Capítulo IX.

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Capítulo IX.






—Dile hola a Katia —Tomó la manita regordeta de Marco que se reía encantado tratando de darle manotadas a la tablet que llamaba su atención—. Este niño es un encanto Katia. —Se rió con él mientras le hacía cosquillas con su nariz. Su prima le devolvió la mirada resignada pero con una sonrisa, al menos se veía realmente feliz. Sabía que Katherine no podía tener hijos porque se operó de endometriosis hace unos pocos años, pero era eso, o llenarse de quisters y fibromas indefinidamente. Y aunque nunca había salido una palabra de queja de sus labios, sabía que era algo que le había afectado, porque siempre le habían gustado los niños, sólo que nunca había encontrado a alguien con quién tenerlos. Y no era tan irresponsable como para buscar el primero que apareciera en su puerta sólo porque iba a quedar estéril.


—Sí, definitivamente es una monada —convino—, ¿duerme contigo?


Katherine negó mientras le buscaba el chupón y el pequeño se entretenía. Ya tenía 6 meses, habían tardado 2 meses casi tres en conseguirle la visa incluso pagando todo el papeleo express, pero allí estaba, siendo niñera en otro país.


—Tiene su cuarto, es el contiguo al mío.


—¿Y el de su padre? —inquirió con doble sentido. Katherine puso los ojos en blanco.


—Es el contiguo al de él.


—¿También te paras en la noche a atenderlo? —Se rió ante la cara enrojecida repentinamente de su prima.


—No. Y si lo hiciera, no hay ningún problema. Literalmente es viudo ahora —Se defendió.


—Sí, literalmente soy viudo. Puedes escaparte a mi cuarto cuando quieras —asintió completamente de acuerdo con su argumento. Katherine se quedó de piedra, mientras Katia estallaba en carcajadas.


Que me trague la tierra ahora mismo. El pensamiento hizo eco en todo el interior de Katherine que no se atrevía ni siquiera a voltear, vio como Katia se despedía entre risas y cortaba la llamada. Traidora.


—Llegaste temprano —comentó observando la hora en la tablet—, media hora antes.


—Tengo gente esperándome en casa, es justo que de vez en cuando vuelva temprano. ¿Por qué? ¿Te pone nerviosa? —La molestó entre risas, sabiendo que estaba incómoda.


Ella se volteó hacia él decidida a no dejarse intimidar.


—Cállate —Le entregó a Marco, mientras él seguía riendo y la observaba salir de la habitación.

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—Ya Marco está dormido —Se sentó en la mesa donde Nickolas estaba terminando de servir la cena y tomando los cubiertos para comenzar a comer en el momento que él también se sentó a la mesa.


—Se porta mucho mejor ahora que estás aquí, me hace quedar mal.


Katherine se ríe pero no dice nada, está concentrada en su comida que huele tan bien como sabe. Ambos se sumieron en un calmado silencio, todas las cenas habían sido así desde que ella había llegado, en silencio, en calma, levantando la vista para ver que el otro quizás lo estaría viendo. No había sido difícil establecer una buena rutina entre ambos, tenían personalidades bastante afines, poco conflictivas y poco dadas a las discusiones o peleas.


El problema estaba en la tensión entre ellos. En las miradas. En cada roce que los hacía contener la respiración. En las ganas contenidas de cruzar la línea que habían dibujado entre ellos. A veces Katherine tenía que cruzar las piernas tan fuertemente que sentía que se le iba a cortar la circulación luego de verlo salir de su cuarto en pijama a atender a Marco. A veces Nickolas tenía que bañarse nuevamente en la madrugada al encontrarla dormida desarropada y cómoda en la cama de su hijo.


Era una situación sencilla que ellos estaban haciendo complicada. ¿O no?


Nickolas se recostó en la encimera mientras la observaba lavar los platos.


—Quiero tener sexo contigo, Kat.

Escuchó el sonido de los platos al caer nuevamente sobre el metal del fregadero, él no se rió y tampoco dejó de verla, aunque ella no se volteó.


—Estoy cansado de negarlo. De caminar sobre vidrio en ese tema. Quiero tener sexo contigo, me la paso pensando en eso todo el día, cada vez que te veo, te mueves o respiras, sólo pienso: quisiera estar con ella en la cama. Sé que habíamos hecho un trato implícito sobre eso... pero, sinceramente, es un trato asqueroso. No estoy casado, estás soltera, vivimos en la misma casa. ¿Por qué no podríamos tener sexo? Katherine, por Dios, di algo.


—No pensé que te sintieras así —dijo al final.


—Lo sabías, sólo que no querías aceptarlo verlo. Por eso, te lo explicaré con claridad —Su mano se deslizó hasta la cadera de la chica, deteniéndose detrás de ella mientras acariciaba su cabello con suavidad y dejaba al descubierto la piel de su cuello—. Me encantas —depositó un beso haciendo que su piel se erizara—, me encantas —otro beso un poco más cerca de su garganta—, me encantas.


La volteó apoderándose de su labios por completo. Él podría mostrarle con hechos como se había sentido durante todo este tiempo.

The Distance Between UsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora