Estaban destinados a ser uno porque eran diferentes. Eran diferentes entre ellos y eran diferentes al resto, eso, casi que los hacía iguales y permitía que esa magia que entre ambos había fuese única y eterna. Pero... ¿Realmente jamás acabaría? ¿Exi...
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・2・
Cerré con fuerza la puerta de mi cuarto, la tranqué y ya cansada de presenciar las tontas peleas de mis padres, las provocaciones, las faltas de respeto y agresiones entre ellos, y en algunas ocasiones de ellos hacia mí y viceversa, tomé la mochila más próxima y omitiendo la discusión que se formaba a unos metros, comencé a meter la ropa más re-utilizable y que me sirviera para unos días fuera de casa.
-¡¿Y qué?! ¡¿Gina acaso no puede beber del mismo vaso que nosotros que tiene que pararse a lavar uno?! ¡A la mesa se sientan todos puntuales, ni un minuto más ni un minuto menos!
-No seas ridículo y deja a Gina en paz. ¡Ni que ella te hubiese ordenado que le lavaras el mugroso vaso!
Rodé mis ojos, aquí iba otra de sus discusiones estúpidas que pronto pasaría a niveles mucho más altos, con agresiones verbales y físicas terribles, los vecinos alertarían a la policía, mis padres se arreglarían antes de que llegaran, luego negarían todo ante las autoridades y la historia se repetiría una y otra vez, semana tras semana.
-¿Y entonces qué? ¿Dejo que haga lo que ella quiera, se lo aplaudimos y así se descarrila como sus amiguitos?
Cerré con fuerza el cierre de la mochila tras meter el cargador de mi teléfono y el poco dinero que tenía, pasé la tira de ésta por mi hombro y tras tomar la chamarra por si me llegaba a hacer falta en medio de la madrugada, salí de mi casa, que afortunadamente era de un sólo piso, por la ventana.
Últimamente, cuando noté que las agresiones físicas también estaban comenzando a ser parte de mi vida cotidiana, había tomado la costumbre de llamar a mi abuela para poder estar segura que si iba a su casa no le estorbaba. Pero esta vez eran las dos de la madrugada y no había excusa coherente para decirle a la mujer que le dio la vida a mi madre y que no sospechara de las cosas que sucedían en casa. Su edad ya era avanzada y no podía estarla preocupando por cosas así.
Al cansarme de haber caminado después de unas cuadras, opté por sentarme a un costado de la calle y marcarle a alguna de mis amigas, rogando porque me atendieran a ésta hora.
Les marqué a las escasas tres amistades que tenía pero ninguna me respondió, envié un mensaje al grupo que teníamos y tampoco obtuve respuesta, ni siquiera les llegaba el mensaje. Suspiré y tecleé nerviosa. No eran horas como para estar sola, con un aparato tecnológico en mano y sentada en medio de una vereda oscura.
Un mal presentimiento, la preocupación y un sudor frío en mis manos se hizo presente cuando el rugir de motores de carros, aparentemente deportivos, se comenzaron a oír a lo lejos, no hizo falta demasiado para que éstos llegaran al final de la calle y para cuando me percaté de que justo enfrente mío se encontraba un gran charco de agua, toda ésta estaba sobre mi cuerpo empapándome.
-¡Hijos de la chingada!-El carro que no tuvo ni siquiera la intención de desviar el charco siguió su paso a la misma velocidad en la que venía, sin embargo, el que sí se hizo a un lado frenó abruptamente, después de que mi impulsividad me ganara y les gritara.-Ay no.-Susurré para mí misma y me di una bofetada mental cuando después de unos segundos de estar estacionado en medio de la calle, comenzó a retroceder.-¿Y ahora qué hago?