Sin ataduras

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Christopher se levantó de un salto y fue directo a despertar a base de molestos aplausos a los dormilones arrinconados en el sofá con chinches, de otro modo no llegarían a tiempo a Londres.

El sol apenas se asomaba por el horizonte, esa mañana la carretera había amanecido peculiarmente cubierta de neblina y la temperatura ambiente descendía por debajo de los cero grados

—¡Arriba! ¡Arriba! —los llamó Chris— despierten y pónganse sus mejores prendas porque hoy es el gran día

Con una mueca quejosa y una mirada indicando malestar a la luz artificial que emanaba el viejo candelabro colgado en el techo, ambos despertaron.

Se habían dormido en posición de cuchara inconscientemente para cobijarse del frío uno del otro, a comparación de Chris, quién se adueñó del único espacio aceptable y de las mantas viejas de la cama.

—Joder Chris, puedes ser más sutil —reclamó Matt entre bostezos.

—La lluvia se detuvo —contestó Dom con la mirada fija hacia la única ventana que reflejaba el exterior, sin verse involucrado en la conversación de estos.

—Ustedes dos no se ven tan cansados —comentó Chris—, realmente me sorprende que dos personas puedan dormir bien en un sofá tan pequeño y no muy agradable

Dom y Matt se miraron y soltaron una risa de complicidad.

—Te lo debemos gracias a tu amabilidad con las mantas, Wolstenbeast —ironizó Dom.

—Ya les buscaré un apodo a ambos, pillos —rió Chris.

El suministro de agua caliente se había agotado, Chris tuvo el infortunio de entrar a la ducha y recibir el chorro directo de agua helada resbalar por todo su cuerpo.
Matt y Dom rieron a carcajadas cuando escucharon los lamentos de Chris nada acomodados a la imagen varonil que imponía

—¡Es el Karma imbecil! —vociferó Dom entre risas desde el otro lado de la puerta del baño.

—Hijo de... ¡te voy a matar cuando salga de aquí! —exclamó Chris castañeando los dientes. Su tortura no sobrepaso el minuto y medio. Cerró el grifo y salió de la regadera a punta de temblores corporales constantes. Estaba apunto de colocarse su ropa cuando está se le resbaló y cayó al suelo. Entonces se llevó un pensamiento cuestionable a su cabeza, ¿por qué se encontró encimadas la ropa húmeda de Matt y Dom? Al principio quedó desconcertado por la posición de las prendas y el estado humedecido, sin embargo prefería ahorrarse el interrogatorio estúpido y simplemente las pasó de largo.

Londres lucia como un cristal fascinante ante los ojos de el trío qué pasó gran parte de su vida atrapado en un pueblo que parecía contenerlos en un muro impenetrable durante toda su niñez y adolescencia. Los aires diferentes les provocaban la sensación de ser tres niños en un área de juegos.

—Joder, pude haber lucido de diez si tan solo alguien no hubiera perdido mi chaqueta favorita —se quejó Dom, sin despegar un ojo de el volante. Acababan de ingresar por uno de los puentes que conectaba los condados de al rededor con el acceso a la ciudad, donde podían apreciar a través del cristal la maravilla británica dándoles la bienvenida.

—Te ves de diez —agregó Chris—. Siempre has sido el que mejor se viste de los tres. Yo en cambio extravié mi sentido de la moda desde hace mucho tiempo

—No seas modesto Wolstenholme, no estás tan mal —replicó Dom—. Aunque debo admitir que es verdad. De hecho el que peor se viste es Matt, necesita una asesoría muuuy personal de mi parte

—Pues tendrás que enseñarle muy bien —corroboró Chris con una carcajada. Matt simplemente rodó los ojos e intentó ignorar el doble sentido que Chris pasó por alto pensando que fue otro mal chiste de Dom.

Map of the Collision |BELLDOMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora