IV

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Eran tan extraño el estar donde estaba ahora mismo y aún así, no me molestaba en absoluto.

Así que medio adormilado comencé a recordar cómo es que había llegado a este exacto momento.

La rutina a la que Julie nos acostumbró era sencilla; por las mañanas tanto Hange cómo yo salíamos rumbo a la universidad no sin antes saludar a la mujer por alguna de las múltiples ventanas abiertas de su casa; por las tardes variaba un poco la rutina ya que había ocasiones en las que las clases de Hange terminaban mucho antes que las mías o por el contrario debía quedarse hasta tarde, lo cual significaba que podía llegar a comer con Julie o a cenar.

En cuanto a mi, mis horarios eran bastante regulares, siempre salía a una hora específica, llegaba a casa de Julie y comíamos juntos, una hora después (en la cual ella me convencía de dormir en el sofá 'por lo menos') me marchaba al supermercado, al salir de aquel trabajo de medio tiempo, Julie nuevamente me esperaba para cenar en su hogar.

Así que se podría decir que la hora de la comida siempre la pasaba con ella, a veces Hange nos acompañaba pero no era muy común, y a la hora de la cena siempre nos reuníamos los tres.

Cuando Julie estableció que nos quería ver ahí todo el tiempo que nos fuera posible, fue cuando tanto Hange como yo, supimos que lo que la mujer nos decía era enserio.

Prácticamente Julie había adoptado a un par de universitarios, dormíamos en nuestras respectivas casas pero no pasábamos más tiempo en ellas que eso, a estas alturas se podría decir que vivíamos en casa de Julie.

La constancia en la rutina y la confianza que nos tenia nuestra vecina era tal que aquellas formalidades normales tan comunes, habían quedado olvidadas en algún momento en el proceso...ya que ya no solíamos tocar la puerta antes de entrar o pedir permiso para tomar algún utensilio, buscar algo de comida del día anterior en el refrigerador o simplemente si llegábamos agotados de lo que sea que hubiésemos hecho éramos libres de desmayarnos en el sofá, ya no era necesario pedir permisos.

Al principio fue extraño, claro que lo fue, es decir, nadie te ofrece entrar en su casa cuando quieras, a la hora que gustes y hagas lo que harías en tu propio hogar desde el momento en el que la conoces.

Teníamos nuestras reservas al comienzo, esperábamos tranquilamente en la puerta a que la mujer abriera, intentábamos no incomodarla con temas de la escuela y cosas por el estilo.

Pero cuando ella comenzó a tratarnos con tanta familiaridad a ambos, no pudimos evitar sentirnos en completa confianza.

Cualquier persona pensaría que éramos familiares de Julie, pero no... yo vivía con mi madre y Hange vivía con sus padres, pero nuestras respectivas familias no eran muy allegadas a nosotros, el trabajo siempre era un impedimento tanto para los padres de ella, como para mi madre.

Aquella rutina que teníamos con la mujer comenzó a desarrollarse de forma tan solida que pasamos de algo normal como lo era pasar parte de la comida y algunas horas extra con nulos temas de conversación sobre la mesa y buscando alguna excusa para poder retirarnos a nuestras respectivas casas, a compartir con Julie nuestro día a día, Hange hablaba acerca de experimentos que hacía en la universidad y como es que parecían tenerle miedo por aquello y bueno yo le contaba alguna novedad interesante que hubiese sucedido en el supermercado ya que no consideraba que mis clases en la universidad fueran tan importantes de mencionar como lo hacía Hange.

Y hablando acerca de ella, si bien en un inicio nuestras pláticas eran hoscas y llenas de niveles peligrosos de sarcasmo intentábamos no hacer de ellas un alboroto, mucho menos en casa de Julie, no podríamos hacerle eso si lo único que la mujer quería era ver que nos llevásemos bien.

Tardamos un tiempo más en comenzar algo así como una amistad entre nosotros (amistad que más bien parecía un pacto de no agresión verbal o física, ya que nos gustaba gastarnos bromas pesadas el uno al otro... a veces demasiado pesadas), con el tiempo y el trato aquella muchacha que me causaba escalofríos si la miraba más de un momento pasó a ser una persona de confianza, igual que Julie, pero con mucha menos facilidad que esta última.

Cuando realizamos aquel pacto de no agresión, no solíamos hablar mucho cuando nos encontrábamos en casa (si en la de Julie), la mayoría de nuestras pláticas tomaban lugar cuando partíamos rumbo a la universidad, intentábamos llevarnos bien por ella, y se notaba que hacíamos un gran esfuerzo.

Mismo que comenzó a dar frutos de la nada, ya que de no hablarnos por completo en la cena o la comida, compartíamos extensas pláticas acerca de libros que nos gustaban, alguna canción específica o bien algún chisme de la universidad.

A simple vista podríamos no parecer tener nada en común más que nuestra casa de estudios pero con el tiempo ambos nos dimos cuenta que éramos una compañía agradable para el contrario y que nos habíamos tomado cariño por la convivencia.

Aquel lazo afectivo me llevó a comprobar aquello que Hange me había propuesto, cuando tuviese insomnio, y ya que si bien este último no me abandonó en ningún momento, no solía sufrirlo tanto como había sucedido en el pasado.

Estar con ella mientras se distraía en quien sabe qué cosas, mientras yo hojeaba distraídamente varios libros que me parecían interesantes era relajante, me daba la oportunidad de olvidarme por un momento de mis problemas existenciales.

Algunas veces incluso llegaba a quedarme a dormir en casa de Hange dado a las altas horas de la noche en las que solía visitarla, ella misma me había ofrecido un sitio para dormir dentro de su propia habitación.

Ver qué nuestro mutuo acuerdo de aparentar felicidad estando con Julie solo aplicaba en su casa y que mágicamente ya no se trataban de  puras apariencias, hizo inmensamente feliz a la mujer.

Ya que ella nos ofrecía todo ese cariño que nuestras familias no podían brindarnos, debido a sus actividades laborales.

Pensaba en lo mucho que había cambiado la vida de Hange, la mía y la de Julie, todos parecíamos mucho más felices de lo que éramos en un comienzo.

No era como si irradiásemos felicidad con solo dar un paso sobre la acera, no, era otro tipo de felicidad, algo interno.

Esto era algo más profundo, más cálido, el simple hecho de saber que alguien estaba ahí para ti, dispuesto a escucharte cuando tuvieses un problema, brindándote un consejo o simplemente para preocuparse por ti, llenaba algún tipo de vacío que por lo menos yo, no sabía que tenía.

Y estaba seguro de que aquello no solo pasaba conmigo, ya que podía ver la cara de felicidad de la misma Hange al llegar a cenar cada noche, al cruzar la puerta de la entrada aquella faceta de estudiante se mezclaba y se volvía un miembro de aquella particular familia.

Y ni hablar de Julie, ella era la más feliz de tenernos con ella, continuamente nos decía que se sentía muy agradecida con nosotros por dejarla forma parte de nuestras vidas, pero lo cierto es que aquello que solíamos llevar por vida nunca lo fue como tal, por lo menos no hasta que ella llegó a las nuestras.

¿Quién lo diría?, pasamos de ser simples vecinos a ser prácticamente una pequeña familia de 3.

                             ****

Aún dormitando sobre el sofá pensaba con una media sonrisa en el rostro por todo lo que habíamos pasado en tan solo 5 meses.

No parecía mucho pero para mi, era una eternidad.

-Levi, despierta o llegarás tarde al trabajo.- la dueña de la casa me tomó por el hombro intentando sacarme de mi sueño.

-Ya voy.- dije sin la menor de las intenciones de ponerme de pie.

-Si no te levantas ahora mismo de ese sofá, no tendrás rebanada de pay de queso para la cena.- sentenció.

Esa era una amenaza que no estaba dispuesto a enfrentar, por lo que talle mis párpados y me levanté.

Ya habría tiempo después para pensar en todo por lo que habíamos pasado, así que me aliste, deposite un beso sobre la mejilla de Julie en señal de despedida y salí rumbo al supermercado.

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