Solo se vive una vez

467 6 3
                                    

Que los demonios no son seres monstruosos sino gente que camina entre nosotros es algo que el padre de Samantha le repetía siempre de pequeña, pero ella lo iba a comprender más tarde. Por mucho que le advirtiese de que el mundo estaba podrido, ella prefería mirar la parte positiva, al igual que su amiga Maialen.

Nada más salir de la boca del metro, se puso a correr por las calles de Malasaña hasta llegar a El Vanitós, el café-bar en que trabajaba su hermano Nick. Sabía que llegaba tarde. Siempre lo hacía. Sin duda, el tiempo nunca fue el mejor amigo de Samantha, pero Maialen sí. Al adentrarse en el local, la banda de Maialen estaba tocando el principio de Si te vas de Extremoduro. Aunque la chica daba la sensación de estar muy concentrada en la canción, sus ojos se posaron en su amiga recién llegada. La mirada azul de Samantha se empañó recordando lo que sucedió dos años atrás. Ambas tuvieron una discusión por la que dejaron de hablarse un tiempo hasta que Maialen le mandó un vídeo cantándole esa canción y diciéndole que siempre que la cantase se acordaría de ella. Con el recuerdo todavía vívido, se acercó a la barra. Parecía que su hermano tenía el día libre porque solo se encontró con Manu Guix, el dueño del local.

—¿Dónde está Nick? 

—Hola, Sami. —Sin preguntar, ya sabía que la chica quería una cerveza con limón, como siempre. Así que, mientras hablaban, se la sirvió—. Se ha ido a hacer un recado. 

—Este nen es tonto. Justo hoy que toca mi Mai. —Echó un vistazo rápido al escenario para fijarse en el batería—. Ya veo que ha habido nueva incorporación en la banda... 

—No eres la más indicada para hablar... Te has perdido un par de canciones. Y sí, lo cierto es que el tío es una pasada con las baquetas.

—Me pregunto si será lo único que toque tan bien. —En ese momentó Manu la miró raro pero se limitó a callarse—. ¿Qué?

—Anda, calla, que ahora viene Sargento de hierro.

Una vez acabado el breve concierto de Maialen y su banda, la gente que había en el lugar aplaudió con sinceridad. La cantante bajó a abrazar a su amiga mientras los músicos recogían los instrumentos. A Sam le encantaban los abrazos de oso de Mai porque no conocía a nadie que los diese mejor que ella.

—¡Salamandra, estoy super contenta de que hayas podido venir! —La cara de la castaña estaba iluminada de esa alegría contagiosa, pero no por ello iba a dejar de reprocharle a la rubia—. Eso sí, poquico más y te pierdes tu canción.

—Si es que soy horrible... Pero eh, que estoy aquí por lo menos. Javy ni se ha presentado.

—Eso es cierto. Me canceló en el último momento. Pero no pasa nada, que el curro es el curro. Además... ¡También estoy contenta por otra cosa!

—¿Y qué cosita es?

—Empieza por la B. —Según le dio la pista, su mirada fue detrás de donde se encontraba Sam, que se giró para ver que se acercaba el nuevo integrante del grupo.

—¡Ya sé! B de batería.

—No, B de Bruno. —Le dio un pico al chico antes de presentarles—. Salamandra, este es Brunífero, mi novio.

—Por fin conozco a la famosa Sam... Tenía muchas ganas, pero he estado ocupado con lo de la fundación.

—Sí, verás... Bruno ayuda en un comedor social siempre que puede. ¿A que es genialoso? —Preguntó una Mai enamorada.

—No, perdona. Aquí la "genialosa" eres tú.

—Madre mía, me va a dar una súbida de azúcar. —Interrumpió Sam dramatizando de más.

—No te preocupes... —Remató Bruno mirando su reloj de muñeca—. Si yo ya me voy. ¿Nos vemos otro día?

—Claro, Ceniciento. No queremos que tu carruaje se convierta en calabaza. —Bromeó Sam aunque le costase un codazo de Maialen.

El joven batería se despidió de su novia con un beso digno de película y de Samantha con un choque de manos. La rubia rodó los ojos. Es cierto que no le gustaba presenciar aquello. Por incomodidad y por envidia. Las chicas fueron a por algo para tomar mientras hablaban. Una cerveza para Maialen y otra con limón para Samantha.

—Vale, Mai... Entre tú y yo, es demasiado perfecto para ser real. Vamos, dime cuál es su defecto. ¿Expresidiario? ¿Amante de la pizza con piña?

—¡No, nada de eso!

—Entonces dime el secreto porque yo cada tío que conozco es peor que el anterior.

—Bueno... Nos conocimos a través de un servicio exclusivo de citas. Les contactas por mail, pagas la inscripción, vas a la sede y rellenas un formulario. Cuando encuentran a tu chico ideal, te mandan una cartica con su nombre y con la fecha y la dirección del lugar donde te han organizado la cita.

—¿Tipo First Dates?

—Más o menos... Pero sin cámaras.

—¿Y pagando?

—Y pagando, pero te prometo que merece la pena. Ya has visto a Bruniti. Si quieres me ofrezco a acompañarte cuando tengas que ir allí para darte apoyo moral. —Alzó la cerveza para chocarla con la de Sam.

—Bueno... ¡¿Por qué no?! Solo se vive una vez.










MAGENTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora