El eterno amante de la novia fiel

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A ella siempre la vi con aprecio, con estima, con ansiedad, pues sabía que el destino marcaba nuestra unión y que, a pesar del tiempo, algún día estaríamos juntos.

No sé en qué momento brotó mi fascinación por ella, ni cuál fue la razón que la motivó; sólo pasó. Imaginaba lo que sería encontrarla por primera vez, sentir su presencia, respirar su aroma, disfrutar su esencia. Algunos pensaban que estaba loco, que debía atenderme, pero sabía muy bien que nada ni nadie, excepto ella, calmarían mi ansiedad.

Y nadie lo entendía porque todos le han temido desde que lo recuerdo; al parecer, desde siempre. Decían respetarla, pero se burlaban de ella a la vez que le temían, ¿qué clase de respeto es ese? No es digna del terror que le atribuyen; ella es toda amor, ella toda fidelidad.

Y nadie me entendía, porque deseaba estar con ella lo antes posible; no podía esperar por nuestro encuentro. Ayer fue el día en que mi paciencia se terminó y mi ansiedad y deseo por encontrarla vencieron. Muchos son los caminos que me harían llegar a ella; el natural, en definitiva, no era de mi predilección. Un beso de plomo; adiós.

Ahí estaba ella; lucía tal y como la soñé, justo como la anhelé. Vestía elegante, con un porte como ninguno y una fragancia que nunca antes respiré; era perfecta, era el tiempo, perfecto. Decía no esperarme todavía, pero estar alegre por mi llegada; robó mi último aliento. Un beso selló nuestra unión; nuestro encuentro, tan hermoso, sería para la eternidad.

Éramos sólo ella y yo, en una danza que me transportaba a otro mundo y me elevaba a una condición casi inmortal, aún siendo nada más que un sucio mortal. Aún así, ella me eligió. Ella, la novia fiel.

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