Epílogo V.

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"No puedo creer que esto esté pasando..." murmuró, mientras se acomodaba en su lugar, siendo padrino de lazo de ambos erizos

"Yo tampoco, la verdad estoy súper emocionada" comentó la coneja ya mayor, al lado del zorrito y le sonrió "Desde que Amy se fue de la casa, con mi madre notamos que no era lo mismo... y ahora se está casando, no puedo analizarlo aún"

"Sigo sin creer que nunca me haya enterado de la increíble historia que ustedes 3 comparten juntas" le susurró, asombrado

"Bueno... desde lo de su padre, fue adoptada por sus tíos, pero tampoco fue educada como se debe. A tal punto de dejarla a su suerte en una casa ajena, que fue la nuestra... mi mamá se compadeció de ella, y mientras buscábamos a alguien que la pudiera adoptar, yo ya me encariñé demasiado, mi mamá no tuvo de otra que ser su tutora legal a partir de ahí" comentó con leves risitas, levantando sus hombros sin borrar esa dulce sonrisa "Después Amy se fue de casa a vivir sola, mientras yo aún estaba en la secundaria. Se fué a ese dichoso instituto que siempre había soñado, y al parecer encontró el amor... solo... me desconcierta que haya tenido una niña tan linda, ¿eso cuándo pasó? Entre tanto preparativo no he tenido tiempo de preguntarle"

"Una laarga historia, créeme" concluyó, y suspiró con pesar, pero con una suave sonrisita "Historia que con gusto puedo contarte, claro; pero no ahora porque justo está por empezar la b-"

"Silencio ustedes dos." ordenó el rojo, en un oscuro susurro, para luego acomodarse la corbata y volver a posicionarse en su lugar

El erizo solo estaba perdido en sus pensamientos mientras zapateaba fuertemente un pie, haciendo un vaivén, arriba y abajo, sentía el sudor frío en su nuca y el traje le resultaba incómodo, le picaba todo, aunque eso probablemente sea por su evidente nerviosismo.

Vió como todos los invitados se empezaron a acomodar en sus respectivos lugares, en un silencio que si bien no era absoluto, solo ponía más nervioso al cobalto.

Notó como su hijita, al lado de una coneja mayor llamada Vainilla, le daba un pequeño saludo con sus manitos, y le sonrió emocionada.
El recuerdo de que ella estaba igual de emocionada que ellos, que quería hacer todo en su boda, colaborar en lo más que pudiera.
Inconscientemente sonrió de una manera tonta, aquel recuerdo lo calmó un poco.

Saludó al padre cordialmente, mientras lo miraba acomodarse y prepararse para la boda.
Todos se estaban acomodando sus trajes y sus accesorios, probablemente si él se acomodaba la corbata se iba a ahorcar sin querer.
Sus manos temblaban.
¿Quedó claro que estaba muy nervioso?

El silencio fue sepulcral. De la nada; la suave música comenzó a ascender, hasta ser una melodía de acompañamiento.

Indicando que la boda había comenzado.

Las puertas se abrieron en silencio, de par en par.
Pasaron primero su hermosa hija, que clave resaltar, le habían dado la oportunidad de peinarse como quería.

Decidió dejarse sus dos mechones delanteros planchados, idéntica a su madre, y hacerse con las demás púas un rodete en la parte de atrás.
Se veía hermosa, pero eso es algo obvio.

En fin, la menor comenzó a tirar las flores por toda la alfombra, acompañada de la coneja mayor, que le sostenía la canasta y una gran sonrisa estaba plantada en su rostro.
Cuando terminaron, se aguantó darle una caricia en la cabeza a su niña, porque no correspondía, y además iba a arruinarle el peinado.
Le sonrió, recibiendo otra emocionada sonrisa como respuesta, y ambas se acomodaron al lado del altar también.
Su mirada se dirigió al frente, ansiando por fin ver a su prometida.

Sus nervios aumentaron más, o el tiempo pasaba muy lento, o él estaba tan desesperado que pensaba que la rosada aún no se presentaba.

Y eso fue lo que pasó, la eriza nunca llegó.

Recuperando lo que perdí ❱SonamyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora