Epílogo

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El día se había tornado de un gris intenso, gracias a las nubes que oscurecían el cielo, gotas de
lluvia comenzaron a chocar contra la gran ventana de cristal del apartamento. Ese día me recordó a los dos meses que pasé con Eduardo en el hospital, él aun sin reaccionar, y yo sufriendo cada día más.

Había abandonado la academia, justamente para dedicarme de lleno a él. Con el pasar del tiempo, lo trasladaron a su casa, donde se encontraría más cómodo por así decirlo, aunque yo solo quería que despertara.

También congele el semestre en la universidad, así podría ayudar a la señora Maxinina, los padres de Eduardo volvieron a Bronwsville pero su madre iba una vez a la semana a la casa de Maximina para ver como seguía su hijo.

Yo pasaba gran parte de mi día con él, leyendo, o escuchando música, de esas que le gustaban a él.

—¿Kati' te pasa algo? — me preguntó Fernanda quien me ayudaba a organizar las cosas de la mudanza.

Fue en ese momento que me di cuenta de las lágrimas que se deslizaban por mis mejillas. Las seque rápidamente.

—Nada, solo estaba… recordando.

Ella me dio una dulce mirada y me abrazo. — Le extrañe tanto. — confesé en medio del abrazo.

—Eh, chicas, dejemos eso atrás ¿si? Que les parece si pongo música para animar el ambiente. — hablo Armando, quien también había venido a ayudarme.

—¿Te gusta esa idea? — me pregunto Fernanda, la aparte con un empujóncito. Odiaba cuando me trataba como una niña pequeña

—Deja de tratarme así, — mire a Armando — Que sea música buena, nada triste.

—Como usted diga.

Entre en una de las habitaciones para ordenar ahí. Intente distraerme pero no lo logré. Mi mente viajo al día en que decidieron desconectarlo.

Yo me negaba rotundamente, y alegaba que existían personas que pasaban años en coma y al final despertaban. Pero ellos no escucharon, los médicos no nos daban grandes esperanzas, el mundo parecía estar en mi contra.

Recuerdo haberle visto en la cama, tendido, sumamente quieto, y me dolió tanto saber que probablemente ese sería el final. Saber que probablemente no lo vería más, ni lo besaría ni estaríamos juntos, ni una mierda.

Me enoje, quise abofetearlo, y gritarle que no me podía dejar sola. Que simplemente no podía.

Pero él no... No podía escucharme, o tal vez si. Eso no lo sabía. Me senté junto a él, deposite un beso en su boca.

—Sabes que tienes que seguir aquí conmigo ¿no? — su semblante era pálido — Hoy, te van a desconectar, yo no quiero, tus padres así lo decidieron. Pero solo espero que me hagas el favor Eduardo Villarroel, y respires por tu cuenta. Deja la flojera. Tú… no me puedes dejar sola, —la voz de me quebró — ni en esta vida ni en la otra. Así que no te atrevas. Tu lo prometiste, y debes cumplir…

En ese momento los médicos y los papás de Eduardo entraron a la habitación, todo estaba listo.

Le di una última mirada y en mis pensamientos le dije «no me dejes amor»

Desalojamos la habitación y con el alma en un hilo espere a que la bendita doctora saliera, y nos dijera que él respiraba por su cuenta pero…

Escuche el ruido de las llaves del apartamento  y eso solo significaba una cosa, salí de la habitación y fue entonces cuando lo vi.

De pié junto a la entrada quitándose los zapatos con bolsas de comida china en sus manos, que guapo era. De inmediato me miro, y sonrió.

Pasó a la cocina y yo le seguí, por suerte el área estaba despejada. De seguro Fernando y Armando estaban en otra parte.

Lo abrace por la espalda mientras el organizaba la comida, aspire su aroma, y lo apreté más fuerte. Escuche su risa.

—No me voy a ir de su lado señorita — esta vez fui yo quien reí. Él se volvió y me miro, con sus ojos marrones irradiando picardía.

—Tenemos que hacer muchas cosas primero como por ejemplo estrenar nuestra habitación esta noche — me beso la frente y volvió a mirarme — También, la sala de estar, el baño, y si quieres comenzamos por la cocina justo ahora.

Solté una carcajada —¿Estas loco sabías?

—Si por ti — su aliento me rozó los labios y sin aguantarme, lo bese. Respire profundo al sentir el contacto de sus labios junto a los míos. Él se separó.

—Me falto mencionar, que aún falta tener otra luna de miel, en Portugal ¿te gustaría?

Lo mire sorprendida y no pude evitar saltar de emoción.

—¿Viajaremos a Europa? — le pregunte a un sin creerlo.

—Por todo el mundo si así lo deseas.

Rodee su cuello con mis brazos y él me agarro por la cintura atrayendome a él con fuerza.

—Te amo Katina.

—Y yo a ti Eduardo.

Fin.

[...]

Ahora si, esta es la despedida. Espero les haya gustado, de nuevo les pido disculpas por lo mucho que me tarde en actualizar. Muchas gracias.

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Besame Sin Sentir [Terminada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora