Capítulo 1: ''Bienvenida a Deadwoods''

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-Apellido.

-Reed.

-¿Nombre?

-Skylar.

Mis respuestas eran justas y tenía un hilo de voz. La mujer rechoncha que se encontraba del otro lado del escritorio me ofreció una sonrisa forzada mientras sus ojos me miraban sin un solo toque de gracia.

-Bonito nombre. - El sarcasmo era algo que podría reconocer hasta con los oídos tapados.

Me las ingenié para sonreír cálidamente. Mis dedos tocaban un compás el cual venía repitiendo unas veinte veces desde que había entrado a esta oficina. La cual, para ser sincera, no era como me la esperaba. Las paredes eran de un color apagado, de esos que son una mezcla de azul obscuro y negro. De esos colores que la gente no conoce y los que si lo hacen, lo apodan con nombres tales como ''Blu'' y no, no es el color azul. Era uno más apagado y sin vida. El cuarto era silencioso y eso lo hacía jodidamente espeluznante. La regordeta seguía tipiando cosas en su computadora que sinceramente no tenía ni la más mismísima idea de lo que eran, inspeccioné todo el lugar. Buscaba una señal de vida que me dijera que esta mujer no era solo una solitaria que en sus tiempos pasados había sido animadora, porque eso era todo lo que podía ver, estantes repletos de trofeos. La muchacha platinada en la cima levantando unos pompones dorados los cuales estaban petrificados se repetía por lo menos unas treinta veces. Quité mi mirada de aquellas hilarantes estatuas. Mis ojos observaron todo el panorama hasta encontrarme con los pequeños ojos marrones de la mujer en frente de mí.

-Todo está hecho. - Volvió a sonreír, su pasatiempo favorito parecía.

Me levanté con cautela y extendí mi mano. Sus dedos cortos y regordetos estrecharon los míos. Sonreí forzadamente y saqué mi mano despacio hasta meterla en el bolsillo trasero de mi jean ajustado.

-No olvides entregar este papel a los profesores de tus clases. - Dijo mientras rebuscaba entre sus carpetas de un color hueso. Me extendió una hoja blanca con espacios en blanco y con diferentes inscripciones que no leí.- ¡Oh! Toma esto también.- Me dio una hoja mucho más grande la cual leí de una pasada. Los horarios de clase.

-Muchas gracias Mindy.- mis dientes blancos se asomaron nuevamente.

Tomé mi mochila purpura que se encontraba en el suelo y me la colgué en un hombro, me di la vuelta y antes de cerrar la puerta pude escuchar a la secretaria del instituto volver a hablar.

-¡No olvides traer la hoja pequeña al final de clases!

No me fui sin antes asentir con la cabeza. Maldición los nervios me carcomían. Y mis piernas no sabían por dónde ir una vez que salí de la secretaría. Miré hacia ambos lados del pasillo que estaba desierto.

Genial.

Miré la hoja que contenía mis horarios. Tocaba química y eso sería genial si supiera donde mierda ir, porque para ser sincera no tenía ni la más puta idea de donde estaba parada. La clase había comenzado hace diez minutos y eso me hacía preocuparme. Caminé, troté y casi corrí por los pasillos. Para mi suerte no había ni un miserable cartel que dijera que clase se tomaba allí.

Muy bien, ya puedes hacer el ridículo.

Toqué bastantes puertas y me humillé bastantes veces. ''Perdón, no quería interrumpir'' ''Pensé que era el salón de Química'' ''¿Dónde está el salón de química?'' '' ¿DÓNDE JODIDA MIERDA ESTÁ EL PUTO SALÓN DE QUÍMICA?'' Okey, ese último no lo había dicho ni una vez, pero luego de unas diez puertas golpeadas la rabia me carcomía. ¿Tan estúpidos eran los profesores que me daban indicaciones equivocadas? Es que, dónde estaba ese chico guapo que te enseñaba la escuela y te enamorabas de él, sin contar que era el capitán de fútbol americano del instituto.

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