4. Su verdadero poder

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La mansión se había repletado de amplias sonrisas, bolsas de regalos, abrazos, besos; el amor y la felicidad fluían en el aire.

Era el cumpleaños de la pequeña Sarah, por eso ella se encontraba en la lujosa propiedad. Había estado antes ahí para el cumpleaños de Max, el hijo mayor, en su fiesta de los diez años, por eso también fue recibida en la entrada con un cálido saludo y la emoción de los niños.

Deseaba haber tenido una familia semejante, no solo por su posición social o por la inmensa casa, ubicada en una de las verdosas montañas que rodean y tiene unas vistas hermosas a todo el bosque de Paleum, sino también por la felicidad que emanaba de cada uno de sus miembros.

Ahora creía haber llegado demasiado antes y no sabía que otra cosa hacer que no fuera saludar y escuchar conversaciones ajenas, así que se sentó en uno de los butacones del inmenso salón.

La mayoría hablaba de la realeza, de la inesperada noticia que dio el eterno rey hace unos días. Tenía un heredero al trono, un joven sobrino recién llegado al reino. Decía también que habría un cambio de suma importancia para Kelinor, para los habitantes, para su pueblo.

Aburrida del tema, comenzó a contemplar la belleza del lugar. Las decoraciones eran azul cielo, al igual que las luces que salían de los reflectores y apuntaban hacia las escaleras que seguramente serían usadas para que la pequeña cumpleañera tuviera una entrada magistral. Casualmente la niña se dirigía dando saltitos hacia ella.

—¡Hola! Yo te recuerdo, eres esa chica que hacía desaparecer palomas y teletranportaba cosas. Eres súper cool— dijo con emoción lo que hizo soltar a Ester una risita.

—Si que tienes buena memoria bonita ¿Te gusta la magia?

—¡Si! Ojalá vivieras conmigo y me hicieras magia todos los días — y terminada esa frase saltó a abrazarla, sin motivo, sin razón.

No recordaba la última vez que había recibido uno de esos cálidos y sinceros apretones. El corazón le latió más rápido cuando la tenía acurrucada en sus brazos. Le recordó a su hermanita pero con la diferencia de que esta la aborrecía.

Disfrutó ese abrazo lo más que pudo y le dijo en el oído a la pequeña: —¿Quieres que te enseñe mis poderes?

—Siiii —vociferó con alegría arrastrando la última letra —Seré una princesa maga. Vamos al jardín porque mami me pedirá que salude a los invitados y yo no quiero.

Riendo y a paso apresurado guió a Ester por los pasillos y salones con columnas de mármol, pisos bien pulidos, paredes llenas de arte, muebles carísimos y todos los lujos que ella jamás podría darse.

Se comenzó a preguntar por qué esta familia no vivía en la Cuidad Central y si conocían el gran secreto que guardaba el horizonte pero automáticamente, al pasar por la cocina y ver uno de los cuchillos perfectamente afilado, sin poder evitarlo, pensó en él.

Todo su cuerpo se tensó y Sarah pareció notarlo porque se giró, miró hacia arriba y ladeó su rostro.

—¡Sarah cariño! ¿Dónde estás? Ya es hora de que te pongas tu vestido — se escuchó repentinamente la voz de la madre avanzando por el pasillo.

La figura esbelta de la mujer se apoyó sobre una columna, donde ellas podían verla —Es que Ester me iba a convertir en una hechicera como ella— alternó la vista entre la maga y su madre.

—Lo siento, no fue mi intención es que ella estaba muy entusiasmada...

—No hay problema cariño. Sarah lleva todo el día hablando de tí. Deberías venir a menudo. Es un placer tenerte aquí — otro cálido golpe a su destrozado corazón.

Él no me lo permitiría ni en mis sueños — pensó ella cabizbaja, pero no tuvo que formular una respuesta porque la pequeña se había ido.

—No sabes cuanto me alegro de que pases tiempo con Sarah. Desde el diagnóstico sus amigos se han alejado de ella y a pesar de eso ahí en su rostro está su sonrisa.

—Eso es muy injusto — fue lo único que pudo articular porque en su mente sintió como toda su vida pasaba frente a sus ojos.

El mundo era injusto. ¿Cuánto no había luchado ella para alcanzar sus sueños? Mucho, muchísimo, y sin embargo a aprendido que solo una persona puede arrebatarte el alma en un segundo, en un simple parpadeo.

¿Durante estos años el tiempo le había respondido con la verdad?

No. Había vivido con miedo porque de sus acciones dependía la vida de los que amaba. El que se había presentado como el amor de su vida cumplia el rol de titiritero. Muchos sueños olvidados, vidas pendiendo de hilos.

En el hermoso salón iluminado por el sol, reinaba el silencio hasta que la robusta voz del padre se escuchó.

—Es la hora del show.

Así que fingió su mejor sonrisa y los siguió.

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