Prólogo

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La persiana de metal se abrió y atravez de ella se dejaron ver unos ojos color avellana.

Harry suspiro, no necesitó voltear a ver de quién se trataba, con el simple olor a tierra mojada y a bosque supo de inmediato que se trataba de Liam, uno de los guardias guardia que se encargaba de esa sección y su único amigo alfa. Al menos el único que no lo trataba como si de basura se tratara, no le gritaba órdenes y no le golpeaba para que hiciera sus deberes con más rapidez, no lo hacía sentir más miserable de lo que ya se sentía, no le dejaba marcas en los hombros y en el cuello, el simplemente lo trataba como una persona normal, y creía que el era la única persona que no tenía mierda en la cabeza.

Se levantó con algo de dificultad de la incomodidad de su cama, sus huesos tronaron y marco una mueca en sus labios, le dolían los moretones y los ojos, más por no dormir que por llorar, como lo hacia cada noche desde que lo habían mandando a ese mugriento lugar.

Aún no se acostumbra, aún después de tres años seguía sin acostumbrarse, seguía pensando que despertaría en cualquier momento y estaría en su habitación, que bajaría a la cocina y su madre ya le estaría preparando el desayuno, le daría un beso en la frente y lo invitaría a sentarse, comería junto a su padre y su hermana mayor. Seguia creyendo que solo era una mala pesadilla, una de la que en cualquier momento despertaría y no volvería a tener.

Pero no acababa, nunca acababa.

Se paso la camiseta por la cabeza y la aliso un poco con las manos, el cuello era tipo V, que dejaba ver los primero tres números del numero de serie que tenía tatuado en las clavículas de lado izquierdo, como si de un animal se tratase.

Camino descalzo hacia la puerta de metal y recargo sus antebrazos en la barra de metal por donde la comida le era traspasada. Y solo le bastó para mirar sus ojos para saber que ese era el día, uno del cual intentaba escapar, pero el sabía que en algún momento lo atraparian y lo arrastrarian hacia aquel –para nada deseable– destio. Solo lo hacía confirmar que lo trataban como un objeto, alguien que no podia decidir sus propias decisiones.

–¿Es hoy, cierto?– susurro con la cabeza gacha.

El alfa no respondió, y con eso le bastó para adivinar la respuesta.

–¿Cómo te sientes?– pregunto a cambio, en un tono suave, casi tranquilizador.

–Como un objeto– escupio con molestia– como la mierda.

Liam no respondió, asintió como respuesta.

–Solo venía a avisarte que vendré por ti en dos horas– resoplo– están terminando unos ajustes y darán inicio a la prueba.

–Bien

Se alejó de la puerta y se dejo caer en la cama, cerró los ojos y trató de respirar con tranquilidad, controlando sus lagrimas que amenazaban con salir de sus ojos, al igual que los pequeños quejidos que –inevitablemente– emitía al sentirse en una situación de pánico. Acalló los sonidos que estaban por salir de su boca con su mano, no quería ser golpeado por llamar a 'su alfa'; un alfa que nunca vendría porque era un hombre.

–Sabes que si podría, hubiera evitado que fueras el primero....– Liam comenzó, tratando de consolarlo un poco, por muy cercano que fuera suyo, su instinto protector lo mantenía alerta.

–Dejalo así Liam, ellos siempre hacen lo que se les da la puñetera gana, y siempre sera así– carraspeo, su voz amenazaba con romperse– soy un fenómeno y tengo que ser tratado como tal.

El alfa se le quedó mirando desde el pequeño agujero de la puerta, y sin saber que más decirle dejo soltar un suspiro y cerró la pestaña con delicadeza, dejando al omega entre cuatro paredes blancas y ahogándose en su miseria.

Lost Omega |Larry Stylinson|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora