6. Luz y Oscuridad

15 7 2
                                    

Sarah podía navegar por la mente de Diana con facilidad, y eso era lo que ahora hacía. Se escabullía estre la pesadez de sus aturdidos pensamientos, veía sus recuerdos,  sueños y conocía sus más íntimos deseos a pesar de estar a kilómetros de distancia pero lo más importante era que sabía de sus planes con el rey, información de sumo valor.

Se regocija en su prisión helada tras los barrotes de grueso hielo, uno que no podía romper con la fuerza de su mente. Hades no era tan tonto como ella pensaba, había tenido la valentía y el descaro de encerrarla para evitar que se desataran problemas mayores. Él sabía que lo menos que hacía Sarah era arrepentirse de sus actos pero seguía subestimando el poder de la princesa de hielo.

No le molestaba en lo absoluto sumirse en el espeso silencio pero su sonido favorito se había convertido en el de los pasos calmados de Hades acercándose a su prisión.

—Fue muy arriesgado —dijo él—Pero todo salió según lo planeado. En poco mi hermano estará aquí, en Stalar, si es que logra llegar con vida. Tú y yo dominaremos este reino, ya verás.

—¿Tú y yo? Creo que estás confundiendo las cosas. Tu condena es ser mi súbdito no mi rey —refutó ella con una sonrisa burlona en el rostro que él veía a través de los barrotes.

—¿Por qué? ¿Por tus poderosos dones? ¿Por tu piel violácea? ¿Por tu hermoso cabello blanco? Te recuerdo que soy hermano del rey.

—Y yo te recuerdo que soy su hija. Yo debería ser la heredera por eso me encargué de matar al bastardo de mi primo también. Y sí, solo tendrás suficiente poder para acabar conmigo cuando mi padre esté muerto a tus pies, por ahora que aún respira tu solo obedece — respondió la joven con una postura imperturbable y una mirada gélida en sus ojos negros que en contraste con su piel y cabello pálidos eran espeluznantes —Ahora si me disculpas, tengo trabajo que hacer.

—¿Qué tal vas con eso?

—Calla y lo sabrás luego —después de una fugaz mirada Sarah se sentó con sus largas piernas cruzadas en la oscuridad, de donde venía, por lo que Hades entendió que necesitaba de la soledad.

Si algo adoraba ella además del silencio era sentirse superior, porque lo era después de todo, es capaz de hipnotizar con su profunda mirada. La inmensidad de sus ojos demostraba lo no deseado, era todo aquello que jamás quisieras sentir y con facilidad podía ser la causante de tu último suspiro. La muerte habitaba su cuerpo y la llevaba a otros seres para mantenerse en vida. Este era un juego en el que muchos habían muerto pero faltaban cadáveres por caer ensangrentados a la nieve.

Y el objetivo no solo era su padre sino también su otra mitad.

Del otro lado del reino, pasando las altas montañas nevadas y surcando lo extensos y rocosos caminos estaba Diana retorciéndose de dolor, gritaba, lloraba, sentía que su cabeza iba a explotar de la presión que sentía en ella y podemos imaginar quién era la causante de su fatálico estado mental.

Damián, su hermano, la miraba con horror y le daba palabras de aliento que ella no se molestaba en escuchar. El zumbido en su cabeza resonaba cada vez con más fuerza hasta que se detuvo repentinamente para acabar con su sufrimiento al cabo de unos minutos. Parece que Sarah ha encontrado aquello que tanto buscaba.

—¡Ciel! —gritó con fuerza la chica al abrir los ojos.

Damián le dedicó una mirada de estupefacción a su hermana menor quien estaba sudada y con el rostro enrojecido. Él no tenía idea de a quién se refería pensó que pudo haber estado alucinando hasta que desesperada preguntó:

—¿Dónde está Ciel?

Él quedó perplejo, no sabía del propietario de semejante nombre tan raro. No lo había escuchado en su vida.

KelinorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora