5

1.4K 133 23
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.


・5・

Tres golpes suaves en la madera de la puerta hicieron que me girara sobre la comodidad en la amplitud de la cama, pestañeé en repetidas ocasiones hasta que me percaté que me había quedado dormida mientras releía el contrato sobre mi cama así esperaba a que Vicente llegara.

Volvieron a tocar pero ésta vez con más impaciencia y fuerza por lo que me senté con los pies fuera de la cama dispuesta a ponerme las pantuflas así iba a buscar la bata de baño que había en el baño privado de éste cuarto y así cubrir la horrible ropa vieja, pequeña y desgastada que la señora Hanna me había brindado en, según ella, un gesto de amabilidad y pena para que ya no trajera las fachas de mi ropa.

No tuve tiempo siquiera a levantarme cuando la puerta fue abierta con brusquedad, la luz del pasillo iluminó el cuarto-que sólo tenía la tenue luz de una pequeña lámpara- que cegó mis ojos, por lo que los cubrí con mi mano entrecerrándolos para poder asegurarme lo obvio. Vicente había vuelto y esperaba una respuesta.

—Regina.—Con lentitud hice lo mismo que él, recorrí con mi mirada mi cuerpo y el pijama antes de volver a subir mi rostro, pero ahora con un sonrojo debido a la vergüenza de que me viera así, con la blusa de tirantes tan desgastada que mi sostén se transparentaba así como mis curvas, el short tan pequeño que si me daba la vuelta hasta podría ver el comienzo de mis nalgas. Vicente aclaró su garganta y al pestañear pareció volver en sí por lo que apartó su mirada con rapidez entrando al cuarto, cerrando la puerta detrás de él y prendiendo la luz, mientras volví a la cama para así taparme lo más disimuladamente con las sábanas y los almohadones.—Debemos hablar.—Dejó una carpeta sobre la cama y se sentó a un lado de mí. Asentí incómoda y bajé mis piernas de la cama sentándome mejor.—¿Tienes una respuesta?—Asentí sin dirigirle la mirada.—¿Sí?

—Creo que la sé.—Musité acomodando un mechón de mi cabello color chocolate detrás de mi oreja con múltiples perforaciones.

—La respuesta es fácil, Regina. ¿Me vas a dar un hijo, sí o no?—Mojé mis labios y por primera vez en el momento me animé a verlo a los ojos por unos breves segundos ya que no soporté la intensidad de su mirada por mucho más, la frialdad y el vacío que tenía me hacía sentirme pequeña, indefensa y mucho inferior a él.—Regina, responde.—Asentí.—¿Sólo asentirás Regina?—Esta vez no fui capaz de darle respuesta, no cuando su voz sonó mucho más hostil y un poco molesta.—¿Cómo piensas que tendremos sexo si hasta te da vergüenza verme a los ojos?—Levanté mi rostro en notable alarma cuando posó su mano sobre mi muslo, muy cerca de mi intimidad, le dio un apretón y movió su dedo pulgar brindándome una caricia. Mis manos temblaron pero no lo quité.—Porque te aviso que yo no haré ninguna de esas cosas raras y nuevas para traer a un hijo al mundo, nos acostaremos las veces que sean necesarias hasta que quedes embarazada si tu respuesta es afirmativa.

Pasé saliva con fuerza por mi garganta intentando no ahogarme, que mi tono de voz sea fuerte y no me temblara, claro y que dejara de verme como a una presa vulnerable.

Únicos | Vicente Zambada |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora