Caso 10

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Dedicado a Olyver18

Estoy sentado en el pórtico de mi casa. Aún es temprano, pero ya se pueden divisar varias nubes en el cielo que anuncian lluvia.

Sé que no me hará para nada bien mojarme luego de haber tenido una crisis hace algunos días, pero tampoco  tengo deseos de entrar, de poner un pie en mi habitación.

Necesito pensar, así que decido salir a correr.

Las imágenes de Paula besándose con Matías vuelven a mi mente, y sacudo la cabeza con la esperanza de que se alejen y me dejen en paz, pero no lo hacen. Regresan para atormentarme, para hacerme sentir vulnerable.

Mi mejor amigo con la chica que me gusta desde hace meses. Linda historia, ¿no?

Maldita sea. Qué estúpido fui.

Aún recuerdo las conversaciones que teníamos, lo bien que me sentía cuando escuchaba su voz, cuando recibía algún mensaje suyo.

Creí que yo también le gustaba.

¿Dónde quedó todo aquello?


—¿Cómo has pasado el día?

Me levanté de la cama y avancé hacia la ventana de mi habitación. Ya era de noche y hacía frío, pero no por eso dejé de sentarme en el alféizar, intentando distinguir alguna estrella.

Era sábado en la noche, y los chicos de mi edad estaban pasándolo genial en el centro de la ciudad, pero yo no.

¿Qué puedo decir?

Yo no soy como el resto de los chicos de mi edad.

—Bastante bien, ya sabes—me sorprendí por lo profunda que había salido mi voz e intenté arreglarlo—. Me lo he pasado cuidando a mis hermanos, ¿y tú?

—Pues he aprendido a hacer algunos platillos nuevos. Mi mamá no me da ni chance de quedarme media hora acostada.

Solté una risita.

Paula podía ser demasiado vaga a veces. A menudo podía escuchar los regaños que le daba su madre por, supuestamente, no hacer nada productivo con su vida, pero a mí me encantaba así.

Me encantaba que ella fuese todo lo que yo no soy.

—Me lo imagino—dirigí la vista al reloj colocado en la mesa de noche, y avancé despacio hacia la cajita que contenía mis medicinas del día. La sensación de mis pies descalzos en el frío suelo de madera me hacía sentir bien en momentos dolorosos como ese—. ¿Piensas salir hoy?

—Sí. Unas amigas me invitaron a un club que está muy de moda por aquí, e iré a darle un vistazo.

Esa era otra de las cosas que más me gustaban de ella: lo extrovertido que resultaba su carácter.

Podía irse de fiesta tan solo una media hora, y aún así regresaba a casa con el móvil lleno de los números de las personas que había conocido. Pero, aparte de eso, era carismática, chillona, adorable, profunda e increíblemente sentimental.

Yo, en cambio, suelo pasarme los días en casa junto a mi familia, leyendo todo tipo de libros, haciendo ejercicios, componiendo melodías olvidadas o bien sentado en la cama dándole vida a mis pensamientos, y escribiendo mis frustraciones en un viejo cuaderno.

Pero sucede algo. Paula es de otro país, otro continente, otra cultura, y no voy a negarlo: ese detalle fue uno de los que más me llamaron la atención cuando empezamos a intercambiar opiniones.

Llegué a un punto en el que no veía la hora de conocerla en persona, invitarla a salir, hacerle la pregunta, robarle un beso.

—Qué bien—bajé la vista—. Espero que lo pases bomba.

Un día en mi vida #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora