Caso 11

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«A esa estrella que se apagó demasiado pronto»

Un cigarrillo, dos, tres.

El día está nublado.

Un leve destello de claridad entra a través de la persiana que lleva abierta quizás mucho tiempo. Las paredes de esta habitación, de un color que parece haber perdido su vitalidad hace siglos, me brindan una sensación de ahogo que intento disimular con demasiada calma. Miro los escuetos dibujos hechos a lápiz, y sonrío con nostalgia.

¿Pero por qué están ahí, en primer lugar?

Ah, sí. He intentado seguir un sueño y parece que he fallado.

Al menos los de ella, delineados con la pintura de su alma, tenían mucha más alegría.

Hoy es un día cualquiera del mes de septiembre de un año que prometía, desde sus primeras horas, cosas horripilantes.

Mi madre no está, pero su ausencia no es algo que me moleste. Estoy acostumbrado a lidiar con el abandono desde que era pequeño, así que los deseos de llorar no son algo que me abrume demasiado.

Huelo mal, lo admito, y creo que alguien ayer me lo dijo: una cara bonita llena de problemas que me gusta molestar todo el tiempo. Pero no tengo interés alguno en ducharme. El olor que emana mi cuerpo no será importante dentro de los planes que ya he trazado.

He sido, desde mi nacimiento, una persona que estaba destinada a acabar sus días de esta forma, como la peor lacra que existe. Supongo que, a pesar de tanto cariño, de tantas llamadas en mitad de la madrugada, de los deseos de ver las estrellas en algún lugar lejano como una persona marginada, este iba a ser mi fin.

«¿Por eso querías que te recordaran, BlackSEA?»

Mi egoísmo alcanza, una vez más, magnitudes desproporcionales.

Me sujeto a débiles imágenes que guardo en mi memoria por no tener un celular, y sonrío, porque sé que nadie más puede saber lo que tengo en mente.

Había anunciado este momento una y otra vez, algunas veces lleno de una alegría ajena, otras, hablando con la franqueza amarga que sólo la droga puede darte, pero estoy seguro de que obtendré lo que deseo: miles de encendedores alzados al cielo, y una canción que me haga querer levantarme de la caja que pronto será mi eterno hogar.

Recojo las piernas y las pego a mi pecho, como me gusta hacer cuando estoy triste, y solo. Las enérgicas y felices palabras de alguien vienen a mis oídos como una llamada de alerta, un aviso que puede eliminar el llanto de muchos, menos el mío.

No puedo evitar, a estas alturas, sentir que mis problemas son más grandes de lo que realmente son, y agarro una hoja cualquiera de una de mis libretas de clases. Montones de libros que no me importan caen al suelo, provocándome una mueca de molestia al recordar mis días en la escuela: otro lugar de sufrimiento.

Tantas caras vacías, tantas mentiras, tantos globos llenando murales de honor. Al menos aquel banco, lejano, en el que nadie más se sentaba porque había un sol horrendo sobre él, o porque estaba mojado casi siempre, será un buen recuerdo. Muchas corazas vacías se dejaban abiertas en ese lugar, donde quizás me podía sentir más humano de lo que muchos recordarán.

O tal vez sólo ella lo recuerde demasiado.

Con el aburrimiento de alguien que está listo para irse de este mundo, dejo una simple nota que pronto encontrarán junto a mi cuerpo. No me importa si mi madre, o mi propia abuela son las primeras en ver la escena que quedará fuera de mi imaginación en pocos instantes.

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⏰ Última actualización: Jul 07, 2021 ⏰

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Un día en mi vida #PGP2023Donde viven las historias. Descúbrelo ahora