V. Confesiones

77 3 2
                                    

Sora seguía inmóvil, acurrucada al lado del riachuelo, ignorando por completo a los chicos que la acompañaban. Tenía la mirada perdida en el horizonte y su mente completamente en blanco. Hacía bastantes horas que habían huido y habían cabalgado durante mucho tiempo hasta encontrar una pequeña cueva donde poder pasar la noche.

Nada más poner un pie en el suelo, la niña había tratado de huir chillando como una descosida, soltando insultos y blasfemias entre grito y grito. No obstante, se había resignado a volver; ni sabía dónde estaba ni tenía a dónde ir. Después de ese espectáculo, se había sentado sin decir nada más. Gael había tratado numerosas veces de llamar su atención, mas la niña ignoraba cualquier tipo de estímulo y Alek simplemente se había centrado en preparar algo de comida. Habían pasado varias horas y amanecería más pronto que tarde.

Cuando la comida estuvo lista, Gael intentó por última vez hacer que la niña reaccionara pacíficamente y se sentara a comer. Sigilosamente, se sentó a su lado y Sora lo ignoró. La miraba de reojo, la observó de arriba a abajo y vio sus ojos perdidos en la nada. Pasaron unos segundos antes de que el joven se decidiera a hablar.

- ¿Qué es eso que tienes en la mano? – Finalmente rompió el hielo. Sora tenía la piedra que le había regalado su abuelo y parecía juguetear con ella. A pesar de la pregunta, la niña no respondió. Otro minuto de silencio pasó antes de que él volviera a hablar. – Oye, Sora – suspiró y cogió aire para seguir – Sabemos cómo te sientes – Error de frase, por el rabillo de sus ojos vio cómo ella apretaba la piedra con furia – Quiero decir, es normal que estés en shock, pero hay una explicación para todo esto y nosotros no vamos a dejarte sola.

Ante esa última frase, Sora por fin reaccionó, aunque se limitó a girar la cabeza y observarlo con los ojos llenos de furia. No habló, pero le dio a entender que quería oír más.

- Ahora, por favor, ven a sentarte y come algo, también es tarde y debes descansar. – amablemente apoyó su mano en el hombro de ella. Al instante la chica lo apartó con brusquedad.

- No me toques – respondió al fin.

Rápidamente se levantó y se sentó al lado del fuego. Alek estaba preparando tres cuencos con una especie de mejunje marrón que parecía sopa, no dijo nada cuando ésta se sentó. Gael la imitó y sin decir nada más cogió un cuenco para comer. Alek le ofreció uno a Sora.

- No tengo hambre – dijo con voz seca. Era cierto, había comido demasiado en la fiesta y tenía un nudo en el estómago, dudaba volver a tener hambre por lo menos durante los próximos tres días.

Siguieron en silencio unos minutos más, los chicos comían sus respectivos platos mientras Sora observaba el chisporroteo del fuego.

Finalmente se hartó de tanto silencio, sólo había una cosa que necesitaba en ese momento para poder calmarse un poco: respuestas.

- Ya habéis comido. – sentenció. – Ahora hablad de una vez.

- Sora, ¿No crees que es mejor descansar un poco? Mañana por la mañana...

- Vamos, Gael – interrumpió Alek comiéndose un trozo de pan seco- Demasiadas cosas han ocurrido en tan poco tiempo, la niña merece alguna explicación. – A Sora le pareció la única idea cuerda de toda la noche y decidió ignorar el comentario de "niña".

- Por supuesto, quiero saberlo todo ahora mismo – impuso la niña.

- No vayas tan rápido, todo a su debido tiempo. – Sora desatendió ese comentario.

-¿Quiénes sois? Porque por lo visto no sois soldados, y si es así, ahora mismo sois unos traidores ¿De qué conocíais a mi abuelo? – preguntó dirigiéndose a Gael. El joven tomó aire antes de responder.

SombraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora