Hai

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Tomoe ya estaba lista para dormir, ya estaba acostada en su cama y ya era relativamente tarde. El problema era que no tenía sueño, y eso era culpa de la carta de esta tarde. Ya no se sentía mal, solo que ahora su mente estaba ocupada intentando recordar a Akiko, su imagen.

Ella nunca vio bien, pero había podido percibir colores, y antes tenía una imagen mental de ella. Imagen que ahora estaba intentando recordar, sin éxito. Pero recordaba su voz, el sonido de la risa alegre que solía tener, una risa bastante contagiosa y una manera alegre de ser.

Ahora que lo recordaba, Akiko había sido lo contrario a ella, y eso explicaría porque al principio había sido reacia a hablarle. La joven fue la que se acerco sonriente a ella, y de alguna manera consiguió alegrarla. Eran unidas, Akiko hacía bromas tontas, ella misma le seguía el juego a veces. Le gustaba ponerle apodos cursis de los que Tomoe se avergonzaría, pero no le regañaría. La Tsurugi mayor siempre pensó que la chica era demasiado buena para ella, pensamiento que Akiko aseguraría que no era correcto.

"No digas eso" su voz sonaría dolida.

"Per.." Tomoe no les dio esperanza.

"¡Shh!, te amo y eso es lo único que importa" aseguraría firme.

"No puedo darte nada" era la verdad.

"¡Shh!" nunca supo que hizo para que Akiko se fijara en ella.

Fue una época que aprecio mucho, aunque no le vio futuro, no sabía que hacer. Luego su familia se entero y todo cambio muy rápido, en unos meses cortaron una relación de años.

El recuerdo hizo que el nudo en su garganta regresara, si hubiera tenido mas valor no le hubiera importado lo que le dijeran. Ni siquiera había sido menor de edad, no hubiera sido tan difícil. No todo desde ahí fue malo, fue horrible durante un tiempo, pero Kagami le alegro significativamente y todo mejoro, lentamente.

El collar se lo regalo por su cumpleaños, y ella lo atesoro. Su padre se lo quito en un momento de ira, ella casi no veía y aunque hubiese podido hacerlo, probablemente no se hubiera defendido. Demonios, los primeros treinta años de su vida fue una cobarde total.

"Al menos no lo fui toda mi vida" pensó sacudiendo de su cabeza los pensamientos desagradables, ahora era feliz. Se alejo de esa gente, su maternidad mejoro (aprendió que antes dejo mucho que desear) y Kagami era feliz. Todo fue bien, y con el collar en su mesa, se sintió mejor.

Los recuerdos dejarían de ser tan agrios, y serían agridulces.

Y estaba alegre de que Kagami viviera en una época diferente, una en donde podía ser ella. Tal vez alguien la molestaría, pero ella la crió para ser segura de si misma, estaría bien. 

(Eso esperaba, de verdad lo hacía)

Ah, y se lo diría al día siguiente, ¿o era hoy?. No sabía si ya era de madrugada, tampoco importaba.

Finalmente se durmió.

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Marinette abrió los ojos lentamente, bostezo un poco y se estiro. No sabía que hora era, debía ser tarde porque su princesa seguía bien dormida entre sus brazos, lo que era raro, normalmente solo se despertaba porque Kagami la obligaba.

-Mmm- tatareo estirando su brazo para alcanzar su celular, quería ver la hora. Aun era temprano, 11:05 AM, una hora razonable para seguir durmiendo.

"Aunque debería hacer el desayuno" razono, probablemente cuando Kagami se levante quiera comer y ella ya no tenía sueño. Así que se dispuso a levantarse para hacer algo productivo. Todo sin despertar a la niña dormida, obviamente.

Princesa - MarigamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora