La noche del 7 de Julio, Gon Freecss no pudo conciliar sueño, y decidió ir al bosque. No puede explicar el porqué de su decisión, solamente sabe que sintió la necesidad de ir. Como si el bosque lo llamase.
Lobos albinos, y entre ellos, un niño de oj...
Toma el botiquín del baño entre sus manos suspirando. Aún siente su cuerpo temblar por la adrenalina, a pesar de que había pasado media hora desde lo acontecido, Gon se encontraba aún temblando, y empeoraba de tan solo pensar en ello. -— ¡Oh, dios, Gon, ¿Qué te pasó?! — Fueron las palabras de su tía, al verlo empapado y sucio, con su mano y rostro hechos un desastre. Se acercó a él, y, tras un rápido análisis de mirada, y ser interrogado, le cuenta la historia que vivió en esa alocada noche. — Estaba paseando por el bosque cuando escuché a unos lobos. — Su tía asiente, mientras que él extiende el brazo señalando al joven albino. — Ese chico estaba con ellos — Y, aunque la señora quiso reclamar y reprender al azabache por señalar, se contuvo, pues era algo muchísimo más importante lo que estaba contando. — , y pensé que estaba en peligro, así que lo traje conmigo. Entonces, corrimos, hasta llegar a una especie de precipicio y-
— ¡No me digas que se calleron desde allí! — Exclamó paranoica. — ¡Gon, me alegro de que estés bien! — Lo abrazó, pero, aunque quiso hablar y explicarle bien las cosas como habían pasado en realidad, no tuvo la oportunidad de hacerlo.
— entones, ¿Cuál es su nombre? ¿Que hacía en el bosque?
— Bueno... En realidad no lo sé. Creo que él vive allí. — El rostro sorprendido de su tía se dirige al chico albino, y después de unos segundos vuelve a observarlo a los ojos. Ambos, madre e hijo, conectan miradas, es como si hablarán por telepatía, Gon entendió que ella quería una explicación, pero realmente no sabía cómo decirlo. Las palabras se quedaron atascadas en su boca mientras desviaba la mirada al chico misterioso.— Creo... — "Creo que tal vez deberíamos de dejarlo ir, una vez despierte" — Que no sabe hablar. — Dudoso, completa la oración con lo primero que se le ocurre. Su tía le escucha, atenta, y lo pone nervioso. Aún más porque teme que se dé cuenta de que está hablando con embustería. — Realmente no lo sé, pero me gruñó, y aulló. — Y ahí acabó su conversación.
— ¡Gon! — Llama, desde la sala, Su tía Mito. Que se dirigió al albino y se propuso atender sus heridas lo mejor que podía tras la charla. Y es que era imposible no querer ayudarlo, pues su bello rostro estaba sucio, y sus manos y pies lastimados.
— ¡Ah, sí! — Sale del baño y cierra la puerta del tras él, intentando concentrase. "Ya pasó". Se repite a si mismo. Pero aunque se lo dijera diez mil veces no funcionaría. Sabe que se quedará nervioso hasta que el chico se despierte, y puedan hablar sobre el tema.
Si es que podían.
Extendiendo el botiquín hacia la pelirroja, sonríe. Pero no lo recibe, simplemente, con mucho cuidado de despertarlo, o herirlo, carga el pálido cuerpo en dirección al cuarto de baño.
"Creí que me apuraba por el botiquín...". Observa el sofá, sucio por el barro que el desconocido tenía. Tendría que limpiar mucho ese día. Y de tan solo imaginarlo sufre.
Gon de pequeño jugó con barro, exploró los bosques y trepó árboles. Siempre regresó a casa con más de una herida, y en más de una ocasión trajo un animal malherido.
Puede decir, con certeza, que esta es la primera vez que se pasa de la raya, con sus pequeñas escapadas.
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