Capítulo 2: "Creo que te has colado a la fiesta"

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-¡Mamá voy a salir!- le grité desde el lumbral de la casa.

-¿No te parece muy tarde Skylar?- su tono dejaba claro que me lo estaba prohibiendo amablemente.

 Una mujer rubia de unos cuarenta años bajó por las escaleras. Sí, mi madre era bonita. Era de esas clásicas bellezas. Su cabello rubio siempre estaba sujeto y su rostro siempre estaba maquillado de una forma cálida y natural. Vino hacia mí acomodando su vestido floreado que terminaba por debajo de sus rodillas.

-¿A dónde vas con esas pintas?

  Llevaba puesto un vestido blanco sin mangas pegado al cuerpo que me llegaba una mano antes que mis rodillas y unos botines negros que hacían juego con mí chaqueta de cuero.

-Hay una fiesta.- La miré de reojo para captar su expresión.

-¿Una fiesta?- Preguntó levantando una ceja.- Así que ya andas de fiesta.

-Si es que me dejas ir.- Resoplé.- Iré con Donnie.

 Su rostro formó una gran sonrisa y lo único que pude hacer fue agradecerle a Dios por haberme dado está maravillosa oportunidad. Gracias Donnie.

-¿Donnie Robinson?- Pude ver alegría en sus ojos. Maldición, esto era bueno.- La pequeña Robinson, como no recordarla.

 Bueno, a mí si me había costado recordarla. Más de lo que a ella. Punto para Anna.

-Bueno, sí.- Tomé las llaves del auto que se encontraban colgadas cerca de la puerta principal.- Y se me hace tarde.- Dije escurriendome rápidamente de casa.

-¡No llegues tarde!- Escuché detrás de la puerta.

 Me alejé de la casa y me monté en el auto. El cielo estaba cuebierto de millones de estrellas y clima era cálido. Me adentré en algunas calles no muy iluminadas, las cuales me hacían helar los huesos. Conduje por unos 20 minutos antes de entrar a un barrio en el cual habían casas gigantescas.

 Mansiones.

 Saqué mi cabeza por la ventanilla y me deleité de hermosas estructuras las cuales parecían del siglo pasado. El viento golpeaba mi rostro y no dudé en estacionar el auto en ese mismo lugar. Quería disfrutar de la cálida brisa y disfrutar la noche. Además, según las indicaciones que Donnie me había enviado, mi destino estaba solo a un par de cuadras. Apagué el motor del auto y bajé de él rápidamente. La música podía escucharse aún a la distancia de dos cuadras y si eso significaba ''nada extravagante'' o ''tranquilo'' no sabía que mierda era una fiesta fuera de control. Seguí caminando a paso medio y aunque la noche era jodidamente hermosa, mis zapatos me hacían desear subirme al coche y conducir lo que quedaba de camino. Apreté un poco el paso, si tenía que pasar que pasase rápido. Una luz alumbró la calle y me giré para ver de qué se trataba. Un auto.

 Oh, en serio, es realmente sorprente que haya un auto en la carretera.

 La música que salía de ese coche era casi igual de ruidosa que la de la casa. Seguí caminando sin darle importacia a los seguramente ya borrachos que se encontraban manejando a toda velocidad. Pasaron por mi lado como un rayo y maldición que ese auto era caro y rápido. Luego de unos miserables menos de cinco minutos de caminata, me encontré delante de una hermosísima mansion. Mierda que los fundadores tenían dinero, podrían ser narcotraficantes. 

 El paque delantero estaba repleto de gente. La mayoría con vasos rojos en sus manos y una borrachera increible. Las muchachas usaban micro-faldas y tops que a duras penas tapaban algo. Nacen zorras y mueren zorras. Bailaban al compás de la música, moviendo sus horribles traseros...Oh por dios, que alguien me arranque los malditos ojos. Eran desagradables y grotescas. Los muchachos bailaban con ellas y no dudaban ni un segundo en tocarlas. Bien, si eso era lo que pasaba afuera, no quería imaginarme lo que sería adentro. La boca del lobo. Crucé la gran puerta de roble y sí, esto parecía una fiesta de narcotraficantes. La casa por dentro era inmensa, pero todos se las ingeniaban para no dejar ni un puto espacio libre en la puta casa. Me adentré a la masa de gente y se sentía jodidamente pegajoso. Todos bailaban y cantaban las canciones a todo pulmón, como si fuese mi día de suerte una manos me agarraron de la cintura y no dude en intentar quitarmelas, pero jesús, era muy fuerte. Intenté girarme para ver la cara de aquel maldito depravado y rompersela.

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