3. Bienvenido a Kelinor

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Me encuentro completamente aburrido, acomodado en el inmenso sofá con vista a toda la Ciudad Central y a mi lado, mi sobrino B, como le digo para abreviar su nombre, también mira por el ventanal.

Sus pensamientos son tan monótonos como los míos pero la noche se pone interesante con la esperada pregunta.

—¿Si eres de mi familia por qué no te había visto antes? Ni siquiera me habían hablado de tí.

—Larga historia muchacho —contesto aún sin mirarlo.

—Tengo la eternidad.

—No tienes la condición de vivir para siempre.

—¿Tu sí? — me limité a negar con la cabeza —No sé por qué me siento tan extraño desde que llegué a este lugar. Es hermoso pero me repleta de rareza.

Suspiré profundamente y me preparé la la confeción —Puedo meterme en tus pensamientos— me miró con estupefación —Pero esto no es lo más interesante que tengo por decir.

Fascinado debes encontrarte con la belleza de este lugar, con lo poco que has podido admirar hasta el momento pero aquí estoy yo para desvelarte sus misterios, mostrarte sus rarezas y resolver tus incógnitas.

Las ajetreadas calles, las playas repletas y los variados y pintorescos negocios no son más que la fachada de un sitio que oculta cientos de verdades, como que todos llevan las sonrisas guardadas en el bolso.

—Eso pude apreciarlo, noté la seriedad en sus rostros.

Te estás preguntando cómo es posible que yo conozca estos secretos pero esa pregunta tiene una fácil respuesta: pertenezco al gobierno más conocido como el Alto Reinado Demócrata, razón por la cual puedo hundirme en tu mente y nadar entre tus más oscuros recuerdos.

Todos los elegidos son parte de un proyecto de renovación y a mí se me otorgó esto a lo que tu puedes llamar don pero yo lo considero un gran castigo.

Pocos me parecen interesantes, con una mirada puedo saberlo todo de ellos, pero aquella chica no era fácil de descifrar. Esa mujer era un misterio en sí misma.

—¿Dónde está ahora? ¿Qué pasó con ella?

—Para entender eso debes conocer Kelinor — dije esta vez en voz alta.

—Ya lo conozco. No he recorrido Mercia completamente pero la Ciudad Central me parece moderna y muy atractiva.

No, definitivamente estás igual de cegado que todo nuestro pueblo. En este reinado la democracia es inexistente.

No solo es la hermosa ciudad de Mercia y la millonaria Central, sino que te falta por conocer tres ciudades: Stalar, Paleum y Dambet.

Cuenta la historia de Kelinor que nuestro eterno rey se enamoró perdidamente de una stalariana.

—Ese gentilicio suena horrible.

—¡Cállate! No me interrumpas.

Deberías saber que cada una de nuestras ciudades tienen climas completamente distintos. Stalar es la ciudad norte, donde el frío abrazador puede matar en segundos, y la supervivencia se hace compleja, al igual que en Paleum. Se dice que en esta última se ven fantasmas a lo largo de los espesos bosques.

—¿Muchas muertes en el bosque? ¿Las almas pobres flotan por los aires?

Yo las llamaría "almas en desgracia" pero este no es el punto al que quiero llegar.

Yo crecí en Dambert, la región más hermosa. Es un inmenso campo floreado, lleno de vida y felicidad.

—¿Y por qué comenzaste hablándome del rey?

—Yo me enamoré de la persona equivocada — el corazón se me estrujó solo de pensar en ella.

—¿También era una stalariana? — asentí —¿Y qué tiene eso de malo? Los humanos nos adaptamos a diferentes climas. Tú pudiste pasar de la frescura primaveral de tu región al intenso sol de esta.

—Ya lo has dicho tú; los humanos, y ella no lo era.

—¡¿Qué?!

Así como lo escuchas y como lo leéis todos ustedes. En 2102 se comenzaron a hacer experimentos con los pocos habitantes que tenía el joven reino en aquel entonces pero las cosas no salieron nada bien.

Los sujetos no resistían el eterno calor de las regiones principales, se evidenció un carácter agresivo y eran manipuladores por naturaleza, así que unos años después los desterraron a todos hacia el norte porque son en extremo peligrosos, ellos son los stalarianos.

—¿Cómo conociste a esa chica estonces?

Escapó. Se mezcló en las calles de Mercia como una habitante cualquiera. Consiguió trabajo en una pastelería y un día, el mejor día de mi vida, la conocí, hace muchos años, cuando yo no era más que otro que consiguió huir a la gran ciudad.

Estaba muy enamorado de ella pero siempre notaba su mirada fría y su belleza parecía sobrenatural. Es así que años después me lo confesó. Me contó las atrocidades que en el norte ocurrían y que le eran ocultadas al resto del reino, solo los que permanecían en la Ciudad Central, los ricos, lo sabían.

—Pero algo está mal en la línea de tiempo. No entiendo.

—Lo siento B.

—¿Por qué deberías disculparte?

—Hay algo que aún no conoces. Yo soy el rey.

KelinorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora