1. La joven

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El oficial Sesshumaru Taisho caminaba orgulloso por el campamento, ningún otro oficial tenía la seguridad y la valentía que el poseía, era bien conocido entre todos los soldados, más de uno le debía la vida por lo que todos lo admiraban y respetaban.

Sus rasgos físicos causaban envidia en todo el campamento, su altura de un metro ochenta lo hacía verse demasiado gallardo junto a su cuerpo atlético, su piel bronceada era el resultado de largos días de entrenamiento bajo el sol, su pelo plateado era poco común y más el largo que siempre acostumbraba a traer, todo en el era considerado perfección. Pero lo que más llamaba la atención de el era su rostro con facciones bien definidas, sus labios pequeños y carnosos deseaban ser devorados por demasiadas mujeres, pero nada comparado con su peculiar color de ojos, un profundo color dorado.

Aprovechaba cualquier oportunidad que tuviera para darse un baño por lo que en ese momento se dirigía al río para nadar un poco, la guerra había terminado no había enemigos de que preocuparse, por lo que había predicho que sería un baño tranquilo.

Al llegar al río se despojó de toda su ropa, la acomodó en un lado y comenzó a caminar directamente a las aguas del río, era un día caluroso el sol ardía como nunca, sabiendo muy bien que él campamento estaba muy cerca comenzó a relajarse, cerró sus ojos y comenzó a flotar por encima del agua.

Entonces escuchó el inconfundible sonido de una espada desenvainandose y en ese momento sintió el filo de la hoja sobre su garganta.

— Por favor, le pido cortésmente que no se mueva —Sesshumaru se sorprendió la voz era dulce y delicada, eso solo significaba que su atacante era una mujer — levántese lentamente y no intente nada, puedo asegurar señor que soy muy diestra con las armas.

Sesshumaru se levantó poco a poco, no sabía con quien estaba tratando, al estar completamente frente a ella pudo verla claramente, era una mujer de alrededor de veinte años, su piel era como porcelana, sus largas pestañas hacían ver sus hermosos ojos azules aún más llamativos. Traía el pelo azabache trenzado a un lado, por su físico podía decir que era una señorita de clase alta, pero por su ropa deducía que era una campesina o una sirviente de alguna de las mansiones cercanas, ya que su vestido blanco y largo estaba bordado a mano, como solían hacerlo las mujeres humildes.

La mujer lo examinó de arriba a abajo, Sesshumaru pudo ver el sonrojo y la incomodidad que tuvo al centrarse en cierta parte de su masculinidad.

— Disculpe — dijo la mujer — no le da vergüenza estar desnudo frente a una dama, eso es demasiado indecoroso.

— Señorita, si tanto le molesta déme por favor permiso para vestirme.

La mujer sacudió la cabeza — Lo siento, pero no puedo hacer eso.

— ¿Por qué no? Veo que le incómoda verme desnudo, solo permítame ponerme mis calzas.

— Ya le dije que no puedo hacer eso, necesito su ropa.

— ¿Mi ropa? Para que  necesitaría mi ropa una joven como usted.

— Necesito atravesar su campamento sin levantar ninguna sospecha.

Sesshumaru se echó a reir, sabía perfectamente que los soldados se darían cuenta que ella era una mujer, aún llevando el uniforme militar.

— Creo que eso no va a funcionar, mis soldados se darán cuenta inmedia... — guardó silencio cuando sintió como el filo de la espada, rasgaba un poco su piel, un pequeño hilo de sangre comenzó a resbalar por su garganta.

— No vine aquí a pedirle su opinión, solo quiero su ropa, le doy mi palabra que cuando llegue a mi destino la devolveré.

— ¿Y cómo piensa hacer eso? Mi campamento no dura mucho en un solo lugar, y no estoy dispuesto a entregarle mi única muda de ropa que se encuentra en un estado respetable.

NINGUNA COMO TÚ. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora