37. Mentiras que no duran nada.

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—Aquí puedes quedarte —Kyungsoo informó.

Abrió la puerta frente a ellos y dejó pasar al invitado. Jongin avanzó con pasos tímidos. A pesar de su metro ochenta y dos, le fue muy fácil sentirse pequeño en aquella gigantesca habitación. 

Bueno, en realidad no era gigante, pero sí era más grande que las del departamento o las de la casa del abuelo. El techo era muy alto, las paredes estaban pintadas de blanco y los muebles parecían muy finos. Mordió el interior de su mejilla y contuvo el impulso de subirse a la cama para saltar en ella.

Es que se veía tan suave y esponjosa...

Unas horas atrás, Baekhyun y Jongdae lo habían abandonado en la sala, dejándolo a la deriva, rodeado de personas que no conocía y a las que debía mentirles. Por suerte, la familia del embarazado se había mostrado muy amable y no habían preguntado más de la cuenta. Kyungsoo se había sentado a su lado durante la cena y se había esforzado por entretenerlo con una interesante conversación sobre la celebración navideña que hacían en el pueblo. Después del postre, se había ofrecido a instalarlo en una habitación disponible.

—¿Nadie duerme aquí? —Jongin preguntó, sintiéndose como un intruso.

—No, es solo para invitados —Kyungsoo respondió, cruzándose de brazos y apoyando un hombro en el marco de la puerta.

—Ya.

Kyungsoo observó a Jongin, mientras este se sentaba en la cama y abrazaba su mochila con incomodidad.

—¿Qué es todo este lugar? —Jongin preguntó de pronto.

—¿Te refieres a afuera? —Kyungsoo alzó sus cejas y señaló hacia la ventana, Jongin asintió—. Es un campo de lavanda. Bueno, en realidad, son varios campos.

—¿De verdad? —Jongin preguntó asombrado, pero, demasiado pronto, su gesto cambió a uno de desilusión— Todas las flores deben estar marchitas en esta época.

—No todas —Kyungsoo aclaró—. Hay un tipo de lavanda que florece aún bajo la nieve. No está muy lejos de aquí. Si quieres, puedo llevarte por la mañana.

Jongin asintió fervientemente, no pudo evitar sentirse ilusionado. Sería como una de esas excursiones escolares a las que rara vez pudo asistir. Casi siempre se solicitaba que un adulto lo acompañara y el abuelo no podía darse el lujo de cerrar la carpintería un día completo, a menos que se tratara de una emergencia. Así que no pudo visitar el museo de armas, ni el zoológico, ni la antigua vivienda de un famoso escritor junto a sus compañeros de curso.

Por un instante, Kyungsoo se perdió en la sonrisa de Jongin y en sus inocentes y soñadores ojos oscuros, que lo miraban casi sin parpadear. ¿De dónde habían sacado semejante ejemplar y qué defecto tan terrible podría tener para estar soltero?

—Espérame en el recibidor a las... ¿siete de la mañana?

Jongin asintió de nuevo y de nuevo sonrió. Kyungsoo sonrió también, empezando a sentirse extraño bajo la intensa mirada del moreno.

—Buenas noches, mi habitación es la de al lado, a la derecha, por si te pierdes... o por si necesitas algo.

Jongin intentó que su rostro no se calentara por la vergüenza. Era solo una amabilidad. ¿Por qué en su mente las palabras de aquel recién conocido habían tomado una connotación indecorosa? Porque era un sucio, por supuesto, el primo de Baekhyun solo estaba siendo amable.

—Gracias —murmuró sin mirarlo directamente, sabía que tenía el rostro completamente rojo—. Buenas noches.


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