VI

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Sentado en la mesa donde segundos antes había estado su capitán, se quedó pensando, quizás había ido muy lejos con el interrogatorio—pero ciertamente debía de sacarse las dudas de todo ese asunto—pasmado vió como Havoc rápidamente se colocaba su chaqueta y con un cigarrillo nuevo entre los labios se agradeció la noche y se disculpó por irse antes que su jefe. Roy, aún estático, antes de siquiera responder se dió cuenta que ya Havoc estaba saliendo por la puerta del local como quien tiene prisa.
Ella quizás no lo dijo, pero había algo extraño en el comportamiento de esos dos—pensó—quizás son sentimientos unilaterales del hombre hacia ella. Pero, ¿cuando se habían vuelto tan cercanos?

Se reprendió a sí mismo por no haberse ido tras ella antes que el teniente. Pero todos esos pensamientos fueron dejados atrás cuando una de las chicas de Madame se presentó a su mesa para llevarlo a bailar nuevamente. Debía de disfrutar esta noche, o eso creyó cuando ponía una mueca extraña en forma de sonrisa.




Riza caminaba a paso tranquilo, y algo cohibida, sentía una mirada penetrarla a lo lejos, pero, no se veía nadie, la hora no ayudaba mucho, aunque habían farolas alumbrando la ciudad, no dejó de sentirse intranquila, siguió caminando como si nada pasara, después de todo, era una mujer entrenada, capitán del ejército, y con múltiples armas escondidas entre su ropa.

—¡Capitán!

Riza volteó la cabeza asombrada de escuchar aquella voz.—¿Que hace aquí? Debería estar disfrutando la noche, General.

Roy se sorprendió a sí mismo al ser llamado así, y por un momento se arrepintió de haber salido casi corriendo del bar y dirigirse en dirección a la casa de su subordinada.

—Quería acompañarla, ya que usted siempre está con el auto, no quise que regresara a su hogar caminando.

—¿Está seguro de que puede conducir? Puedo hacerlo yo..-

—Por supuesto que si, anda, sube.

Ya dentro del auto se hizo un silencio cómodo, de esos que no tenían hace tiempo, el de vez en cuando torcía la mirada a un lado hasta chocar con ese hermoso perfil. Pero ella nunca apartó la mirada del frente.

—Oye... el mes próximo iremos a Ishval, ya las obras estarán terminadas, por tanto debemos ir y eso... ¿Quieres ir?

—Por supuesto que iré, señor, si soy su asistente y guardaespaldas.

Roy pareció ofuscado por ello, quería decir algo totalmente diferente pero eso fue lo único que salió de su boca, aún muy en el fondo, no quería dañar esa hermosa relación que tienen solo por invitarla a salir en una cita. No tiene ni pies ni cabeza porque igual sería en contra de la ley. Esos pensamientos pesimistas desinflaron su pecho, el cual estaba rebosante y revoloteando de la felicidad por estar junto a ella.

—Si... tiene razón, capitán.

Luego de un silencio esta vez un poco tenso, ella se atrevió a cuestionarle si se encontraba bien a lo que él respondió con un "por qué no lo estaría". Esto dió por zanjado cualquier tema de conversación, por lo menos hasta que llegaron a la residencia de la capitán y en el nació una no muy agradable sensación.

—Gracias por traerme, general, recuerde llegar mañana temprano, tiene una reunión a primera hora con los ministros.

Roy solo le dio una pequeña sonrisa mientras susurraba un "si". La vió caminar hasta casi adentrarse a su edificio cuando de pronto Roy, en un impulso, salió del auto y le sugirió acompañarla hasta su casa, alegando que necesitaba comprobar que todo estuviera en orden. Ella lo comprendió de inmediato, después de todo, los días que habían compartido cuarto en el hospital, era despertada por movimientos bruscos de su superior, sabía que tenía pesadillas sobre lo que habían pasado. Y siempre trató de reconfortarlo.

Subieron las escaleras en silencio hasta llegar a su piso, en donde una sombra al final, estaba sentada cerca de la puerta de su vivienda. Roy rápidamente se puso los guantes, pero al ver que Riza caminaba en su dirección, al parecer sin darse cuenta de nada, puso rápidamente una mano en su hombro para detenerla y dándole una mirada se puso delante de ella avanzando así hasta donde se encontraba el sujeto.

—Señor, no es necesario-

—Tranquilo, General, soy solo yo.

Roy estaba perplejo. ¿Qué rayos hace Havoc ahí? ¡Tan tarde! Para eso se había largado corriendo... para sorprender a su capitán. Con esos pensamientos sintió su sangre arder lentamente.

Jean, ¿qué te he dicho sobre eso?

—Disculpa, es que quería hablar contigo un rato a solas y...—se explicaba mientras colocaba una mano en su nuca. Pero entonces reparo en el general—¿Que hace usted aquí?

—Yo debería preguntarle lo mismo, teniente.—dijo con voz fría mientras lo miraba fijamente a los ojos. El aludido solo apartó la mirada para dedicarle una significativa a Howkeye. Esto solo hizo que Roy se sintiera peor. ¡Le aparta a la mirada para mirarla a ella!

—Muchas gracias por acompañarme, General, si gusta puede pasar y tomarse un café con Jean y conmigo.

Este último se sorprendió ante la oferta que ella le daba a Mustang, ¿por que lo hacía? ¿No sería más fácil despedirlo y ellos hablar tranquilos a solas?

Abriendo la puerta de la casa e invitando a ambos militares a pasar, dió un suspiro inaudible mientras se agachaba para recoger a Black Hayate del suelo. Este parecía especialmente contento de recibir tanta gente.
Y Roy se sentía especialmente desconcertado al darse cuenta que el perro parecía tenerle más aprecio a Havoc que a él. ¿Cuantas veces había venido con el pretexto de hablar a solas?
Con esos pensamientos de adentro a la estancia y se sentó cómodamente en el comedor mientras Riza se disculpaba para preparar el café.

Ambos hombres se quedaron solos, frente a frente.

¿Amor o Costumbre?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora