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Salió de la casa de Hanna sin rumbo. No quería regresar a su casa aún, no podía limpiar y organizarse con la cabeza tan pesada. Los videos y la voz de su amiga completamente fuera de sí habían sido un golpe fuerte.

Las calles ya estaban comenzando a vaciarse, con negocios atendiendo a los últimos clientes del día y personas apresurándose por regresar a sus hogares, con comida y mascotas, familias y calidez aguardando a recibirlos.

Iba concentrada en sus pies, viéndolos moverse de forma sincronizada con el zarandeo de sus hombros, cuando chocó con alguien. Retrocedió por el golpe y se apresuró a disculparse.

—Lo siento, no estaba prestando atención...

—¡Hey! —la saludaron —¿Cómo te sientes?

Levantó la mirada y vio a Will, con una sonrisa cálida en su rostro y un vaso de café en una mano.

—Bien —dijo, aturdida —. Lamento haberte...

—No es nada, apuesto a que estás muy cansada —comentó —. Por cierto, ¿cómo están tus..? —la señaló y ella demoró en comprender.

—Oh —exclamó —. Bien, estoy bien. Susan me dio unos calmantes, supongo que hacen efecto.

—Que bueno.

Un largo silencio se impuso entre ellos, con Kylie mirando sus alrededores y Will bebiendo su café.

—De acuerdo —comenzó ella —, un placer saber que estás bien —se despidió y pasó por su lado. Un hombre apareció a la vuelta de la esquina y ella se tensó notablemente. Will tiró su café en un cesto y se acercó, alerta, hasta que la vio dialogando con él.

—Voy a... voy a vender la casa y... Ya verás... —Robert se tambaleaba y apestaba a una mezcla de alcohol, vómito, sudor y vaya uno a saber qué más.

—Mírate -ladró Kylie, con su voz como un témpano —. Eres repugnante.

Sin embargo, lo sujetó por la cintura y pasó uno de sus brazos sobre sus hombros, ayudándolo a caminar.

—Ya verás... —balbuceaba.

—Puedo ayudarte —se ofreció Will, pero ella negó.

—Te lo agradezco, pero no necesito que conozcas a mi padre —seguía con ese tono extraño, y Will se preguntó cuánto habría demorado en perfeccionarlo. Tomó a Robert por el otro brazo y la ayudó —. Te dije que...

—Vamos, apuesto a que por dentro me lo agradeces.

Kylie no respondió, y los guió hacia su casa, casi diez minutos más hacia el sur. Subieron al porche y ella soltó a su padre para abrir la puerta. Luego encendió las luces y dejó que Will entrara hasta recostar a Robert en los sillones. El chico tuvo el reparo de regresar a la entrada en cuanto acabó.

—Gracias —Kylie estaba de brazos cruzados, viendo a su padre con odio.

—No es nada —sonrió de lado; un gesto comprensivo, amable —. Bueno, nos vemos —saludó con un gesto en el aire y Kylie asintió, cerrando la puerta en cuanto terminó de bajar las escalerillas.

—x—

El olor a té de arándanos la guió hasta la cocina, y la dama de llaves la esperó de pie en el umbral, con su taza de porcelana floreada sobre una fuente de plata brillante. Pasó de ella y oyó sus pasos siguiéndola como un perro hambriento hasta la sala. Se sentó frente a la chimenea ardiente y oyó el tintineo de una cuchara al apoyar la bandeja sobre una mesita de cristal.

—Espero visitas para esta noche —dijo —. Será mejor que comiences a cocinar.

—Sí, señorita —agachó la cabeza y dobló las rodillas.

Secretos de SangreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora