XXV

460 50 11
                                    

Su cabeza dolía, lo suficiente como para no poder levantarse aún cuando ya estaba despierta. Palpó con las yemas de sus dedos los alrededores de su cama, sintiendo algo blando a su lado, frunciendo el ceño y abriendo los ojos con dificultad.

Giró su rostro y casi suelta un grito, casi porque la japonesa fue más rapida y le tapo la boca, la sonrisa en el rostro de Sana dándole la misma sensación que aquella vez.

—Buenos días —murmuró con la voz ronca, las manos de Jihyo tratando de sacarse la mano de la boca pero la fuerza de la japonesa parecía ser mayor que la suya. Luego de unos segundos, se rindió de luchar y enfocó su mirada en el rostro de Sana, su corazón latiendo con fuerza al notar la cercanía en que se encontraban—. ¿Dormiste bien?

Por obvias razones la pelinegra no pudo contestar, así que la mayor sacó lentamente su mano de la boca de la contraria pero sin alejarse. Sonrió nuevamente, apoyando su cabeza en una de sus manos y analizando el rostro con el que Jihyo había despertado.

—¿Qué quieres de mí? —preguntó por fin la pelinegra, tomando algo de distancia mientras se incorporaba lentamente en la cama. Su cabeza seguía doliendo pero ahora por el fuerte olor a perfume de la japonesa.

Sana negó con la cabeza, tocando con delicadeza la punta de su nariz y sonriendo ampliamente—. Pregunta equivocada —se levantó de la cama y Jihyo aprovecho para buscar con su mirada algo con que golpearla y poder escapar, dándose cuenta en ese momento que no se encontraba en su departamento—. Saqué todas las cosas peligrosas de la habitación, así que ni lo pienses —aclaró con burla, apoyando su espalda en la pared y mirando con los brazos cruzados a la menor.

—¿Qué me vas a hacer? —preguntó nuevamente, sentándose en el borde de la cama y mirando con terror a la más alta. Pensó que Sana volvería a negar con la cabeza, pero ésta vez la rubia sonrió con diversión, acercándose a ella y sentándose a su lado.

Acercó su rostro al de la pelinegra y Jihyo tuvo que tragar en seco para no hacer un movimiento en falso. Sana acercó con cuidado su mano a el rostro de la menor, teniendo cuidado de no asustarla y acariciando con delicadeza la mejilla de la contraria.

—Nada que tú no quieras —murmuró sobre sus labios, alejándose abruptamente y ladeando la cabeza hacia un lado—. A menos que me hagas enojar —aclaró, cruzando sus piernas y mirando a su alrededor con curiosidad.

Jihyo se levantó de la cama y caminó hasta la puerta abierta del baño, al menos para lavarse la cara. La mano de la japonesa la detuvo de su camino y la jaló suavemente hasta sentarla en sus piernas, ambas manos trasladándose a los hombros de la pelinegra.

—Shhh —acercó su boca al oído de la más baja y se atrevió a rodearla por los hombros, sintiéndola tensarse contra ella—. Vamos a comer primero —habló, esta vez en un tono más demandante.

Finalmente, Jihyo se levanto con rapidez y corrió hasta la otra punta de la habitación, mirando desde la tenue luz de la mañana como Sana permanecía ahí. La japonesa no se molestó en ir a buscarla, sólo se levantó de la cama y caminó hasta la salida, dedicándole una leve sonrisa antes de desaparecer de la habitación.

Algo que le llamó la atención a la pelinegra fue que Sana dejó la puerta abierta, como incitándola para salir y seguirla hasta la cocina. Le tomó unos segundos aclarar su garganta y caminar con inseguridad por el pasillo, la voz de la japonesa tarareando una canción mientras el sonido de los cubiertos inundaba la cocina.

—Would you love me more, if I kill someone for you —su voz salió con dulzura, pero Jihyo entendió que la letra de la canción no era para nada inocente. Sin hacer mucho ruido, analizó la cocina en busca de algo con que hacerle daño a Sana, el colgador de cuchillos apareciendo en su visión cuando notó que la japonesa se alejó levemente de ese sector.

Killer ⚖︎  𝘀𝗮𝗵𝘆𝗼Donde viven las historias. Descúbrelo ahora