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Chad:

—Somos libres. —Pronuncia Miranda provocándome una risa. 

Presiono el móvil a mi oído y sonrio bajando la mirada, rasco la punta de mi nariz y mi sonrisa se mantiene.

—¿Y me has llamado para decirme que ya no vamos a casarnos?

—Bueno, no sé lo que hiciste, pero gracias.

—Así que has llamado para agradecer.

—Disfrútalo, será la única y última vez.

Mi sonrisa se expande.

Ella suelta un suspiro aliviado. —Ahora hare lo que debí hacer cuando estábamos comprometidos. Irme de viaje.

—Que tengas un buen viaje, Miranda. —Pronuncio, me tomo unos segundos y se lo digo. —Y gracias.

Su silencio no dura mucho. —Igualmente, Chad.

Corto la llamada y regreso mi atención a la tienda que yace esperándome, releo el nombre antes de guardar mi móvil e ingresar al lugar donde encontrare un buen traje para mi boda.

Otra vez mi móvil suena, salgo a la calle y respondo la llamada.

¿Qué demonios?






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—Solo la descuidamos un minuto. —Llora la madre de Daysi, su hermana la consuela rodeándole con los brazos. —¿Dónde puede estar?

—En su condición no puede andar sola por la calle.

Un malestar por la preocupación me hace doler el pecho, sin embargo intento mantener estable por fuera para no preocupar más a esa mujer.

¿Dónde se ha metido, Daysi?

¿Y por qué se ha ido sin decir nada?

Mantengo la mirada sobre el salón de "casa de novias", hay por lo menos tres mujeres con sus familiares o acompañantes igual de femeninas, observando los vestidos, una que otra viendo con disimulo a la madre de Daysi llorar, la mujer que los atendio le alcanza un vaso con agua y le asegura que todo estará bien.

Trago saliva nervioso y ahora mi teléfono suena.

Para alivio de todos ...

Es Daysi.

12 meses para decir adiósDonde viven las historias. Descúbrelo ahora