||Capítulo Tres||

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💠| | S o m e t h i n g t o h e a l
t h e p a i n ||💠

Realmente fue sorprendido por el albino. En cuanto escuchó su voz sintió su cuerpo estremecer por el repelúzno que le zurró. Fueron su voz y su mirada incomoda, pero curiosa, la combinación perfecta a los ojos del azabache. Fueron, también, las causantes del pequeño ataque de ternura que sufrió. —- ¡No lo entiendes! -— No, no lo hacía. Realmente no. Y le frustra. Le frustra que el de cabello blanco no le entienda, no entienda el daño que le causará seguir como; un chico salvaje.

Gon siente la mirada llena de suspicacia que le es dirigida, y suda. Nervioso, pues, no está avezado a lidiarla. — No basta con unas vendas — Explica. — si vas, ¡Te harás daño física y mentalmente! — mueve las palmas, parece que es una costumbre que se le quedó, y que el chico macilento parece notar. Sigue con sus ojos, cual niño, los movimientos que el otro hace, ya sea si parpadea, o habla, lo observa atentamente, en guardia. Los segundos parecen infinitos, realmente parecen eternos. En especial por el rostro soso del contrario. No parece que obtenga una reacción. "Tal vez usé demasiadas palabras". — de cualquier manera. - suspira. —- Te puedes quedar con nosotros. ¡Seremos amigos! Así que no te preocupes, —- "Me pregunto si... " -— ¿De acuerdo? -— Gon quiere darle un palmadita en la cabeza. Una muestra de afecto que su tía le confería de pequeño. Se veía, en cierto modo, representado.

Pero no.
El chico rápidamente se aleja, tal y como Gon sospecha, está alerta, atento si es que se acerca demasiado. Y es que su reacción fue casi inmediata.
No pudo ni tocarle un pelo, antes de que se alejara rápidamente unos cuantos metros, y lo observará esperando para atacar. "lo sabía, no me deja acercarme ni un centímetro". -— Perdón, no quise asustarte. —- Tal y como las otras veces, es ignorado por el joven, el cual, retornaba al sofá.
Nuevamente se sentaba refugiándose en sus rodillas, con las vendas en mano. Tal vez, confundido por sus palabras.

Después de todo, Su tía Mito le dijo que era para curar, o, que al menos, le ayudarían a hacerlo.

Ahora Gon viene, y le dice que no lo entiende.

Efectivamente, no lo hacía.

Efectivamente, no lo hacía

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—- Ten. Aquí. —- El emparedado le es ofrecido por la mujer de cabello pelirrojo - anaranjado, pero es declinado. ¿Un mal presentimiento, tal vez? Oh, si, ahora que me acuerdo....

Gon desvía la mirada abochornado, sabe que es su culpa. Pero está feliz de que el albino, en cierto modo, ya no acepte cosas de desconocidos. Tal vez daría la excusa de que quiso enseñarle una lección de vida, en cuanto puedan entablar una conversación estable. -— ¿Uh? Cariño, debes comer. ¡Mira, te vez tan delgado! En cualquier momento, el viento te llevará. -— Sin embargo, no es aceptado. El chico parece entenderle perfectamente, es por eso que Gon siente curiosidad de por qué no habla, o responde sus dudas. -— Mnh... Gon, vayamos a comer, y dejémoslo solo, ¿Si? —- Se sorprende pero rápidamente emite un sonido afirmativo. -— Estaremos en la mesa, puedes sentirte como en casa, cariño.

Las palabras de su tía fueron simples; sentirse como en casa, un ruego fácil de entender

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Las palabras de su tía fueron simples; sentirse como en casa, un ruego fácil de entender. Le había dejado el sándwich en un pequeño plato de porcelana, sobre la mesita decorativa.
El chico sin nombre lo repudiaba con la mirada. Abrazaba sus rodillas buscando refugio, y se aferraba al vendaje con la idea que su tía le había conferido.
Las vendas que habían en sus pies se extendían hasta sus tobillos. Se daban a resaltar, pues movía los pies ansioso, y agitaba las manos frente a su aguda mirada. No sabía si estaba ansioso, o aburrido. "Realmente no parece tener nada fuera de lo normal, una vez lo vez así". Pero recuerda, pequeño Gon.
Lo vio entre una manada de lobos, le gruñó, aulló, golpeó, y actuó como un animal acomplejado frente a él.

Claramente, el chico no era normal.

Respinga en su sitio cuando la mirada silvestre se posa en él, e intenta falsear rascando su nuca y volviendo los ojos a su desayuno.

Se pregunta cuándo podrá hablar con el de cabello plateado, realmente el asunto le tiene ansioso, y ahora que sabe que el chico puede tomar la palabra, no quiere perder tiempo.

No tiene apetito, es raro, pues siempre lo tiene. Mira de reojo al niño de ojos azules, esperaba que hubiese vuelto a su posición, pero ambos conectan miradas y eso le asusta por dentro.
Siente que le está devorando con ese entrecejo fruncido. —- Gon, lo incómodas. Come antes de que se enfríe.

-— Sí...

El albino jugó por un rato con las grandes mangas de su suéter. Mejor dicho, el suéter prestado. Era un obsequio que Gon nunca usó, junto con los shorts cortos.
Le quedaba grande, y, aunque la señora se ofreció para arreglarlo, negó como un chiquillo moviendo la cabeza de un lado a otro.

El día se la pasaron así. Sin saber su nombre, o edad. -aunque suponían que tenía los mismos años que Gon-. Mucho menos el porqué estaba en el bosque. Mito le convenció de probar bocado, y una vez comenzó el hambre le ganó.

Se la pasó en el sofá, quieto como estatua, y de vez en cuando fulminaba con la mirada al moreno. —- Cariño, ven.

Wild Boy     [GonKilluGon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora