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Aome no entendía a qué se refería Kikio con lo de los matrimonios Taisho, todo en esa casa parecía demasiado normal, Sango era amable y alegre, mientras Kikio era elegante y refinada, nada podría estar mal en esa casa, el único patito feo de la familia Taisho era ella, al menos era lo que consideraba.

- ¿Empiezo yo? - preguntó Sango - o quieres empezar tu - dijo refiriéndose a Kikio.

- Si quieres empieza tú - respondió Kikio - el bebé me está pateando un poco - además siempre te ha gustado contar tu historia.

Aome sonrió era la primera vez que oía, hablar tanto a Kikio, siempre había sido callada y ahora de repente quería contar todo sobre su matrimonio.

- Está bien yo empiezo - dijo Sango acomodándose el vestido y sonriendo de oreja a oreja - conocí a Miroku hace tres años, el había llegado al dispensario del convento por qué había salido lastimado en una pelea en un burdel.

- Espera, espera ¿Al dispensario del convento? ¿Que hacías tú en un convento? - preguntó Aome sorprendida.

- Bueno tienes delante de ti a Sor Marian - dijo Sango con una enorme sonrisa.

Aome casi se va de espaldas, nunca en su vida se hubiera imaginado que la alegre y extrovertida Sango hubiera sido una monja - No te imagino como monja, tu eres tan... desenvuelta y alegre - dijo haciendo sonreír a las demás.

- Desde ese día - continúo Sango - Miroku, llegaba a curarse todas las heridas, cada día llegaba con una herida nueva, tiempo después me confesó que el se las hacia con la única intención de verme, con el tiempo los sentimientos fueron floreciendo, me había enamorado de él y él se había enamorado de una monja, que había dedicado su vida al señor.
Estuve curando sus heridas por dos semanas, después buscaba cualquier excusa para ir al convento, un día creo que ya no pudo más y me besó, sentí tanta alegría era mi primer beso, pero también la culpa me invadió.
La verdad es que yo nunca quise ser monja todo era idea de mis padres y cuando me enamoré de Miroku tomé una decisión... mi felicidad era primero.

- ¿Y que sucedió? ¿Tus padres lo aceptaron?

Una sonrisa triste apareció en el rostro de Sango era la primera vez que Aome la veía así - No lo aceptaron, ordenaron mi translado de convento, me iría de la ciudad y no volvería ver a Miroku, pero,esa misma noche escapé con Miroku y nos casamos a los tres días - el rostro de Sango se iluminó al recordar su sencilla ceremonia - desde entonces no he visto a mis padres, pero yo he vivido feliz con Miroku y mis hijas.

Aome se limpio una lágrima que había logrado escapar, había visto lo mucho que se amaban ellos dos, como pareja y como amaban a sus hijas.

- Lo siento Sango, lamento que tus padres...

- No te preocupes, tal vez algún día entiendan que yo no era feliz en el convento, mi felicidad siempre estuvo al lado de Miroku - dijo sonriendo como siempre - ahora pon atención a Kikio.

Kikio sonrió deseaba tanto contar su historia con Inuyasha, seguramente Aome se sorprendería mucho más que con la de Sango.

- Yo provengo de una familia demasiado acaudalada, mis padres eran igual de poderosos que los Taisho, lamentablemente ellos murieron cuando yo solo tenía diez años, mi hermano Hiten quedó de heredero universal y con mi custodia, cuando yo cumplí veinte años descubrí su adicción por las apuestas, solamente que fue demasiado tarde, el ya había perdido todo. Tuvimos que abandonar nuestra casa para irnos a vivir a una pequeña choza, pero mi hermano aún así seguía jugando. Un día regreso me tomó del brazo y me arrastró hasta una posada, le debía dinero a un hombre y quería que yo me acostara con el para saldar su deuda - las lágrimas comenzaron a caer por el rostro de Kikio - fue la peor noche de mi vida, al día siguiente regresé a mi casa, golpeada, violada y humillada. Mi hermano no me volvió a molestar por un tiempo, hasta que volvió a llevarme a jalones a una casa de juegos, está vez el desgraciado me había apostado en un juego de poker.
Al llegar a la sala donde se llevaba a cabo el juego, un peliplata puso su atención en mí, me miraba con lastima. Y pues para resumir te imaginarás lo que pasó, el peliplata ganó el juego y por lo tanto me reclamó como suya.

- Me estás diciendo que...tu... fuiste...

- Yo fui una apuesta que Inuyasha ganó - dijo con calma Kikio - me trajo a esta casa, pero no me tocó, me respetaba, cada día me traía algún regalo, flores, muñecas, vestidos o algún poema escrito en papel, Inuyasha fue tan lindo que se tomó el tiempo para enamorarme y nunca me tocó sin mi consentimiento, hace ocho meses que nos casamos y nunca había sido más feliz.

- ¿Y tú hermano? ¿Que sucedió con el? - preguntó Aome.

- Hace seis meses volvió, intentó pedirle dinero a Inuyasha amenazando con apartarme de su lado, lo que mi hermano no sabía es que yo era la esposa legítima de Inuyasha por lo que tuvo que irse con las manos vacías.

Aome se encontraba sin palabras, había pensado que ella tenía problemas pero, al escuchar sus historias comprendió que nada era insuperable, si realmente amaba va Sesshumaru ella podría ser feliz mientras tuviera el valor de enfrentar las cosas.
Había juzgado mal a Kikio, solo era una mujer que había sufrido demasiado y Sango, nunca hubiera imaginado que ella había sido una monja. Ahora comprendía el porque la castaña había dicho que en esa casa las personas no son lo que parecen, Sango que era alegre y extrovertida, había sido una monja y Miroku que había sido un mujeriego ahora era un hombre completamente enamorado. Por otro lado Inuyasha que era serio, frío e intachable, había ganado a su esposa en un juego y Kikio la mujer más elegante que había conocido había sufrido demasiado.

- Sabemos cómo fue tu matrimonio con Sesshumaru, por eso fue que decidimos contarte todo esto - dijo Kikio - necesitas un empujoncito.

- ¿Cómo lo saben? - preguntó Aome.

- Nuestros maridos nunca nos ocultan nada - respondió Sango - solo hay que darles un beso en el lugar correcto y dicen todo.

- ¡¡Sango!! - la reprendió Kikio - esas son nuestras intimidades y eso no está a discusión.

Sango encogió los hombros y respondió con calma - Con Miroku si funciona - lo que provocó las carcajadas de las demás.

Aome se puso de pie, sonrió y de dirigió a las dos damas que la acompañaban - Disculpen tengo que irme, voy a decirle a Sesshumaru que quiero casarme legalmente en este mismo día - dijo dándose la vuelta y dejando a las mujeres sin palabras.

[...]

Sesshumaru había buscado por toda la casa y no encontraba nada, se encontraba un poco desesperado tenía un mal presentimiento, no había visto a Aome desde su conversación, salió a buscarla al cerezo pero tampoco se encontraba ahí.
Subió corriendo las escaleras y tocó en la puerta de la habitación de Sango, tenía la esperanza de que ella supiera algo.
Sango se encontraba durmiendo a sus gemelas, pero al oír que alguien tocaba la puerta inmediatamente fue a abrir.

- Disculpa que te moleste, pero no encuentro a Aome, pensé que tal vez está contigo, se que acostumbra a venir a cuidar a mis sobrinas.

Sango lo miró sorprendida, no había visto a Aome, no desde que ella había salido de la sala para pedirle matrimonio a Sesshumaru - Hace un par de horas que no la veo, pensé que se encontraba contigo.

- No, yo había salido, hace una hora regresé pero no la encuentro por ningún lado - dijo pasando sus manos por su cabellera plateada - Tal vez...¡Maldita sea! ¡Cómo pudimos ser tan descuidados!

Sesshumaru caminó directo al despacho donde se encontraban reunidos sus hermanos, necesitaba avisarles que Aome había desaparecido y ya tenía una idea de cómo había sido.

NINGUNA COMO TÚ. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora