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Kylie estaba bajando del vehículo cuando supo que algo andaba mal. Había un gran número de invitados riendo y llorando de un segundo al otro, mientras que los demás se filmaban con botellas de alcohol en sus bocas y otros guardaban pequeñas bolsitas blancas en sus abrigos.

Hanna se volteó a verla con una sonrisa, una invitación a entrar, y la siguió. Esquivaron a aquellos que ya estaban inconscientes y fueron hacia el patio trasero, donde encontraron la piscina llena de cuerpos en bikinis bailando bajo los efectos de todas las mierdas que habían mezclado.

Matt estaba haciéndoles un gesto en el aire con una mano que sostenía una botella de cerveza, y fueron a su encuentro. Varios chicos con chaquetas negras y cigarrillos en sus bocas asintieron a modo de saludo, mientras Hanna pegaba sus labios a los de Matt.

—Ahora comienza la fiesta para mí —dijo el chico, y le enseñó una mesita de cristal que estaba tras ellos, repleta de bolsas vacías y cenizas de cigarrillo. Rebuscó en el bolsillo de su chaqueta y sacó una tarjeta de crédito y otra pequeña bolsita que contenía un polvillo blanco.

—¿De veras? —Kylie estaba viendo a su amiga con un enojo creciente.

Sin embargo, Hanna ya estaba aspirando con una enorme sonrisa, mientras le daba un largo trago a la cerveza de su novio.

—¿Tú no quieres? —preguntó uno de los chicos con chaqueta. A pesar de sus lentes oscuros, Kylie podía ver las profundas ojeras que intentaba esconder.

—Deberías probar —insistió otro. Sus ojos estaban rojos y apenas si podía mantenerlos abiertos —. Vamos, no seas aguafiestas.

—No consumo esas mierdas —soltó, molesta.

—Eso es porque aún no has probado nada bueno —el de lentes se acercó a ella y le enseñó unas pastillas pequeñas, verdes y con una carita sonriente —. Son otra onda.

—Hanna —comenzó a protestar, pero su amiga estaba muy ocupada devorándose a su novio —. Cielo santo, vayan dentro.

—Lo que tú digas Ky —Matt sonrió, agradecido, y arrastró a Hanna de regreso al interior de la casa. Ky asintió y se cruzó de brazos, pensando en cuánto tiempo debería estar allí antes de poder regresar a su casa.

La música era un desastre. Todos allí dentro estaban cambiando las canciones luego de un minuto, y los sonidos de botellas destrozadas al caer desde las encimeras se había vuelto una melodía recurrente. Echó un vistazo a la piscina y vio a una chica saliendo a duras penas, luchando por mantener el contenido de su estómago dentro de su cuerpo unos minutos más. A su alrededor, varios chicos filmaban entre risas el trasero de Ashley, que estaba completamente desnudo.

—Patético —dijo una voz a su lado. Apenas se giró para verlo: alto, rostro anguloso, ojos grandes, labios carnosos. Su cerebro guardó esa imagen en la categoría idiotas.

—Apuesto a que no dudarías en llevarla a una habitación si tuvieras la oportunidad.

—Prefiero la parte trasera de un auto, pero con ese cuerpo no me molestaría el lugar —respondió. Kylie hizo un gesto de comprensión: al menos era honesto, no como el resto de los idiotas que soltaba frases vacías de sentido.

—Entonces ve —lo desafió —. Dale una mano y cárgala hasta tu coche -ahora se volteó completamente para verlo —. Apuesto a que Brad te golpeará con tanto odio que no serás capaz de comer nada más que papilla por un mes.

—¿Esa es la primera impresión que tienes de mi? —levantó una ceja y habló con voz ronca. El aliento le apestaba a alcohol.

—Estamos hablando sobre Ashley, bailando semi-desnuda en una piscina y bajo los efectos de todo lo que puedas imaginar —enumeró señalando sus dedos —. No hay forma de dar una buena impresión.

Secretos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora