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—Me llevaré siete más como esa prenda y..—Los ojos de Hanna se pasearon por los diferentes organizadores de la tienda de ropa para bebé. Se detuvo al ver un par de zapatitos de niño, como toda la ropa y zapatos que llevaba comprando, que combinaban con un par de tacones que debía utilizar la mamá para ir a juego entre ambos. Sin embargo, mi atención fue al hombre que entró por la enorme puerta principal con su porte seguro y determinante que cautivaba la atención de más de una persona, además de que iba escoltado por tres hombres, algo extraño y poco usual.

En mis intentos por tranquilizarme desde las tres horas en que tuve que esperar en la sala del consultorio del doctor donde primero se hicieron atender Hanna y su hermana para finalmente hacerme un incómodo chequeo rutinario, más las horas que llevaban recorriendo tiendas llevándome a mí y a Serafín a rastras detrás suyo, se me había hecho inevitable no volver a recordar la imagen de la mansión muy bien custodiada por personas armadas, los autos lujosos y escoltados, los guardias de seguridad que nos perseguían desde la mañana, todo me hacía pensar y deducir que tal vez y Vicente es un empresario o alguien de negocios, aunque no podía evitar relacionar el parecido de su apellido con el de un muy mencionado hombre desde hace años en Culiacán.

—¿No crees que estás llevando todo celeste, verde y cosas muy de niño?—La voz de Vicente me hizo salir de mis pensamientos percatándome de que me había quedado atrás de ellos, que Serafín ya no estaba y que entre mis manos descansaba un gorrito rosa pastel con dos pequeños pompones simulando unas orejitas y unas preciosas perlitas adornando las terminaciones de los rombos que tiene la tela.

—¿Y cómo quieres que vista a mi bebé, Chentito? Si será un bello niñito porque saldrá a ti.

—Ya hablamos de eso Hann.—El señor Vicente besó la cabellera rubia blanquecina de su esposa mientras la abrazaba hasta que ésta se quitó de manera grosera de sus brazos y lo miró de manera regañante.

—No, ya hablamos de eso Hanna no. Te dije que yo quiero un niño y que se parezca a ti.

—Hanna sabes perfectamente la búsqueda que tuve que hacer hasta encontrar a una muchacha así de bonita porque no hay certeza alguna que sea un niño y se parezca a mí.—Vicente masculló entredientes tomando por el brazo a su esposa y atrayéndola a él.

—Pues a mí no me importa, sino sale niño y parecido a ti no lo quiero.—Hizo un berrinche.

—Hanna, Gina es una muchacha preciosa..

—¡Ja!—La mujer se cruzó de brazos colocándose en una posición de estar ofendida y dispuesta a pelear y retrucar todo lo que el atractivo hombre de camisa blanca y pantalones de vestir le dijera.—Ahora hasta en mi propia cara me lo dices, descarado.

—Hanna por favor, quiero decir que si se parece a ella el bebé será precioso de todas formas y sea el sexo que s..

—Plebada—Dejé el gorrito en su lugar cuando Serafín ingresó a la tienda y fue testigo de la discusión que tenía la pareja y que comenzaba a llamar la atención de las demás personas.—Estamos llamando mucho la atención, tengo hambre y ya es más de medio día. ¿Les parece si ya nos vamos?

Únicos | Vicente Zambada |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora