Capítulo 3

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Hellen

¿Qué tan extraño es verte a ti misma como si fueras otra persona? No estoy loca, tampoco confundida. Durante la semana que he vivido en el cuerpo de Viran, mis memorias permanecen intactas, recuerdo cada segundo, especialmente los últimos momentos, por lo que no hay duda de que mi alma es la misma y, sin embargo, la chica que veo en la distancia también soy yo.

Permanezco oculta detrás de un edificio observando al par de jóvenes que caminan por la solitaria calle. Son las primeras horas del día, por lo que únicamente las personas que realizan labores de madrugada pueden verse fuera de sus casas. Dar con ellas no ha sido difícil, aunque no fue sencillo rememorar después de tantos años, esta era mi rutina diaria. La marquesa siempre fue una mujer de apariencias, por lo que sobra decir que fue bastante tacaña, nos hacía salir antes del amanecer a los mercados bajos, mientras a todo el mundo le aseguraba compraba los alimentos y ropas en las mejores tiendas del centro de la ciudad. No todo era así. Sanya y yo nos las ingeniábamos para conseguir buenas telas y otros objetos a bajo costo, los cuales, después cosíamos y cambiamos para darles un aspecto de alta costura. Éramos buenas en eso, aunque nuestros dedos sufrían al tener que hacer todo a mano y es que, tras descubrir nuestras habilidades, comenzó a pedirnos hacer pañuelos y otras prendas que vendía a una tienda de ropa. también en ocasiones, no dormíamos cuando tenía un evento de última hora y debíamos no solo cumplir nuestro trabajo, hacerle vestidos nuevos.

Escuchar mi risa y ver el brillo casi infantil en mi cara, hace que se forme un nudo en la garganta, confirmando que no estaba equivocada. No era una mala persona, alguien así no sería feliz con cosas tan sencillas, como el pastelillo que nos regaló hoy el dueño de la panadería. A mis quince años, luzco un poco más alta para mi edad, un poco más alta del tamaño de Sanya, que era un año mayor; soy delgada y de piel pálida. No soy una belleza con cursas exuberantes y un rostro inmaculado, pero mi pelo rojizo no es lo único que me hace destacar, mis ojos de un tono verde con pequeñas motitas doradas, siempre me hicieron captar algunas miradas. Era bastante bonita, para ser una chica huérfana y de clase baja.

La marquesa Kerles pensó en utilizarme para un matrimonio arreglado, sabía que podría obtener una buena cantidad a cambio, pero antes de hacerlo, conseguí ser la acompañante del príncipe Viran en su decimonoveno cumpleaños. Lo que me hizo ser automáticamente postulada como candidata a reina. Ella estuvo más que encantada con ese hecho, hasta que las cosas comenzaron a ir cuesta abajo y entonces aseguró que siempre fui demasiado codiciosa y cruel.

Ah. Las personas pueden decir grandes mentiras, con tal de salvar sus cabezas.

Cuando ellas están cerca de donde me encuentro, oculto mi rostro debajo de la capucha que llevo y retrocedo un poco, evitando un posible encuentro. ¿Por qué?

Hasta hace unas horas pensaba que debía hablar conmigo misma, comprobar que era yo. No sé porque tuve una idea loca durante la noche. Si yo me encontraba en el cuerpo de Viran, ¿podría encontrarse él en el mío? Eso tendría sentido, ¿no? ¿Qué fue de su alma?

Me aterraba esa posibilidad, pero ahora que me he visto y escuchado, no hay duda, soy yo. Mi voz, mis gestos.

Sin embargo, antes de dejar el palacio a escondidas ocurrió algo extraño que me hizo cambiar de opinión.

***

―Un alma no puede encontrarse consigo misma, va en contra de las leyes de la existencia.

Confundida miré a la mujer de ojos tan negros como la noche, parecía no tener iris, y un cabello tan pálido que parecía traslucido, como su piel.

Me he convertido en tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora