Parte VI.

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Veo la puerta del edificio de Jongdae con anhelo. Mis piernas se sienten dormidas, cosquillantes. Me tambaleo de un lado hacía el otro notando como gotas de sudor caen por mi espalda, haciéndome sentir incómodo.
Camino arrastrando los pies, por la entrada, sosteniéndome de la pared con una mano al llegar frente al elevador a la vez que cierro mis ojos, concentrándome en inspirar y exhalar.
No puedo creer lo poco en forma que estoy. Nunca me preocupe por ello, o más bien nunca tuve tiempo para ello y cuando lo tenía prefería estar tirado con mi mejor amigo en el sillón mientras nos enfrascábamos día y noche en video juegos. Mi corazón debe quererme mucho para mantenerme vivo cuando lo único que hago es tapar mis arterias con frituras.
El sonido de las puertas del elevador abriéndose me devuelven a la realidad, suspiro arrastrando mis pies entre quejidos para adentrarme en la caja metálica. Observo por la rendija de las puertas que se están cerrando a una señora caminando hacía el mismo.

—¡Detenga las puertas! -. Me grita.
Intento levantar mi cansado brazo pero antes una delgada mano se interpone entre las mismas. Una chica se sube, esperando a que la señora también lo haga antes de correrse de entre las puertas.—Huh, ¡ya no quedan caballeros en este mundo!

- [ ] Oh dios, siento que volví al mil ochocientos. ¿Acaso le agradeció a la chica que detuvo las puertas para ella?
Ruedo los ojos sin siquiera intento de disimulo, desconectando mi mente de la realidad clavando mi mirada en los números que marcan en que piso se encuentra el ascensor. Al abrirse las puertas en el piso cuatro intento arrastrar mis pies lo más rápido posible hacía el apartamento 116. Abro la muerta entre suspiros, cerrándola de un portazo.

—¡Podrías haberme esperado y no hacerme volver solo! -. Grito a la nada, esperando que Jongdae me escuche de donde esté.
Me dirijo hacía el baño sin siquiera ir a buscar mi ropa o una toalla, buscando relajarme, o al menos que mis músculos no sigan llorando por el esfuerzo.

—¡Ya pasó una hora me quiero bañar!
Solté un chillido ante la interrupción de Jongdae en el baño gritando. Me giro al instante en que abre la cortina de la ducha.—¡No te gastes el agua caliente!

Le tiro el jabón que tengo en mi mano sin dejar de gritar, cerrando la cortina de golpe.

—¡Sal de aquí, estúpido!

Riendo, sale de la habitación, dejándome por suerte sólo de nuevo. Huh, que se le pasará por la cabeza a ese loco.
Al terminar de ducharme, tomo una toalla colgada, la enrollo a mi alrededor antes de abrir la puerta y caminar de puntita de pie a mi habitación, donde me cambio.
Tomo el celular dándome cuenta que son las diez de la mañana por lo cual decidí relajarme haciendo nada antes de hacer el almuerzo. Revisando mis notificaciones, noto que solo tengo una, y es un mensaje de un número desconocido.

De: xxxx
Hola, soy Chanyeol. Conseguí tu número por Baekhyun, y él me dijo que lo consiguió por Jongdae. Cualquier duda o aviso que tengas por Mina; le tocó mi clase. Así que no te preocupes.

Sonrío sin poder evitarlo prosiguiendo a agregarlo a mis contactos antes de tratar de crear una respuesta, pero lo único que consigo es escribir y borrar hasta que habían pasado cinco minutos y no había respuesta de mi parte.

Para: Chanyeol.

Hola, Chanyeol. ¡Cuida mucho de ella!

Suspiro al darme cuenta que mi mensaje no fue el mejor y porque me quede un par de minutos esperando su respuesta cuando era obvio que está trabajando y no tiene tiempo para responder.

—¡Sehun, está el almuerzo!

Tiro el celular al colchón, levantándome entre quejidos por mis piernas doloridas. Oh, Dios, duelen. Duelen.
Llego a la cocina aún quejándome, sentándome en el primer taburete que encontré.

Noviembre sin estrellas || Seyeol.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora