesto cielo -Afrodita chasqueo los dedos y un copero extremadamente atractivo vino a servirlo, no parecía ninguno de los que Deméter tenía, pero es que Afrodita viajaba con clase- Obviamente la voluntad de tu hijo se ha ido muy lejos al verme y esta batallando duramente por no ir a por mi, pero es que ha surgido algo que creo que te gustaría saber -Hera enarcó una de sus perfectas cejas rubias ante esa declaración, realmente estaba curiosa- La novia  está al borde de irse con un oponente sobre el que tu hijo no tiene nada que hacer.

-¡Lo sabía! -gritó Hera victoriosa, acto seguido bajó la voz esperando no llamar la atención de los demás- ¿Planeaste lo de Hades?

-Para nada, ha sido totalmente una casualidad afortunada -le contestó con una sonrisa llena de embrujo seductor, lo que para ella era una sonrisa normal- A veces el amor funciona de maneras misteriosas hasta para mi. Conociéndolo, creo que dentro de poco será cosa tuya. 

Hera sonrió con la mirada perdida en el infinito. Quizás era una posición muy alta para la que ella habría querido, pero Reina del Inframundo era una manera de no tener que verla demasiado, Hades no solía prodigarse demasiado por el Olimpo (lo cual normalmente pensaba que era una pena, pero en esta ocasión le beneficiaba) y no es que tuviese demasiada relación con su padre. Ah, pero la parte de Deméter era deliciosamente divertida, no solamente perdería a su gran amor, sino que lo haría por el fruto de su vientre, quizás si no hubiese estado con maridos ajenos no tendría una hija que le robaría todas las posibilidades. Y Deméter viviría sabiendo eso.

-Creo que es tiempo de recordarle a Hades que soy una buena y fiel amiga y que si necesita una bendición solamente tiene que llamarme.

La diosa del matrimonio le sonrió a Afrodita que a su vez se la devolvió y ambas profirieron una carcajada a la vez. Tan  sólo había un dios que se dio cuenta de ambas estaban conspirando sobre algo y escuchó parte de lo que decían, y fue Hefesto.

 Pensó en ir a ver que tramaban más de cerca, pero luego lo pensó mejor. Igual ir a enfrentarse cara a cara con las dos diosas que más lo odiaban en el panteón no era la mejor opción. Sobre todo cuando ambas eran de facto más poderosas que él. Sopesó sus opciones y al ver que su padre no se encontraba cerca, seguramente perdido fornicando en algún lugar, pensó en la única otra opción que le quedaba.  Tragándose el orgullo fue a buscar a Ares. 

Mi gran y divina boda griegaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora