c i n c o

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Voces fuertes, ruidos, un profesor desocupado y treinta alumnos en la misma habitación. En la hora libre se apreciaban las necesidades y deseos de cada estudiante, algunos las gastaban en charlar, beber agua de sus botellas, repasar para próximas pruebas o teclear en su móvil. Yo, nisiquiera lo pensé dos veces antes de dirigir mi vista y total atención a Tracy. Tan linda, pareciera que cada día llegaba más hermosa. A veces me preguntaba cuán feo le parecía, pero también creía en la posibilidad de que nunca se haya preocupado tanto por mí como para pensarlo. Tenía inseguridades, me ponía nervioso ultimamente pensando en si obedecer o no a esos pequeños impulsos, hablarle o no hablarle. Me daba miedo imaginar las formas en las que me rechazaría, sin duda alguna no iba a darme una oportunidad, yo no era nadie, y ella era todo lo que una joven de su edad querría.

Pero ese era el punto, nadie me reconocería si llegara a saberse que me rechazó. Se podía decir que no perdía mucho más que mi mínima confianza si lo hacía. Y tampoco iba a decirle mis sentimientos, porque ni yo estaba muy seguro de si eran lo suficientemente fuertes como para declararme. Sólo quería pedirle una cita, donde pudiera conocerla mejor. Seguro su personalidad era aún más encantadora desde cerca.

Pensar demasiado fue lo que me atrasó todos estos años, no quería esperar más para poder por fin hacer algo para cambiarlo. Impulsivamente, me levanté, caminé hacia ella. Claramente dudé, pero no abrí paso para la duda, cuando ya había tocado su hombro, teniéndola frente a mí, girándose sobre su propio eje para poder ver quién la llamaba.

- Uhm, hola.

- Hola. - Me dedicó una pequeña sonrisa, quienes se sentaban cerca suyo voltearon a ver.

- Me preguntaba si podía hablar contigo a solas, o al menos algo más alejados. Tengo algo que decirte.

Mi corazón, me dolía de lo fuerte que golpeaba mi pecho. Me esforzé para que mi voz no temblara, me sentí como un verdadero marginado, algo bastante estúpido haciendo aquello.

- Sí, de acuerdo. - Con una elegancia nunca antes vista se separó de su banco y me miró, esperando una señal de a dónde ir. Ignoré la presión de las miradas juzgantes de sus amigos y me centré en hacer las cosas bien.

- Ven. - Hice que me siguiera hasta el frente del curso, cerca de la puerta. - Aquí está bien.

- Bien, entonces, ¿Qué tienes para decirme, Park?

Sabe mi apellido, oh por dios, lo aprendió. - Yo, me gustaría tener una cita contigo. Sabes, te veo y me pareces muy interesante, tu aura, tu sonrisa, quisiera conocerte mejor, si no te molesta. - Me sorprendí al oírme a mí mismo. Creí haber sido muy directo por la sorpresa en su rostro, empezaba a arrepentirme.

- Oh, así que eso... - Miró a otra dirección, acomodando un mechón de cabello detrás de su oreja. - Debo pensarlo, ¿sí? Es algo repentino. - Sonriendome algo.

- ¡Por supuesto!

- Tengo tu número por el grupo escolar, te estaré escribiendo con mi respuesta.

Reí, contento, no demostrando qué tanto lo estaba. - Genial, gracias por pensarlo.

Después de eso, volvimos a nuestros asientos. Estos días la mirada de intriga de mis amigos se había vuelto costumbre, y me preguntaba si mi vida se había vuelto tan interesante repentinamente. Casi me arrancaron el cabello y la ropa pidiéndome una explicación inmediata de tal acto increíblemente inesperado. Les pedí que fueran más discretos con la emoción, pues la misma chica a la que trato de gustar seguía estando a menos de diez metros de nosotros. Honestamente, les dije que tampoco sabía de dónde estoy sacando tanta fuerza para decidirme. Pero que quizás, fue que abrí los ojos que me habían cerrado.

Viendo que me había atrevido, quería brincar de la emoción, gritar, lo que fuese para descargarme. Y si aceptaba salir conmigo a algún sitio, tal vez podría hacer que la tal Sangjae nos vea y empiece a olvidarse de mí y de mi inexistente relación con Yoongi. Le debía al peliverde, sacarle el peso de haberme causado problemas indirectamente, porque justo ahora, en el momento de tomar confianza, transmitiéndome esa seguridad con la mirada que recuerdo de él, como si tuviera fuego en el alma. Pude tomarla y cómo me hacía sentir para dirigir mi propia fuerza.

Me emocionaba el doble, por haberlo logrado por fin, aunque no quería cantar victoria demasiado pronto, ella ya me tenía en cuenta, y ahora pensaría en mí más de seguido, o mejor dicho, empezaría a pensar en mí.

Y por otra parte, me preguntaba a la vez cómo se sentía Yoongi, en qué pensaba habitualmente, cuáles eran sus motivaciones o el simple porqué de sus ojos. Quisiera a veces emanar la misma fortaleza mezclada en adrenalina que enseñaba, y aunque sobana raro admitirlo, hacía que te quisieras quedar viéndole por horas y horas.

Oh, ¿en qué estaba pensando? casi era como si gustara de él, jaj. Volteé a ver a Tracy, que no me miraba y hablaba discretamente al teléfono mientras perdía su vista en un libro de algún tema que tampoco alcanzaba a leer. Gracias a eso pude recordar que había traido algodones y desmaquillante que tomé prestados de mamá, para limpiar mis cosas en cuanto tuviera un tiempo. Ese tiempo era ahora, así que a eso me dediqué. Mientras frotaba las tapas, oía a los castaños discutir sobre posibles lugares para una cita y aconsejándome cosas que apenas ponía atención.

All in my life are you ›› YoonMin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora