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Desperté con una sensación cómoda gracias a las sábanas recién lavadas de ayer, ese fresquito característico me hizo querer abrazarme a la almohada y hundirme más. Pero sentía que había dormido demasiado, como si hubiera descansado muy bien para haber dormido menos de siete horas, como decía el reloj anoche cuando puse una alarma. No quería, ni tenía las fuerzas, pero extendí el brazo para poder tomar el celular y ver la hora en él. Abrí los ojos lentamente, entrecerrándolos para dirigirlos a la luz de la pantalla, que marcaba las doce del mediodía.

¡¿Las doce?! ¡No puede ser, me quedé dormido! Tenía que levantarme a las siete de la mañana para completar tareas, tenía muchas, las dejé especialmente para hoy porque ayer estuve todo el día en lo de un amigo, y se presentaban al día siguiente. Aparte, y lo que más me preocupaba, era que debía estudiar para un examen y una exposición en esa misma semana.

Procuré no alterarme tanto, pensando en que encontraría una forma de hacerlo todo perfecto con ese corto tiempo. Ignoré los mensajes y etcéteras que señalaba la tabla de notificaciones, dejando el aparato de vuelta en la mesa de luz. Me paré de la cama un poco veloz, alcanzando mis pantuflas y poniéndome un pantalón corto, una remera que bastaran para cubrirme en lo que pasaba de mi habitación al baño. Creí que sería mejor darme una ducha, despavilarme y eso primero, para comenzar el día más renovado. Caminé a la puerta y antes de abrirla, sólo quedaba esperar a que mi madre no se enterase de aquella irresponsabilidad, aunque no era mi culpa, pensaba que lo tenía bajo control, pero no. Giré el mango de la abertura, encontrándome con la televisión de la sala prendida y mi hermano menor sosteniendo una escoba, volteando a verme.

- Oye, ¿Qué limpias? - Lo decía porque ninguno de los dos se hacía cargo de los deberes de la casa, sólo los empleados, y algo en especial debía de estar limpiando. Me acerqué para ver.

Intentaba ocultar los pedazos de vidrio rotos detrás de sus piernas, pero no lograba impedir que los viera. - Yo... sólo... sólo quería matar un mosquito, pero se posó en el retrato... - Interrumpí.

Miré los cuadros y supe instantáneamente cuál faltaba. - ¡¿El retrato del abuelo?!

- Ssh, sí, fue un accidente, hyung. Por favor no le digas a mamá o papá. - Angustiado, suplicante.

- Vaya, Hyo, mamá adoraba esa foto.

Rasqué mi nuca, pensando en qué hacer. Agarré uno de los cuadros de los lados para colocarlo en el lugar vacío, para así discimularlo mejor. Tiré inconscientemente una mirada rápida al baño, casi como si le dijera que deberá esperar.

- Bien, te ayudaré a limpiar y ocultar esto. Pero sabes que no tardará mucho en darse cuenta. Por cierto, ¿dónde está?

- Salió a hacer trámites, dijo que ya estaba volviendo. Papá fue con ella.

- Oh, bueno, me daré un poco de prisa. Tú toma distancia, no vaya a ser que te cortes. - Obedeció. Me agaché para agarrar la estructura de madera junto a la imagen y posarlas sobre la mesa, me reincorporé y junté los cristales en la palita de basura. Me fijé en que no quedara ninguno que no haya visto y lo tiré en el cesto de basura, dejando los utencilios en su lugar. Oí desde allí el portón de la casa abrise y la camioneta estacionarse en el garage. Me puse de los nervios, troté hasta el centro de la habitación dispuesto a tomar lo que faltaba y dejarlo en otro lado, pero resbalé y caí, provocando un fuerte ruido que resonó.

- ¡Ah!

- Oh, ¡hyung! - Hyojong vino a ofrecerme su mano, pero la rechazé, podría solo. Reí un poco por lo vergonzoso de la situación, lo que todos hacíamos al caernos frente a alguien. Me dolía intensamente la cadera, el golpe había sido ahí. Suspiré y giré la cabeza para ver mi pierna izquierda, por un dolor diferente a un golpe. Efectivamente, se trataba de un pequeño vidrio incrustado en ella, no era nada serio, pero asustaba a la vista. Hice fuerzas mentalmente y rápidamente lo saqué, para no sentirlo. Tenía sangre.

All in my life are you ›› YoonMin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora