7. Guerra de Amor y Muerte

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—Pero... Hay cosas que aún no entiendo —le comentó Diana curiosa.

—Vamos, habla — dijo Sarah con simpleza.

Al notar tu desconcierto mi deber es explicar lo sucedido anteriormente. Ahora las gemelas, ya sin fronteras que las separen, intentan aclarar su situación siendo totalmente sinceras una con la otra, o al menos eso creía la portadora de la luz.

Debía Diana entender la naturaleza fría de su hermana. Sarah había soñado con este momento, no solo por completar las mitades divididas del reino y dar libertad a los stalarianos sino que deseaba aquel trono con todas sus fuerzas. Lo que era inconcebible era que mintiera a la única persona que creía plenamente en ella.

Diana, a pesar de estar totalmente confundida y un poco aterrada confiaba en sus instintos y estos le decían que entre ella y la chica de piel violácea hay una fuerte conexión. Sentía al fin que estaba en casa, que el Palacio era su hogar pero a la vez la energía era extraña como si algo aún andara mal. Y tenía toda la razón, nada está bien aún, solo que ella se mantenía en la ignorancia.

—¿Damián es tu hermano también?

—¿Ese chico? Claro que no. Él no es tu hermano porque no es hijo del rey — respondió aún sin mirarla. Tenía los ojos cerrados y la cabeza recostada hacia atrás en una pose cómoda y relajada cosa que le irritó un poco a la menor.

—No lo entiendo ¿Quién es nuestra madre? ¿Dónde nací exactamente? ¿Cuántos años tenemos de diferencia?

—Tenemos casi un siglo de diferencia — respondió con ese tono desinteresado que la caracteriza.

Diana respiró profundamente para que la paciencia invadiera su ser en la medida de lo posible, la necesitaba para lidiar con la chica de aura oscura que ante ella se encontraba.

—¿Serías tan amable de explicarme?

La aludida bufó y cambió de pose, preparándose para comenzar a contar aquella larga y enredada historia que por años había esperado revelar pero que ahora, con todo a su alcance, ya no le importaba, no como a su gemela.

—Siglos atrás, cuando Kelinor aún no existía y nuestro planeta aún era habitable comenzaron a hacer experimentos con humanos. Los metían en cápsulas con tanques de oxígeno y esperaban a ver el efecto que sus invenciones causaban en ellos — Sarah hizo una pausa de a penas unos segundos pero que resultó suficiente tiempo para infundar en la mente de la otra y transferirle las imágenes que algún día su padre, el rey, víctima de estos experimentos le dio a ella —Los resultados fueron los esperados. Personas capaces de ver el futuro, de sentir presencias esperituales, de no tener la menor pizca de compasión en su alma, de manipular a su antojo tanto objetos como mentes ajenas, crear portales a dimensiones alternas, pieles de colores extraños, y otras cosas que apenas pudieras imaginar.

—Esos somos...

—Sí, somos nosotros los habitantes de Kelinor. Todos completamente diferentes pero unidos por nuestros ancestros.

—Pero... ¿Por qué dividirnos? ¿Por qué ocultarnos unos a los otros? ¿Por qué terminaste desterrada a Stalar?

—La "fuente" — dijo Sarah desviándo la mirada para pensar un poco, no sin antes desconectarse de la mente de su hermana para que esta no viera sus recuerdos. Ahora todo el poder de esta piedra mágica estaba en ella.

—¿Qué tiene esta? — preguntó ladeando la cabeza.

—Todo el que la posea puede controlar el clima y ver lo que pasa en cada parte del reino menos en Stalar — Diana estaba lista para preguntar pero Sarah prosiguió ya que sabía lo que diría —Los más poderosos somos los stalarianos y lo único que la "fuente" logra controlar en ellos es su resistencia a las altas temperaturas pero ahora tú y yo cambiaremos eso. Nuestro padre nos separó del mundo siendo él uno de nosotros, al igual que nuestra madre, pero eso va a cambiar — respetó con vigor la chica.

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⏰ Última actualización: Jul 05, 2020 ⏰

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