Parte I.

186 30 13
                                    

Levanto mis piernas y las coloco encima de la mesa ratona a la vez que me recuesto como no quiero la cosa sobre el sillón.

—¿Es en serio? -. Escucho a Jongdae mascullar antes de sentir mis piernas siendo empujadas hacia el piso. —Mantén los pies en el piso, corazón.

Lo miro con mala cara sentarse al lado mío, adoptando mi misma posición con dos cervezas en sus manos.

—¿Desde cuando eres quisquilloso?
Alzo una ceja sacándole de una de sus manos una cerveza, dándole un buen trago.

—Desde que le ofrezco mi culo al diablo para poder pagar esa maldita mesa -. Se queja prendiendo la tele, la cual se enciende con un volumen descomunal, aturdiendo hasta al vecino.

—¡Bájale! -. Me quejo tirándome por encima de él para agarrar el control remoto y bajar el volumen. —Si Mina se despierta a mi me vas a entregar el culo.

—Ya te gustaría -. Lo escucho bufar mientras me enderezo en el sillón, dándole un fuerte golpe en la nuca con la palma de mi mano abierta.

—¿Ahora eres prostituto?
Ahora el golpe lo recibo yo, pero con el doble de fuerza. ¿Desde cuando es tan fuerte?

—Primero que todo, eres un tonto, segundo; no, no lo soy. Es solo una expresión.
Lo veo rodar los ojos por mi periferia, antes de sentir ¿sus brazos rodearme?.

—¿Qué haces? -. Con incomodidad me remuevo pero no me atrevo a deshacerme de su abrazo. Mi pecho se siente un poco menos doloroso estando en esta posición.

—Te doy lo que necesitas, papi.
Siento algo húmedo hacerse paso por una de mis mejillas, asqueandome al instante al ver que su mugrosa lengua pasó por la mitad de mi rostro.
Con un grito me separo, mientras lo empujo con mis manos intentando separarlo de mi.

—¡Eres un asco Kim mal aliento Jongdae!
Me quejo arrugando mi cara, volviendo a sentir sus brazos rodearme pero esta vez me quejo e intento con sacudidas apartarlo con vehemencia.

—En serio, fuera de broma Sehun -. Lo escucho atentamente porque sé que cuando utiliza ese tono de voz solo significa que va muy en serio con algún tema. —Sé que no quieres hablar de ello, pero sabes que aquí estoy. Como cuando teníamos diez. Siempre -. Bajo mi mirada al suelo a la vez que me inclino para quedar con mi mejilla sobre el centro de su pecho.

—Estoy muy agradecido por tenerte aún en mi vida -. Logro susurrar entre lágrimas.
¿Cuándo voy a dejar de llorar? Ni Jesús debe tener la respuesta.

—¿Sabes que te amo, verdad? -. Las caricias que deja en mi cabello ayudan a calmar mis lágrimas, al igual que el sonido de los latidos de su corazón. —Se pueden quedar aquí, conmigo, hasta que estés listo. Tú vas a trabajar, y yo la cuido.

Al escucharlo recuerdo que no tengo trabajo, haciendo que mi pecho se oprima el triple y que si antes soltaba tres lagrimas, ahora suelto veinte.

—No tengo trabajo Jong.

Lo siguiente que se escucha es el silencio mismo. Sus brazos se apretan más fuerte a mi alrededor y su mejilla se posa sobre mi coronilla.
No tenía idea de lo reconfortante que es un abrazo. Nunca fui muy afectuoso, es más, el contacto físico me incomoda a niveles elevados, pero este abrazo trae minutos de consuelo en mi día.

—Bueno bebé, acá mi casa estará para ti hasta que estés listo, y si no lo estás nunca envejecemos juntos, con tres gatos cada uno y pañuelos para nuestras patéticas lágrimas.

No puedo evitar formar una sonrisa en mi rostro, el mismo que hundo más profundo en su pecho.

—Está bien, te amo más, ¿lo sabes no?

Encontrar trabajo es más difícil que ganar la lotería. Entregue mi curriculum desde empresas hasta comercios en los shoppings, pero había pasado una semana y ni siquiera mi madre me ha llamado.
El estrés me tiene mal, tan mal que mi barba es más larga que mi positivismo ante la vida. Jongdae dice que vaya al psicólogo, que me tome todo con calma y que no importa el mantener a Mina y a mi porque su trabajo le daba el más que suficiente para los tres, pero, no puedo. Desde siempre trabajé y aporté, estar en casa, haciendo las tareas domésticas era hacer mucho, pero al momento de ir al supermercado con la tarjeta de mi mejor amigo me hacía sentir inútil. Quiero mi independencia, no quiero abusar de nuestra amistad aunque el tonto me diga que no le interesa.

—¿No piensas en mandar a Mina al jardín? -. Lo escucho a mi lado mientras lavo una olla y él seca un plato.

—¿No es muy chica? -. Cuestionó enjuagando, antes de sacudirlo y entregársela.

—¿Lo es?
En ese instante nos miramos a los ojos, con las cejas fruncidas y nuestras neuronas trabajando como nunca antes en el día.

—No quiero quedar como mal padre, pero no tengo idea. Para mi los niños a los tres años van al jardín. A parte, no tengo el dinero para llevarla.

—Tengo un amigo que trabaja en un jardín muy lindo -. Miro como encoge sus hombros mientras continúa secando la olla. —Él podría hacernos una oferta, más aparte te dije que me iba a encargar de ustedes.

Muerdo mi labio inferior observando el agua enjabonada irse por el desagüe.

—No quiero, en serio, no quiero que nos mantengas -. Susurro indeciso, no queriendo herirlo o sonar desagradecido. — Te adoro, pero me siento abusivo. Ya vivimos en tu casa, el agua y la luz se duplicaron, la comida, ¿y ahora el jardín? Sé que pasó una semana, pero, ¿y si está situación sigue por meses?

Nos volvemos a mirar por unos minutos. Veo por su ojos cuánto está pensando en mis palabras, cuán preocupado está.

—Hagamos un trato -. Finalmente parece llegar a una conclusión en su mente. Se endereza quedando enfrentado a mi costado, haciendo un movimiento con la cabeza para que haga lo mismo. —Si en un mes no consigues trabajo, yo te consigo uno.

Alzo una ceja al instante. Si yo no consigo uno intentando en un mes, ¿Cómo él podría hacerlo? Es tanta mi duda que debe haberse escrito con letras mayúsculas en mi rostro.

—Puedo conseguirte un puesto donde trabajo... alguien -. Veo sus ojos dispersarse hacía el techo, luego hacia el suelo pasando por las paredes, como cuando busca las palabras correctas. —Me debe un favor. No quisiera involucrarte, es muy peligroso y Mina y tú necesitan seguridad. Pero le pediré que hagas cosas limpias, legales, sencillas. Pero será solo la última opción, la opción desesperada.

Aprieta uno de mis hombros antes de pasar por mi costado, agarrando las papas fritas del mesón para luego perderse de mi vista cuando sale por la puerta de la cocina.

—¡¿Dónde mierda trabajas, Kim Jongdae?! -. Grito un tanto histérico.

—¡No grites que despertarás a Rayito! -. Grita de vuelta.

—¡Entonces no me grites, estúpido!

Y así, seguimos gritándonos hasta que un llanto estrepitoso se escuchó por todo el departamento.

—¡¿Viste lo que provocas, Oh Sehun?!

Noviembre sin estrellas || Seyeol.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora