3||Elise

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Benditas sean las pastillas para la resaca y el maquillaje, o quien sabe que sería de mi a esta altura de mi vida.

Al final, hice lo que mi primo recomendó y me embriagué junto a él, cosa que Caleb y Silene disfrutaron bastante. Sé que Adam está bien, a él jamás le ha pegado la resaca ¿Pero a mi? A mi el alcohol me da una bofetada siempre que abuso de él y termino con un dolor de cabeza espantoso. Por suerte, existe algo llamado aspirina que me permite hacer mi vida cotidiana sin sentir que mis sesos explotarán.

Gracias medicina moderna, haces de mis borracheras un sueño hecho realidad.

Ignoro el mensaje de Caleb sobre faltar al trabajo el día de hoy. Desperté en su casa y él insistió hasta el cansancio que no tenía que trabajar en este estado, así que escapé como toda una ninja por el patio trasero. El que mi novio sea mi jefe no me impide ser profesional y hacer lo que todas las personas con empleos y resacas hacen: maquillarse, ponerse unos lentes de sol y fingir que todo esta bien. Aplico máscara en mis pestañas, polvo sobre mis ojeras y, ¡voila!

En serio soy buena cubriendo mis resacas porque mi cara ahora parece la de alguien que jamás ha tomado alcohol en su vida. Bien hecho, Elise.

Ato mi cabello en un moño lo suficientemente arreglado para que no parezca que no me peine, pero lo suficientemente desarreglado para que no parezca que lo forcé. Tomé ropa de mi apartamento antes de venir y eso es lo que traigo puesto: unos jeans ajustados y una linda blusa blanca que le queda muy bien a mi piel bronceada; ventajas de vivir en california. Me doy un último vistazo en el espejo retrovisor de mi auto y me aplaudo a mi misma, ni siquiera necesito los lentes de sol, así que solo los coloco sobre mi cabeza y tomo mi bolso antes de salir hacia el estacionamiento.

He llegado al trabajo media hora antes luego de una noche en la que solo recuerdo la mitad. Misión cumplida.

Camino por el estacionamiento hasta llegar a los jardines que me conozco muy bien. El Centro de Artes J.S debe de ser mi lugar favorito en todo el mundo, pues es el lugar en el que aprendí que, aunque mi sueño se escapó de mis manos, puedo ayudar a otros a cumplirlos. Aquí, donde cientos de personas de distintas edades aprenden sobre diferentes formas de arte dentro de las ocho cedes que rodean el amplio jardín que funciona como un campús, descubrí que jamás podría vivir alejada del arte. Yo pertenezco a este lugar que forma estrellas de distintas naturalezas.

Aquí me ayudaron a esculpir a la Elise que soy hoy, por eso me siento como en casa mientras me abro camino por los senderos.

Me dirijo a la sede de música, el edificio con notas musicales al lado oeste de los jardines, y veo lo de siempre: personas pintando, cantando, bailando, haciendo arte a su manera ¿Alguna vez podré no emocionarme al entrar aquí? ¡Lo dudo! Saludo a algunos chicos y chicas que reconozco y aprovecho para tomarme una foto y enviársela a Caleb, así sabrá que no me veo como un zombie y que vine al trabajo a pesar de sus sugerencias. Guardo el teléfono y sonrío cuando veo a dos mujeres frente a un mural en proceso.

Lilian, la directora del departamento de artes plásticas, y Dalia, quien dirige el de baile, son dos de las personas que me ayudaron en mis momentos más difíciles. Es por ello que apuro mi paso y abrazo por la espalda a la pelirroja, eso la asusta al punto en el que da un brinco. Lili ríe.

—¡Elise! ¡Casi me causas un infarto! —exclama Dalia —. Cariño, yo ya no estoy tan joven. Debes dejar de darme esos sustos.

Tonterías, las dos parecen de mi edad. Los años no les hacen efecto.

Elise miente sobre nosotras pareciendo de su edad —Lilian traduce mis palabras a su estilo. Ella, su esposo y su hijo saben lenguaje de señas —. No tienes que decirnos eso, ya nos caes bien. Las mentiras piadosas no te sirven de nada.

Los Lirios Perdidos de Mich y Eli || Libro #3.5 de P.EDonde viven las historias. Descúbrelo ahora