Capítulo 36: Sophie

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¿Recuerdan cuando dije hace algunos días que creía que todo lo malo no terminaría ahí? ¿Que tenía un mal presentimiento? Bueno, mi mal presentimiento me cayó directo en la cara, pegándome un fuerte golpe justo en la mejilla.

Él tenía un punto en contra. Quizás era el único que tenía, pero no por eso dejaba de ser importante. Yo era una mujer fuerte, que pasé por un montón de cosas a lo largo de mi vida. Estaba jodidamente equivocado si pensaba que no pelearía. Porque lo haría, hell yes que lo haría.

5 horas antes | Circuito Gilles de Villeneuve, Montreal, Canadá.

Estoy nerviosísima. Si mi padre me mirara ahora mismo, me diría: ''Relaja esa cara, hija, que te saldrán arrugas antes de tiempo''.

¿Cómo evitarlo? Creo que con todo lo pasado en este último tiempo me saldrán patas de gallo, arrugas en la frente y hasta en el trasero si eso es posible. Ay dios, me matan los nervios.

Después de ir al camerino de Maurizio a desearle suerte, fui hasta la cafetería a hacerme un café. Quizás tomar cafeína no es lo mejor para la ansiedad, pero no puedo con esto. Caro está trabajando abajo en los pits, por lo que esta vez no me acompañará en la terraza. Subo, y de inmediato noto que no conozco a nadie a mi alrededor.

Aún así, preparo la cámara para trabajar con las fotos de la partida de la carrera. La competencia comienza y los autos se mueven a toda velocidad por la pista, todos buscando maneras de sobrepasarse unos con otros. Uh, el francés de Red Bull es muy rápido. Wow, Luciano también. Maurizio queda séptimo, y mientras más vueltas pasan, más nerviosa me siento.

Cuando Maurizio avanza a quinto lugar y termino con las fotos, hago una nota mental de pedirle a los de informática que me ayuden con un programa que no funcionaba en mi computador esta mañana.

Tengo un montón de cosas en la cabeza, tanto, que siento que explotará.

Otra cosa que explotará es mi vejiga, que me exige que vaya al baño, y sé que los nervios tienen que ver con eso. Siempre que estoy muy ansiosa o nerviosa me dan muchas ganas de hacer pipí, a cada rato.

Me dirijo al baño, el cual me cuesta encontrar porque hay un montón de puertas por todos lados. Como estamos en Canadá, aquí se habla Francés e Inglés. Como de Francés no se nada —aunque el acento es muy sensual, debo admitir—, me acerco a una mujer de pelo muy rubio y lentes rojos que parece ser una asistente.

Sorry, where... um, where is the bathroom? —le pregunto por el baño.

Over there —ella me apunta una puerta negra al final del pasillo.

Sonrío como agradecimiento, y me giro para avanzar hacia allá. El pasillo está desolado porque la mayoría de la gente está en la terraza, y hay mucho ruido por la carrera transmitida en varias pantallas por todos lados.

Entro al baño, hago lo que debo hacer, pero cuando salgo a lavarme las manos, veo a un hombre de negro mirando al espejo, y su pinta no me da buena espina. Tiene el pelo negro y largo amarrado en un moño desordenado.

Uh, excuse me? This is the women's bathroom —le digo que es el baño de mujeres, apuntando al símbolo que lo indica, pues claramente está equivocado.

I know that, blondie —lo sé, rubia. Su acento no es de aquí. Es Italiano, sin duda.

El hombre ladea su cabeza, dedicándome una sonrisa divertida. ¿Qué es tan gracioso? Voy a decir algo antes de salir corriendo, tratando de aparentar normalidad dentro de lo posible, pero quedo de piedra cuando otro hombre sale de uno de los cubículos, también de negro y con aspecto intimidante.

Contigo, para siempre. [#2]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora