♥ Las Dudas ♥

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~La verdad duele, la mentira mata...pero la duda, tortura~


Cuando Neyra se bajó de la camioneta de Alexander, estaba tan cansada que podría jurar que iba a dormir hasta medio día del día siguiente. Por desgracia, los paso que dio hasta llegar a la puerta y el fresco de la noche le ahuyento el sueño por completo. Pasaba de la una de la mañana y ella no podía conciliar el sueño, a pesar de estar sumamente cansada. Se fastidio de dar vueltas en la cama y decidido salir a caminar para despejar su mente y ver si así finalmente podía dormirse, aunque fuera por agotamiento físico.

Lo que más le gusta a Neyra del campo, era el olor de las flores blancas que olían de noche y, a hierva que se podía respirar ahí. De igual manera, pudo percibir los ruidos de la noche; los cuales no se apreciaban con el bullicio del día. Todo eso trajo a su mente los recuerdos de los momentos felices que paso ahí y por ende le fue difícil no recordar a Alexander, pero trato de suprimir los recuerdos de él para que su estancia ahí fuera más placentera.

Dejando a un lado los recuerdos no deseados, se dio animo recordando que estaba ahí solo por su papa y que por estar unos días a su lado valdría la tolerar cualquier inconveniente que tuviera con los dueños del rancho. Solo rogaba para que fueran casi nulos.

Al pensar en Manuel, seguía sin entender cómo era posible que su papá prefería seguir ahí en vez que irse a la propiedad que ella les dio; en la cual podría vivir tranquilo encargándose de sus propias cosas. Manuel era un necio y gracias a eso, ahora ella estaba ahí visitándolo y teniendo que soportar no solo la presencia de Alexander si no también las tonterías que decía. Después de unos segundos, recapacito y con tristeza recordó lo dura e injusta que fue con su papá antes de irse de ahí. En ese momento paso por su mente que quizás por eso su papá no había aceptado nada de ella. Ahora lo entendía, y no lo juzgaba. Sonrió al pensar que ella hubiera hecho exactamente lo mismo; no cabía duda, ambos estaban cortados con la misma tijera.

A la distancia algo llamo su atención, el viento movió el columpio que estaba colgado en el cedro y al verlo sin pensarlo dos veces se fue hacia allá. Se sentó y comenzó a elevar sus piernas y a inclinarse con exageración para agarrar velocidad y poder llegar lo más posible en cuestión de segundos. Hacía años que no se subía a un columpio y mucho menos lo estaba haciendo en ese momento. Sabía que si su papa o su mama la vieran ya habrían puesto el grito en el cielo. Cuando siento que el columpio viejo estaba perdiendo estabilidad, decidió columpiarse como una persona normal. De hecho, ahora prácticamente estaba casi acostada para poder ver las estrellas; estuvo así hasta que le dolió el cuello.

En aquel silencio parcial entre los ruidos de los grillos, de las hojas de los árboles y algunas ranas; escucho el relinchido de un caballo y volteo a ver de dónde venía. Al no ver a nadie a los alrededores, supo que el sonido venia de las caballerizas las cuales estaban en dirección contraria a la casa. No tenía ni idea de qué hora era, no tuvo la precaución de fijarse antes de salir; solo sabía que aún no tenía sueño por lo tanto no le importaba la hora que fuera. Una de las cosas que extrañaba del rancho era justamente el olor que había en las caballerizas; la mezcla de paja, caballos y sus desechos, le traía bonitos recuerdos. Neyra iba perdida en sus pensamientos y no escucho el ruido de los regadores automáticos del pasto anunciando que en un segundo comenzarían a regar el área verde por la cual ella iba caminando.

Cuando el agua fría empezó a mojarla vio que estaba a medio camino; iba a terminar igual de mojada si llegaba a las caballerizas o si regresaba a la casa. Opto por ir a ver los caballos, cuando llego a la caballerizas entro y dejo las puertas abiertas para poder ver donde encender la luz. Una vez que prendió las luces se quitó la bata negra con flores rojas para exprimirla, y después extenderla para que se escurriera un poco más. Se sujeto el pelo para exprimirlo lo más posible, mientras lo hacía comenzó a buscar algo para poder secarse; ya que estaba empapada.

Una Segunda OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora