El Amor que Florece y no se Olvida.
¿Quién iba a pensar que dos personas totalmente inesperadas pudieran estar juntas? ¿Quién podría adivinar que el amor sería tan inesperado? ¿Quién diría que un corazón podía volver a ser cautivado rápidamente? Pero... ¿Quién diría que un amor solo podría ser compartido, pero jamás olvidado?
Lolito era un el único integrante de todo Karmaland con un flamante cabello anaranjado, su color tan peculiar lo hacía destacarse siempre entre todos, era por eso que cada vez que quería hacer alguna trastada... era descubierto en un abrir y cerrar de ojos. Al principio eso le enfurecía, pues su llamativo pelo hacía que siempre lo estuvieran viendo y, entonces, no podía mantener nada en secreto. Pensó en cortárselo, teñírselo o cualquier otra cosa para que dejaran de observarle tanto. Hasta que se conoció a quién amó tanto su cabello que no volvió a pensar en quitárselo, por el contrario, desde esas dulces palabras, Lolito cuidaba con sumo esmero su anaranjada cabellera.
"Tu cabello es hermoso, Lolito. Es lo que más me gusta de ti". Le había confesado una vez Mangel, un chico con cabello negro, lentes azules y su eterna vestimenta de navy seal. Las circunstancias habían ocasionado que ambos hubieran tenido que convivir juntos y apartados del resto por un largo período de tiempo, el suficiente como para que uno se enamorara del otro. Para cuando pudieron reunirse nuevamente con sus demás compañeros, ya habían anunciado su tan alegre relación.
Mangelito, como les decían sus compañeros, habían decidido vivir juntos, ya que la anterior experiencia les había dado el conocimiento necesario sobre la persona contraria como para que pudieran convivir uno cerca del otro sin inconvenientes; y así fue.
Los chicos estaban felices en su casa de ladrillos rojos. Lolito la había construido casi en su totalidad, mientras Mangel había sido el encargado de decorarla e ir por los alimentos. Es decir, mientras el de cabello naranja edificaba la casa, el navy seal se encargaba de cazar y recolectar verduras para tener una buena guarnición.
Mangel, en su camino a casa, halló una hermoso brote azul con naranja; dejando a un lado la comida que llevaba en sus manos, sacó una pala y sacó la flor desde la raíz y lo metió en un balde con tierra. Acomodando todo de nuevo en sus brazos se aproximó al patio de su casa y, procurando que Lolito no le viera, plantó la pequeña flor, regándola y mirándola; era simplemente divina. Contento con el resultado, se encaminó con toda la comida a la puerta principal, donde le recibió su novio con un dulce beso en los labios.
Los meses pasaron y su amor cada día crecía más. Se amaban más que Luzu y Auron, o Fargan con Willy. Las tres parejas solían juntarse para hablar de su dulce amor, mientras Alexby, Rubius y Vegetta refunfuñaban de los celos que sentían por ser los únicos sin parejas. Y es que habían tenido la desgracia de haberse confesado en vano: Alexby a Fargan, Rubius a Auron y Vegetta a Willy; fallaron y quedaron como los buenos amigos de los respectivos chicos. El amor apestaba para ellos.
Y más para Rubius, pues no se sentía tan mal por el rechazo de Auron, ya que, tiempo después, había descubierto que su amor no era para el chico psicólogo, sino con el mejor amigo de éste, que siempre estaba a su lado: Lolito. Y no le sorprendía. El chico con el cabello anaranjado siempre estaba alegrando sus días, con su contagiosa risa y sus bromas infantiles que le calentaban el corazón.
Sin embargo, era un amor unilateral que jamás podría ser cambiado, pues el chico estaba con su mejor amigo, Mangel. Y era feliz viéndolo juntos, así que así estaría bien.
Sin embargo, de un día para otro todo se fue a la mierda.
Un meteorito cayó sin previo en Karmaland, justo donde Mangel y Auron habían decidido ir a pescar, una acción tan poco común entre ellos como el inmenso asteroide que, tan rápido como apareció, se estrelló contra el pequeño bote donde el par de amigos buscaba peces.